Tronconero y la leyenda del Mojano

 Apartado del libro "Etnohistoria del arte rupestre Tacarigüense". Disponible en: http://saber.ula.ve/handle/123456789/47672

Entre los datos etnográficos colectados en la comunidad de Tronconero [municipio Guacara, estado Carabobo] y sus alrededores dignos de advertir, se encuentra la leyenda del Mojano. Se trata de un relato sobre personajes capaces de transformarse a su antojo en animal o planta, con poderes interpretados como asuntos de “magia negra”. A continuación se transcriben los datos acopiados en esta localidad y en Vigirima: 


La leyenda del Mojano, asegún eran hombres que eran Takamajaki y se convertían en León Mojano que sabían oraciones (U.F., [1942]).

 

Un señor llamado M.L. era el que curaba la culebrilla y la picá e’ culebra (J.F.B., [1938]).

 

Ese hombre cuando lo denunciaron, porque le había echado una paliza a la mujer (…) y entonces lo andaba buscando la Seguridad Nacional (…) llegó la guardia a un patio e’ bolas, estaba jugando bolas y se le apareció…Entonces cuando la gente salió ansina lo que había era un troncón grandote (…) y en lo que la policía se fue, apareció el hombre. Era que el hombre que se convertía en troncones (A.F., [1944]).

 

El Mojano me acuerdo una que llegó a Patanemo. Se fue de Vigirima para allá, como en el año 1935. Se robaba los cochinos, los chivos. Ese bicho lo mataron en Trinchera. El Mojano es una persona que por medio de oraciones se convierte en eso. Magia negra cosa mala (E.G. [+], [1927]).

 

Los Mojanos; decía mi abuelita que eran hombres que sabían oraciones y se convertían en león con el fin de escaparse del gobierno, porque muchos eran comunistas y eran buscados por la Seguridad Nacional. Cuenta mi abuelita que había un hombre que la policía lo buscaba y nunca lo podían agarrar. Un día llegó la policía y él estaba dentro de la casa y que cuando entraron no consiguieron a nadie. Pero arriba de una silla había un racimo de cambur maduro y los policías agarraron cada uno un cambur. Cuando iban lejos el hombre dijo: -esos policías me comieron la camisa-. Él era el racimo de cambur. Eso a la final traía consecuencias, porque al trabajar con algo malo no podía traer nada bueno (C.O.M, [1955]).

 

El Mojano en la quebrá e’ María, hay una cueva en una piedra, ahí vivía un Mojano (C.G., [1949]).

 

Mi bisabuelo se llamó V.H., era de Patanemo. Era curandero de culebra, picá e’ culebra, curaba el mal de ojo, culebrilla, era curandero. Te cuento una anécdota: hubo un tiempo en que la situación económica estaba difícil y este señor agarró un bejuco y lo tiró en el suelo y se convirtió en una culebra para que fuera a picarle el caballo o una vaca a cualquier persona que tuviera real para que lo mandaran a buscar para curarlo y luego cobrar (F.T., [1950]).

 

Con respecto a las leyendas, la gente leía muchos libros, algunos buenos y otros malos. Por Vigirima arriba en esa montaña y que había un hombre que se convertía en León Mojano, se llevaba del patio los cochinos, las gallinas. Esas eran personas de mal proceder, leían libros malos (P.J.S. [+], [1924]).

 

También y que salía un león, pero eso y que era un hombre que se convertía en león; yo digo lo que he escuchado de la gente (A.L.F., [1943]).

 

El Mojano era un hombre que se volvía tigre (M.L. [+], [1916]).

 

Los Mojanos son gentes malas. Son cuestiones de brujerías (V.M., [+], [1927]).

 

Algunas representaciones de uno de los paneles del sitio El Corozo, montañas de Vigirima, estado Carabobo. Registro: Pérez-Páez, 2004. Infografía: Páez, 2024.

Aunque sin descartar alguna otra influencia cultural, cabe la posibilidad que esta leyenda represente una reminiscencia del imaginario asociado con las prácticas religiosas de los grupos indígenas tacarigüenses. Un aspecto que apunta en esa dirección es el nombre del personaje mítico. En efecto, mojano tendría un sugestivo parecido con la voz indígena mojan utilizada en la región de los Andes colombo-venezolanos, pasando al español coloquial con significado análogo a la de piache, término este último que, como ya se ha mencionado, figura en las fuentes documentales del dieciseiseno entre los Caraca del área norcentral venezolana, reportado también entre los guaiqueríes margariteños. A eso se refiere Anderson Jaimes, en relación con la religiosidad de los indígenas tachirenses del siglo XVI:

 

…una mirada más atenta nos revela la presencia del faraute o mojan, signo indiscutible de la presencia de la religión chamánica, que ha dejado sus huellas incluso en los petroglifos tachirenses. Se trata entonces de una figura que persiste en el imaginario andino, transmutado hoy en los rezanderos, secreteadores, sobanderos, hierbateros, brujos y curiosos (Jaimes, 2011: 28).

 

En efecto, según Jaimes, en los actuales personajes por él nombrados permanecerían trazas referenciales de los conocimientos atribuidos a los pretéritos mojanes, donde confluirían relatos míticos indígenas y elementos del catolicismo (Jaimes, 2011: 43). Lo importante a destacar es la similitud de la figura del mojan y la del piache norcentral: “Hay entre los indios de esta provincia [Caracas], muchos que en su lengua llaman piaches, que quiere decir sabio, o como alfaquí, a los que tienen los demás algún respeto y veneración…” (Juan de Pimentel, en: Arellano Moreno, 1964: 121). 

Las investigaciones etnográficas de Jaimes (2011: 43) en la región de San Juan de Colón (estado Táchira), como las realizadas por Jacqueline Clarac de Briceño (1985) en el estado Mérida, plantean la pervivencia actual de prácticas religiosas estructuradas a partir del imaginario andino de origen indígena. Para Jaimes (2011: 40), la figura del mojan, faraute o chamán, sintetiza el contenido religioso de la cultura aborigen, encarnando un poder simbólico capaz de originar resultados ciertos en los actores sociales bajo el influjo de este imaginario. En los indígenas tachirenses y merideños el mojan es entonces un personaje importante por la función religiosa que cumplía, relacionada con la intermediación entre la vida material e inmaterial, perviviendo aún en las actividades de los llamados “brujos”, entre otros (Jaimes, 2011: 42).


Individuo Kichwa de la Amazonía ecuatoriana. Foto: SERGIO CARRANZA BASANTES 
CC-BY-SA-4.0 vía Wikimedia Commons
  • https://commons.wikimedia.org/wiki/File:FOTO_DE_HOMBRE_KICHWA_amazonico.jpg
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Durante los siglos XVII y XVIII, la mojanería en el Táchira sería fuertemente combatida en tanto responsable “…de “dañar” o en enfermar. De ahí la persecución hacia quienes tenían esas prácticas y la contraposición de la religión cristiana como la salvación a estos males…” (Jaimes, 2010: s/p). Jaimes llama la atención sobre el imaginario compartido entre los actores sociales involucrados (indígenas, criollo-mestizos, africanos esclavizados y europeos) relacionado con el poder que poseían estos sujetos, no solamente de infligir el mal, sino también de sanar (2010, s/p). En el contexto de la región tacarigüense y durante el dominio de la monarquía española, quizá estas tramas se hayan sucedido alrededor de la figura del piache, denominación acaso sustituida luego por los apelativos “brujo” o “mojano”, entre otros epítetos. Probablemente el piache habría sido un personaje atacado y vilipendiado, según la religión cristiana inculcada por los españoles y sus descendientes. Empero, se sospecha que parte de sus prácticas y creencias lograrían persistir solapadamente -quizá amalgamadas con imaginarios de origen europeo y africano-, con dones actualmente reconocidos como sobrenaturales.  

El ataque hacia las prácticas religiosas aborígenes llevada a efecto por la iglesia católica durante el dominio de la monarquía española, acaso estaría detrás de los testimonios peyorativos hacia la figura del Mojano recabados entre los pobladores campesinos cristianizados de Tronconero y sus alrededores. Su atributo siniestro fungiría de elemento probatorio para establecer analogías entre él y la figura del piache. Pero además, afianza esta presunción el hecho del poder de trasmutación con que los testimonios envisten a este personaje, como el de convertirse en felino. Por ejemplo, entre los arawak-hablantes wayuu[1] se reconoce a Epeyüi, el jaguar sobrenatural, un ser mítico capaz de alcanzar la apariencia humana (Perrin, 1993 [1980]: 113). Para este grupo, el jaguar se considera un ser de gran fuerza física, viril y entrenado en las artes del combate, virtudes muy apreciadas por el hombre wayuu (Perrin, 1993 [1980]: 176). El León Mojano, en efecto, puede asociarse con un ser sobrenatural capaz de transmutarse de humano a felino, con una fuerza y astucia considerable para librarse de los trances peligrosos. De allí que pudiera escaparse de la Seguridad Nacional[2], la institución posiblemente más temida a mediados del siglo XX, cuyos abusos aún son recordados localmente:  

 

Un día fui con mi papá para la vega que estaba limpiando para sembrar y recogió un poquito de basura y la quemó. Enseguida llegó la Seguridad Nacional y le preguntaron -¿tiene permiso para quemar basura?-. Y sacaron un mandador y le dieron dos golpes y mi papá cayó en el suelo. Luego se montaron en los caballos y se fueron. Yo como pude ayudé a levantar a mi papá y nos fuimos para la casa (J.G.G., [1946]).

 

Recapitulando lo anterior, se tiene que la leyenda del Mojano, una creencia aún persistente entre las familias originarias de Tronconero, factiblemente contenga trazas del imaginario aborigen asociado a las prácticas religiosas comandadas por el piache. Se trata, como se detallará más adelante con el caso del petroglifo conocido como Altar de la Virgen, de un ejemplo de resignificación del imaginario aborigen a partir de referentes del catolicismo, conformándose una forma particular hibridada de asumir la sacralidad. Ahora bien, desde el punto de vista etimológico, el término mojano -particularmente similar al de mojan, por lo que se asume su correspondencia- se encontraría aparentemente fuera de su contexto espacial y cultural originario (región andina), quedando entonces la incógnita del porqué de su presencia dentro de las tramas de los pobladores campesinos tacarigüenses del siglo XX. Acaso pueda explicarse como remanente del español colonial hablado en la región, en tiempos en que era muy activa la comunicación con el antiguo Virreinato de Nueva Granada. Sin embargo, destaca que, en apariencia, la figura del Mojano no guarde relación con los sitios y materiales rupestres del valle de Vigirima, lo que conmina a seguir indagando sobre este imaginario vivo entre los sujetos espacialmente involucrados.


Referencias

Arellano Moreno (compilador) (1964). Relaciones geográficas de Venezuela. Academia Nacional de la Historia. Caracas, Venezuela.

Clarac de Briceño, Jacqueline (1985). La persistencia de los dioses. Etnografía cronológica de los Andes venezolanos. Universidad de Los Andes, Ediciones Bicentenario. Mérida, Venezuela.

Jaimes R. Anderson (2010). Los Mojanes o Chamanes, protagonistas y autores de los petroglifos tachirenses. [Documento en línea]. Disponible: http://www.rupestreweb. info/mojanes.html [Consulta: 2010, noviembre 11]. 

Jaimes Ramírez, Anderson (2011). El pensamiento religioso y sus manifestaciones en los habitantes del Noroeste del estado Táchira. Trabajo presentado para optar al grado de Magister Scientiae en Etnología Mención Etnohistoria. Universidad de Los Andes. Mérida.

Perrin, Michel (1993) [1976]. El camino de los indios muertos. Mitos y símbolos guajiros. 3ra. Edición. Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas, Venezuela.



[1] Un “pueblo de lejano origen Arawak, que habitan en una planicie semi-desértica [península La Guajira], dividida sin saberlo ello, un día del siglo pasado [XIX], entre Venezuela y Colombia” (Perrin, 1993 [1980]: 11).

[2] La policía política del gobierno dictatorial de Marcos Pérez Jiménez, en la década de los cincuenta del siglo XX. Llama la atención que este organismo se haya encontrado en operaciones por la región, quizá asociado a la presencia de “grupos comunistas”, sugestivamente vinculados a los Mojanos: “…hombres que sabían oraciones y se convertían en león con el fin de escaparse del gobierno, porque muchos eran comunistas y eran buscados por la Seguridad Nacional…” (C.O.M, [1955]). Un tema interesante de indagar en futuros estudios.

Notas finales

En concordancia con los códigos de conducta ética en investigación social planteados por diversas organizaciones profesionales (Meo, 2010), para conservar la confidencialidad de los informantes y sus familias, muchos ya fallecidos (señalado con el símbolo [+]), así como de las personas a las que se hace mención, se ha preferido señalar sus testimonios con las iniciales de sus nombres acompañada de su año de nacimiento, esto último para dar cuenta del contexto temporal en el que han vivido. Los testimonios escritos en tercera persona corresponden a notas tomadas en la libreta de campo posteriores a la conversación, reseñando lo dicho por ellos.

Los testimonios colectados en la comunidad de Tronconero y sectores aledaños forman parte de los trabajos de campo desarrollados entre 2008 y 2010 en el marco de la licenciatura en Educación mención Desarrollo Cultural de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez. En estos trabajos estuvieron involucrados los actuales Lics. Carmen Brea, Melissa Castro, Jhonny Brea, Ángel Lozada y Leonardo Páez. 

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