¿Qué es la etnohistoria?

 Publicado en la revista Etnoamérica, año 1, número 1, pp. 22-26, 2019. Disponible: https://revistaetnoamerica.blogspot.com/2021/06/etnoamerica-n-01-ano-2019-homenaje.html

2. La Etnohistoria

La etnohistoria define un campo disciplinar cuyo objeto es comprender los procesos por los cuales se conformaron las identidades étnicas del pasado y las manifestaciones de sus estructuras concomitantes supervivientes a lo largo del tiempo. De manera puntual, abarca los estudios sobre sociedades que fueron objeto de colonización por pueblos europeos a partir del siglo XVI, ubicados en un amplio contexto espacial que incluye América, África y Asia. Se trata así del escudriñamiento de sociedades afectadas por el colonialismo, con diversos grados de hibridación cultural y de algún modo y durante buen tiempo ágrafas, las cuales se fueron insertando de diversas maneras al llamado mundo occidental-moderno (Lorandi y del Río, 1992: 8-9).

Bajo relieve del indígena Mara ubicado en la plaza del mismo nombre, Maracaibo (Venezuela). Foto: Rjcastillo, 2012, CC-BY-SA-3.0, vía Wikimedia Commons https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Mural_Indio_Mara_II.jpg  

La etnohistoria se entiende como una aproximación inter y multidisciplinaria que amalgama y confronta fuentes arqueológicas, documentales y orales con el propósito de caracterizar y reconstruir procesos socio-históricos y culturales de extensa duración (Curátola Petrocchi, 2012: 65). Hace énfasis en el uso mesurado y crítico de documentos escritos, materiales gráficos y cualquier tipo de datos provenientes de la historia oral, etnografía, lingüística, geografía, arqueología, geología, biología y demás que coadyuven a los análisis, reconstrucciones o explicaciones histórico-culturales (Spores, 1980: 576). Comprende así una permanente interrelación de referencias de diversas fuentes, con el fin de establecer constructos históricos en base a la reflexión sobre restos materiales, memorias y fuentes históricas (Areces, 2008: 22-23)

Aunque la etnohistoria como disciplina tiene un origen relativamente reciente, el término posee un uso de larga data. Las primeras menciones se remontan a comienzos de siglo XX, con los estudios de antropólogos funcionalistas dirigidos a comprender el cambio social y el pasado de las comunidades (Lorandi y del Río, 1992: 9). En ese contexto inicial, la utilización de la noción etno, alineada con la geopolítica eurocéntrica decimonónica, formaba parte de la representación en términos dicotómicos de “…la modernidad occidental, en cuyo seno se habrían gestado las ‘ciencias’, es decir, saberes con valor universal” (Amodio, 2005: 153). De modo que la acepción etnohistoria tendría su origen en la ideología evolucionista, racista y colonialista de la segunda mitad de siglo XIX, asimismo continuada a principios de siglo XX, traduciendo historia de los grupos étnicos, o más concretamente, historia de los indios (Curátola Petrocchi, 2012: 67).

El término etnohistoria, entonces, tiene su génesis en esos primeros estadios de la antropología cuando ésta se presentó como una disciplina dedicada al estudio de los pueblos extraeuropeos, es decir, aquellos considerados de forma indiscriminada salvajes, primitivos o arcaicos (Curátola Petrocchi, 2012: 67). Estos pueblos eran vistos, de suyo, incapaces de poseer algún tipo de historia (ahistóricos), pues, carentes de escritura alfabética (iletrados, sin escritura), no poseían los medios “…que les permitiera la conservación de la memoria, la elaboración de un pensamiento reflexivo y la adquisición de alguna forma de autoconciencia y conciencia histórica” (Curátola Petrocchi, 2012: 67).

En función de tales orígenes, muchos han expresado la contradicción de utilizar el término etno-historia como nomenclatura para un nuevo campo disciplinar, siendo mejor asumir otros términos “políticamente correctos”. Además, y desde el punto de vista etimológico, algunos autores han señalado la improcedencia de aplicar el término étnico-a, en el caso americano, sólo al estudio de las sociedades aborígenes o de contextos de conflictividad con la sociedad hegemónica occidental-moderna. Asumen que, a partir del origen etimológico de la voz, grupos euroamericanos o criollos con ascendencia europea podrían asimismo catalogarse de étnicos, por tanto, capaces de ser estudiados sus referentes desde el enfoque etnohistórico (Lorandi, 2012: 20).   

En fin, han sido muchos los críticos hacia la noción etnohistoria. Por ejemplo, ya en la década de 1960 Jan Vansina exhortaba a los investigadores que la abandonaran y utilizaran el simple término de historia (Curátola Petrocchi, 2012: 61). De manera análoga, a finales de los 80s Shepard Krech planteaba el desacierto de su uso, alegando el sentido discriminatorio y colonialista de las nociones ethnos, etnicidad y étnico. De manera lapidaria, este autor señalaba que el término debía ser “…’abolido’ y sustituido por la denominación más neutra y menos susceptible de estigmatización de ‘antropología histórica’ o de ‘historia antropológica’” (Curátola Petrocchi, 2012: 62).  

No obstante, para la década de 1950 y antes de estas reflexiones críticas, el término etnohistoria ya era utilizado con asiduidad. Sobre todo, su uso se extendería por la necesidad de los investigadores de apartarse de la perspectiva sincrónica funcionalista y abarcar la temporalidad como medio para explicar los procesos del cambio social (Areces, 2008: 21). Según Spores, en ese momento la etnohistoria se afianzó como un campo reflexivo de la antropología, como fruto de las acciones que comenzaron a gestarse con la llamada Comisión de Reclamaciones Indígenas de EE.UU. Para la década de 1970, pasó a ser referencia para muchos investigadores, al recombinarse los intereses de las disciplinas arqueológica, etnológica, histórica y lingüística. La etnohistoria, al decir de este autor, experimentaría así un exponencial crecimiento, convirtiéndose en un importante subcampo metodológico de la antropología e historia (Spores, 1980: 575, 577, 589).

Pero no todo acabaría allí. En la década de 1970 y 1980 los estudios etnohistóricos se vieron influenciados por el giro ontológico sucedido en las ciencias sociales. Pasó a ser, más allá del uso convencional otorgado, una puesta en escena teórica y epistemológica dirigida a establecer nuevas narrativas sobre la historia de los pueblos considerados hasta ese momento primitivos o sin historia. A partir de ese momento y de manera progresiva, desde la etnohistoria se empezaron a confrontar las iniquidades de la producción de saberes y las formas en que ésta se articulaba con la praxis del poder. En efecto, orientándose en la historia de los sin voz, los etnohistoriadores se vieron conminados a presentar posturas críticas frente a los modos de nominación, denominación y representación del pasado por los centros hegemónicos de saber-poder. Así que, con un enfoque hacia los contextos sociales y la agencia de los grupos subalternos, la etnohistoria se esforzó en poner al descubierto los mecanismos de dominación que coadyuvaron la marginación de los mismos (Boccara, 2012: 40-41, 44-45).

Nótese así que la etnohistoria, en su consolidación como campo disciplinar, experimentó un decisivo giro cualitativo, pasando de unos orígenes signados por la discriminación y el etnocentrismo (Lorandi y del Río, 1992: 9-13) a otorgar protagonismo a los históricamente subyugados:

 

El mayor mérito de la etnohistoria reside, sin embargo, en haberle otorgado voz al vencido y dominado. Con nuestra disciplina otorgamos también sentido al conflictivo presente de América, para lo cual es necesario entender las transformaciones que se produjeron en la colonia y la república temprana, visualizándolas como una totalidad social muy plural y muy compleja, muy diversa en el tiempo y en el tiempo y en el espacio. Con la Etnohistoria disponemos de referentes empíricos para dejar sin contenido ideológico a la historia oficial que negaba protagonismo al nativo americano (Lorandi y del Río, 1992: 40).

 

De manera que, a pesar de las críticas, la etnohistoria alcanzaría estatus institucional en todo el continente americano. Hoy, muchos autores manifiestan su condición de ser etnohistoriadores. Más allá de considerarse un campo disciplinar extemporáneo o improcedente a los tiempos actuales, se presenta como un campo temático y disciplinar historiográfico y antropológico, dirigido al estudio de los pueblos americanos, reducidos a indios por el colonialismo europeo. Estos estudios, incluso, pueden abarcar espacios temporales más allá de la llegada europea a América, ampliándose así los horizontes históricos hacia los dominios de la disciplina arqueológica y, consecuentemente, hacia la integración de los métodos y recursos historiográficos y arqueológicos (Spores, 1980: 579; Nacuzzi, 1990: 161-163, 172; Curátola Petrocchi, 2012: 62, 68).

Ahora bien, visto desde el ámbito venezolano y latinoamericano actual, el enfoque etnohistórico abarca asimismo la reconstrucción, sincrónica o diacrónica, de los contextos socio-históricos y culturales de comunidades y grupos afroamericanos y campesinos, entendidos estos últimos como componentes poblacionales de ascendencia indígena con diversos grados de hibridación cultural. En ese sentido, son referencia los trabajos tempranos de Arboleda Llorente (1950) y Acosta Saignes (1984 [1967]) sobre la vida de grupos africanos y sus descendientes de Colombia y Venezuela, respectivamente (ver también Díaz Casas y Velázquez 2017 para casos de estudios desarrollados en México). Asimismo, sobre grupos campesinos o con grado de hibridación cultural con componente indígena, vale mencionar las obras de Clarac de Briceño (2017 [1985]), Gruzinski (2016 [1988]), el compilatorio editado por Salomón y Schwartz (1999), y Salomón (2001), entre otros.

Dibujo ataque de los portugueses y los tupiniquines contra las chozas de los tupinambás, por Theodor de Bry (1592). Fuente: dornickeCC0 vía Wikimedia Commons https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Theodor_de_Bry_-_Ataque_de_Portugueses_e_ Tupiniquins_%C3%A0s_Cabanas_Tupinamb%C3%A1s.jpg

En definitiva, el enfoque etnohistórico, asumiendo posturas éticas, se inscribe en la crítica hacia el sesgo eurocéntrico plasmado tanto en documentos coloniales como en la literatura inspirada por enfoques positivistas u otros epistemológicamente alineados con el pensamiento occidental-moderno. Esto implica la confrontación hacia tales visiones, en aras de reivindicar esas formas no-occidentales de representación y de relacionarse con el mundo propias de las sociedades latinoamericanas pasadas y presentes. Todo ello, de algún modo, posiciona a la etnohistoria en consonancia con las perspectivas poscolonial y decolonial, como se verá en las siguientes líneas.

Referencias bibliográficas

Acosta Saignes, Miguel (1984): Vida de esclavos negros en Venezuela. Caracas: Vadell Hermanos Editores.

Arboleda Llorente, José Rafael (1950). The Ethnohistory of Colombian NegroesTesis de Maestría, Northwestern University, Evanston.

Areces, Nidia R. (2008). La Etnohistoria y los Estudios Regionales. Andes, 19, pp. 15-28.

Boccara, Guillaume (2012). ¿Qué es lo "etno" en etnohistoria? La vocación crítica de los estudios etnohistóricos y los nuevos objetos de lucha. Memoria Americana20, número 1, pp. 35-52.

Clarac de Briceño, Jacqueline (2017). La persistencia de los dioses. Etnografía cronológica de los Andes venezolanos (edición digital). Fundación Editorial el Perro y la Rana. Caracas. 

Curátola Petrocchi, Marco (2012). Los cinco sentidos de la etnohistoria. Memoria Americana, 20, Nº 1, pp. 61-78.

Díaz Casas, María Camila y Velázquez, María Elisa (2017). Estudios afromexicanos: una revisión historiográfica y antropológica. Tabula Rasa, No. 27, pp. 221-248.

Gruzinski, Serge (2016). La colonización de lo imaginario: sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI-XVIII. Fondo de Cultura Económica, edición electrónica. México.

Lorandi, Ana María (2012). ¿Etnohistoria, antropología histórica o simplemente historia? Memoria Americana, Nº 20, pp. 17-34.

Lorandi, Ana María y Del Río, Mercedes (1992). La etnohistoria: etnogénesis y transformaciones sociales andinas. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, Argentina.

Nacuzzi, Lidia R. (1990). El aporte de la etnohistoria al estudio de la arqueología de Patagonia. Runa, volumen 19, número 1, pp. 161-175.

Salomón, Frank (2001). Una etnohistoria poco étnica. Nociones de lo autóctono en una comunidad campesina peruana. Desacatos, n.7, pp. 65-84.

Salomón, Frank y Schwartz, Stuart B. (1999). The Cambridge History of the Native Peoples of the Americas, Volume III: South America, Part 2. Cambridge University Press. Cambridge, Reino Unido.

Spores, Ronald (1980). New World Ethnohistory and Archaeology, 1970-1980. Annual Review of Anthropology, 9: pp. 575-603.

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