Las huellas del jaguar y el ciclo pleyadino
Versión original publicada luego con variantes en el libro "Etnohistoria del arte rupestre tacarigüense". Disponible en: http://saber.ula.ve/handle/123456789/47672
El término huellas del jaguar
define a un particular diseño rupestre de amplia dispersión, no sólo en la
geografía nacional sino en las tierras bajas suramericanas. En efecto, su
presencia en los petroglifos de diferentes regiones históricas una cualidad de figura
trashumante, es decir, posible compañero de ruta de antiguas travesías y
movimientos étnicos ocurridos en el subcontinente, causantes éstos de préstamos
e intercambios ocurridos entre los diferentes colectivos socio-culturales. Su
abundante presencia en la región Central venezolana, por ejemplo, queda
manifiesta al detallar la cantidad de veces que se encuentra representado en
los múltiples paneles rocosos existentes. Esto señala la importancia de su
estudio en función de la formulación de hipótesis que permitan un acercamiento
a las respuestas en torno a su existencia dentro de la iconografía rupestre de
esta región.
La huella del jaguar es un
diseño constituido por una semiesfera central comúnmente rodeada en su parte
superior por otras semiesferas menores, por lo general en trayectoria orbital y
en cantidades que oscilan entre cuatro y seis. Tal disposición le
confiere un palpable parecido con la huella de un felino; de allí el origen del
término popular con que se le conoce. Esto sería el motivo por el cual algunos
estudiosos del arte rupestre plantearan una relación de esta representación con
el jaguar, animal ampliamente mencionado en los relatos míticos de los
aborígenes americanos. Así, por ejemplo, el investigador Omar Idler, en un
estudio inicial sobre las representaciones rupestres de la cuenca del lago de
Valencia, concordaría con las presunciones de Hellmuth Straka sobre la posible
relación de las huellas del jaguar con
la deidad totémica Yurupari, un personaje mítico mitad hombre y mitad jaguar
(Idler, 1978b: 19). Straka aparece suscribiendo la propuesta: “…La huella del jaguar, que se encuentra en
todas partes, es la huella del dios Yurupari, que tenía una pierna humana y una
de jaguar…” (Straka, 1975: 449).
Sobre la figura del jaguar -animal épico de los nativos americanos- son
muchos los relatos míticos que lo involucran. Por ejemplo, Michel Perrin (1993
[1976]: 176) señala que entre los indígenas wayuu[1], Epeyüi
-el jaguar sobrenatural- es capaz de tomar la apariencia humana. Este felino es
considerado por esencia fuerte y poderoso en la cosmovisión de este grupo,
condiciones muy tomadas en cuenta por el hombre guajiro (Perrin, 1993 [1976]:
176). Igualmente, entre los wayuu el jaguar es poseedor de cualidades humanas,
tal cual se destaca en el mito épico de Maleiwa, su Dios creador:
-¡Socórrome abuelo! / dame
de beber, me muero de sed. / Jaguar estaba quemado en todas partes... / -aún
hoy, / se ven las manchas negras del fuego sobre su piel-. / Pero el hombre
había escondido su agua. / Fue Maleiwa quien le había ordenado que así lo hiciera.
/ -Te daré de beber si me das tu ano. / -¿No soy un hombre? Respondió Jaguar. /
-¡Si eres un hombre, vete!, dijo Julera (Perrin, 1993 [1976]: 117-118).
Sin embargo, para Idler, la
identificación del diseño rupestre en tanto impronta felina quedaría en
entredicho a la luz de nuevos reportes y observaciones más detalladas de la
representación. Ciertamente, se encontrarían casos en que las semiesferas
orbitales se hallan en cantidades superiores a las antes mencionadas, incluso
rodeando por completo la semiesfera nuclear. También existen ejemplos en donde
no se cumple la disposición orbital de las semiesferas externas. De tal manera
que la variación numérica de las oquedades y su disposición en el conjunto,
supondría entonces un alejamiento de la interpretación zoomorfa otorgada a la
representación.
Un dato muy importante que captaría Idler en relación con las huellas del jaguar, se encuentra en la
reproducción gráfica que a principios de siglo XX Theodor Koch-Grünberg
realizó de un relato mítico entre los indígenas de la Guayana venezolana. En
efecto, en el mito Zilizoaíbu se
transforma en Tamekán (las Pléyades), se cuenta como Tamekán (el manco) ascendió al cielo y dio origen a la constelación
de las Pléyades (Koch-Grünberg, 1981 II [1924]: 24, 56-59). En tal sentido,
Idler destaca: “…Fue precisamente Koch
Grümberg [sic] (…) quien reprodujo
por primera vez (…) la representación
de las Pléyades como una esfera central rodeada de nueve astros menores…”
(Idler, 2007: 4). En la reproducción de Koch-Grünberg, la figura de las
Pléyades, constituyendo la cabeza de Tamekán,
se concibe como un círculo rodeado de nueve puntos orbitales de diámetro menor.
Esta referencia sería el sustento principal de una nueva propuesta
interpretativa de Idler, relacionada con las huellas del jaguar.
Según el imaginario mítico compilado por Koch-Grünberg entre los
indígenas taulipáng, las Pléyades integran junto a la constelación de Tauro y
parte de Orión la representación de un personaje el cual le faltaría una de sus
extremidades inferiores, conocido como Tamekán
(Koch-Grünberg, 1981 II [1924]: 56). Tamekán,
entonces, “…en idioma Taulipang, es el
hombre con una sola pierna (el manco)…” (Idler, 2007: 3). En la concepción
de este grupo, las Pléyades simboliza la cabeza del héroe cultural, mientras
que el cuerpo está conformado por el conjunto de Aldebarán (Tauro) y la pierna
por la sección correspondiente a la constelación de Orión (Koch-Grünberg, 1981
II [1924]: 60).
Tal como lo advierte Koch-Grünberg (1981 II [1924]: 24; III: 236), la
constelación de las Pléyades jugaría un papel estelar frente a las demás
estrellas del conjunto, en tanto que a partir de ella los indígenas guayaneses
determinarían las estaciones y el momento oportuno de cultivar en los conucos.
Pero además, marcaría el momento de la puesta de huevos o huevas de las hembras
de los peces, pues su presencia en la bóveda celeste coincidiría con la
remontada de enormes bancos de estos animales acuáticos por los ríos de la
región, traduciéndose esta circunstancia en abundancia de alimento para los
indígenas (Koch-Grünberg, 1981 III [1924]: 238).
El relato mítico taulipáng Zilizoaíbu se
transforma en Tamekán (las Pléyades) guarda correspondencia con
otro compilado por el etnógrafo alemán entre los indígenas arekuná[3], en
la misma región guayanesa: el mito de Zilikawaí.
Allí se hace mención al hombre que, habiéndole cortado su mujer una pierna,
ascendió al cielo en forma de constelación (Koch-Grünberg, 1981 III
[1924]: 207-221). La diferencia sustancial de esta versión, está en el nombre
con que se menciona el ser de una sola pierna: en este caso el demiurgo Tamekán de los taulipáng -antes de
ascender al cielo llamado Zilizoaíbu- se menciona bajo el término de Zilikawaí. Este personaje, al igual que
en la adaptación taulipáng, está representado en el cielo por las Pléyades
(cabeza), el conjunto de Aldebarán (el cuerpo) y parte de Orión (la pierna) (Koch-Grünberg, 1981 II [1924]: 24).
Dadas las similitudes culturales entre estos dos grupos, posiblemente el
etnógrafo alemán tomaría como una unidad ambas versiones del mito, deducible en
el siguiente pasaje de su obra: “…la
leyenda Arekuná-Taulipáng de Zilikawaí-Zilizoaíbo [sic]…” (Koch-Grünberg, 1981 III [1924]: 230). Esto se evidencia
también en la leyenda que acompaña la representación gráfica de el Manco, en tanto que allí los términos
Zilikawaí-Tamekán se encuentran
unificados.
Específicamente, el personaje sin pierna sería Zilikawaí, mientras que Tamekán
vendría a ser solo su cabeza (las Pléyades): “…Tamerán [sic][5], cabeza de Zilikawai…” (Koch-Grünberg,
1981 II [1924]: 60). Lo anterior se repetiría en otro apartado de la obra,
acompañada por una gráfica de las estrellas que conforman el personaje. Un hecho interesante a destacar de la gráfica está en la representación de
la cabeza de Zilikawaí (las Pléyades), esta vez observada con seis círculos,
cuatro de ellos orbitando alrededor de otro de mayor diámetro, y uno de igual
diámetro que los cuatro pero dispar en cuanto a la posición equidistante del
núcleo central. Este apartado expresa textualmente lo siguiente:
Las Pléyades, “Tamekán”,
forman, de acuerdo con la interpretación india, con el grupo Aldebarán y una
parte de Orión, la figura de un hombre con una sola pierna, Zilikawaí y
Zilizuaípu [sic], que subió al cielo después que su mujer infiel le cortó la
otra. Al lado de las Pléyades, que representan la cabeza del hombre, las demás
estrellas desempeñan un papel secundario (Koch-Grünberg, 1981 III [1924]: 236).
Este tratamiento unitario
-pero también contradictorio- de la compilación presentada por el erudito
alemán, se evidencia también en el trabajo de Idler cuando expresa lo
siguiente: “…durante su estadía entre los
grupos étnicos Taulipang y Arekuna, de filiación lingüística caribe, recopiló [Koch-Grünberg] el mito del héroe cultural Zilizoaíbu (o
Zilikawaí), quien se transformó en Tamekán (las Pléyades)…” (Idler, 2007:
3). El título de la versión taulipáng, ciertamente, reza así (Zilizoaíbu se
transforma en Tamekán), dejando aparentemente asentado el nombre del personaje
mítico luego de ascender al cielo en forma de constelación. Ello también se
deja entrever al inicio de este relato, cuando textualmente se expresa: “’Tamekán’ es un hombre de una sola pierna…”
(Koch-Grünberg, 1981 II
[1924]: 56). Sin embargo, esto se
contradice en otros pasajes del relato, como por ejemplo en la traducción de la
voz taulipáng Tamekán (Pléyades),
supuestamente la que nombra una parte (la cabeza) del demiurgo de una sola
pierna, evidenciado en la frase Tamekán
t-eság peponón etoikená eizi, literalmente traducida como “Pléyades cuerpo
pierna que queda una sola yo soy”[6]. De esto hay mayores evidencias en las gráficas
publicadas, donde el personaje mítico se representa en el
cielo por las constelaciones de las Pléyades (tamekán, la cabeza), Tauro (tamekansatepe,
el cuerpo) y Orión (peponón, la
pierna no cortada)[8]. El hecho es que la traducción del relato
Taulipáng no explicita con claridad el nombre de Zilizoaíbu al subir al cielo. Acaso la relevancia de las Pléyades
dentro del conjunto explicaría por qué la voz que la nombra (Tamekán) sea
también la que determina la totalidad de la representación mítica. Pero también,
cabe la posibilidad de que simplemente Zilizoaíbu
o Zilizuaípu (Koch-Grünberg, 1981 III [1924]: 236), al igual como sucede en la versión arekuná
del mito, conserve su nombre al convertirse en constelación.
Mas, toda esta asociación de las huellas
del jaguar con la representación de las Pléyades entre los indígenas
guayaneses -siendo éstos de filiación lingüística caribe- entraría en
contradicción con la pretendida autoría arawak de los “signos pleyádicos” de la
región tacarigüense, propuesta por Idler (2007: 2). Esta pretensión la asumiría
el autor no obstante reconocer su desconocimiento acerca de la existencia de
elementos cosmogónicos arawaks relacionados con las Pléyades (Idler, 2007: 6).
Presumiendo entonces tales relaciones, plantea que las mismas podrían revelar
aspectos sobre la presencia de las huellas
del jaguar en los petroglifos del lago de Valencia, de allí que solicite la
asistencia de otros investigadores rupestrólogos para el encuentro de estos
vínculos, en función de corroborar sus propuestas preliminares (Idler, 2007: 6).
Por las razones esgrimidas, y con el ánimo de acrecentar el aporte de
Idler, se prestó aquí especial atención en ubicar tales relaciones. Los
primeros datos se encuentran en las investigaciones del mismo Koch-Grünberg en
la región del río Negro[9],
vinculadas además directamente con los petroglifos del lugar. De acuerdo a las
descripciones del explorador alemán (1907: 39), en un petroglifo ubicado en San
Felipe, en la margen izquierda del río Negro, se ubica un diseño consistente en
un círculo con siete oquedades poco profundas en su interior,
el cual los “indios” del lugar conocían con el nombre de “Pléyades”[10] (Koch-Grünberg,
1907: 39). Otro ejemplo mencionado por Koch-Grünberg (1907: 70) son las
improntas estampadas por un enorme jaguar que en los tiempos míticos pasaría
saltando por unas peñas del río Aiary, afluente del río Negro.
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Diseño rupestre registrado por Koch-Grünberg en la región del río Negro, asociado a las Pléyades. Fuente: Koch Grünberg, 1907. |
Se tendrían entonces dos aspectos importantes a destacar en estas
referencias de Koch-Grünberg. Lo primero es la asociación con la cosmovisión
indígena arawak de la existencia de la constelación de las Pléyades; lo segundo,
las posibles similitudes del diseño, en el segundo caso mencionado, con la
representación caribe de Tamekán, por
consiguiente, con las denominadas huellas
del jaguar. Citando a Ortiz y Pradilla (2002: 10, 22), destaca el
mencionado diseño rupestre del petroglifo de San Felipe como uno de los
emblemas utilizado por el clan Waliperi
(Pléyades), del grupo kurripako[11]. La
región donde este pueblo indígena habita actualmente comprende el territorio
originario de los grupos de habla maipure (tronco arawak), que incluye -además
de los mencionados- a los piapoco, baniwa, warekena, baré, tariano, entre otros
(Ortiz y Pradilla, 2002: 3). Otra representación pleyádica asociada con
este clan consiste “…en un triángulo de
puntos con una línea de puntos que nace en uno de los vértices…”[12] (Ortiz
y Pradilla, 2002: 22).
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Representación del clan Waliperi (Pléyades) entre los kurripako. Fuente: Ortiz y Pradilla, 2002. |
En relación con los kurripako, conviene advertir -acorde con el fin
perseguido de asociar a las Pléyades con algún “andamiaje mitológico” entre los
arawak- el mito de Ñapirikuli y los
primeros hombres. Allí se relata el origen de uno de los clanes principales
de este grupo, los Waliperi, asociado
a las pléyades. La siguiente versión, extraída del trabajo de Ortiz y Pradilla,
fue compilada en 1957 por el etnólogo alemán Wilhem Saake en el río Isana[13] y
publicada en español por el antropólogo venezolano Omar González Ñáñez:
Ñapirikuli, el héroe
cultural, junto con sus compañeros Yuuli, el Pensamiento, responsable de rezar
las comidas para que no hagan daño, y Maliri, que cura chupando los huesos,
pelos, piedras y astillas causantes de las enfermedades, andan buscando hombres
para poblar la tierra. Llegaron a Jípana, en el ayarí y allí Ñapirikuli, con un
espejo, miró hacia el cielo pero no vio nada. Volteó el espejo hacia la tierra
y vio gente. Entonces mandó excavar un hueco. Un primer grupo se lo dio a
Yuuli. En el raudal más abajo oyó un zumbido. El carpintero perforó un hueco y
salió un Siussi-tapuia o waliperi (gente pléyades, uno de los clanes mayores de
los curripaco) [Ortiz y Pradilla, 2002: 10].
Otra versión del mito señala que después de un primer nacimiento en el
raudal Jípana[14]
de indígenas y blancos, brotarían de él los clanes Waliperi y Jojoden,
asociados con el tabaco de Yuuli (Ortiz
y Pradilla, 2002: 10). En esta adaptación se explica el surgimiento de los
diferentes clanes kurripako y demás grupos indígenas, en asociación con los
puntos cardinales que marcan el territorio de este grupo, concordantes con
ciertos raudales de los numerosos ríos que recorren la región. Estos puntos
fluviales, de acuerdo con otra versión, fueron creados por Ñapirikuli para obstaculizar el paso de los peces en lugares que a
su vez están vinculados a un tipo de perro de agua, cada uno caracterizado por
un color diferente (rojo, marrón, blanco y negro) y a una estrella de la bóveda
celeste (Vega, Arturo y dos más de primera o segunda magnitud) (Ortiz y
Pradilla, 2002: 10).
Entretanto, y lejos del territorio amazónico, otro grupo arawak también
hace ostensible sus relaciones cosmogónicas asociadas con las Pléyades. Entre
los wayuu[15],
esta constelación guarda relación con la breve estación lluviosa que acontece
en la península de la Guajira entre los meses de abril y mediados de junio
(Perrin, 1993 [1976]: 225-228). Según la mitología de este grupo, se considera
a Iiwa (las Pléyades) un ser
masculino asociado a Juya y a sus
expediciones contra Pulowi, siempre
en constante movimiento, uniéndose para llover o para crear relámpagos (Perrin,
1993 [1976]: 228). Juya (o Juyá) es el ser mítico dueño de las
aguas del cielo, el que representa la fecundidad, amo de la caza y la guerra,
poseedor del arma del rayo, el ser “hipermasculino”; el que provoca el brote de
la semilla y la renovación de los pastizales (Perrin, 1993 [1976]: 142, 152,
165, 166, 168). Por el contrario, Pulowi
es el demiurgo relacionado con la muerte, la sequía y la oscuridad, vinculado a
la tierra o el mar; “hiperfemenina”, la dueña de las profundidades y señora de
los animales salvajes y las plantas silvestres (Perrin, 1993 [1976]: 152, 155,
165, 167). Juya y Pulowi, héroes culturales de la
mitología wayuu, dotados de fuerzas opuestas y en apariencia inconciliables,
serían, no obstante, marido y mujer (Perrin, 1993 [1976]: 172).
Se tiene entonces que en la cosmovisión wayuu los seres sobrenaturales
relacionados a estrellas tales como Juyo’u
(Arturo), Iruala (Spica) Pamü o Ichii (Vega), Oummala
(¿Sirio?), Iiwa (las pléyades),
serían aliados de Juya en el combate
contra Pulowi, asociado éste a la sequía
(Perrin, 1993 [1976]: 96-97, 143). Dichas estrellas están vinculadas con el
principio o el fin de las estaciones de lluvia (Ilustración 62), las cuales son
dos: una breve estación húmeda entre los meses de abril y mediados de junio, regida
por Iiwa (Pléyades); y una gran
estación lluviosa de mediados de septiembre a mediados de diciembre, tutelada
por Joyo’u (Arturo) (Perrin, 1993
[1976]: 226-227). En cambio, las dos estaciones secas -entre finales de
diciembre a marzo y mediados de junio a mediados de septiembre- los wayuu las
vinculan con fenómenos de la naturaleza relacionados con la flora o la fauna,
en tanto que asociadas a Pulowi (Perrin,
1993 [1976]: 225). Por ejemplo, la estación Patsuasi
(flor de patsua) comienza con la iniciación de la floración de este árbol, o Pshale’esüin, literalmente “bebida del
chiriguare”, con la nidada de esta rapaz suramericana (Perrin, 1993 [1976]:
226).
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El año guajiro, según Perrin. Fuente: Perrin, 1993. |
La asociación cosmogónica de las Pléyades entre los wayuu también se
manifiesta en el mito La deuda de Juya (Perrin,
1993 [1976]: 104-105), donde se narra el asesinato cometido por Juya a causa del adulterio de su esposa,
la cual fornicaba con Iiwa (las
Pléyades). A raíz de ello, para pagar su afrenta (el asesinato de su cuñado) Juya necesitaría juntar[16]
muchas gentes y animales; de allí la razón de que éstos enfermen y mueran. A
cambio Juya otorga la lluvia a los
parientes de los fallecidos, proveyendo así de pastizales al ganado y
fertilizando la tierra para la siembra. Por tanto, “…El precio de las lluvias y de los pastizales, / es la muerte de los guajiros y de todos los
animales…” (Perrin, 1993 [1976]: 104). De esta manera los wayuu establecen
relaciones estrechas entre la lluvia y los muertos, donde Iiwa (las Pléyades) juega un rol protagónico. Lo anterior es de
nuevo manifiesto en el siguiente relato de este grupo, compilado por Perrin:
Cuando escuchaban el trueno
de Juya / cuando escuchaban el trueno de Iiwa, / los guajiros de la orilla del
mar se ponían a llorar, / porque se acordaban entonces de sus parientes
muertos, / Pero al mismo tiempo decían: / -La lluvia trae los alimentos, y bien
pronto podremos saciarnos (Perrin, 1993 [1976]: 194).
Se puede concluir entonces, de acuerdo a lo antes expresado, la
existencia de relaciones vinculantes entre las Pléyades y elementos míticos de
los grupos arawak, tal cual las presunciones de Idler. Esto obliga a continuar
con los estudios que demuestren -tal cual expresa este autor- la propuesta de
significación para Las huellas del jaguar
y el porqué de “…la profusión con la que
este símbolo fue grabado en los centros ceremoniales arawakos, como en el caso
del yacimiento de «Piedra Pintada»…” (Idler: 2007: 6). Empero, sobre tal
presunción, primeramente habría que suprimir lo que estarían señalando los
datos, esto es, la posible relación caribe evidenciada en la reproducción
gráfica del ciclo pleyadino entre los Taulipáng-Arekuná guayaneses, expresados
por el mismo Idler citando los estudios de Koch-Grünberg. Por consiguiente, la
primera tarea estaría en asociar -o descartar, según el caso- las huellas del jaguar con una posible
reproducción rupestre del mito caribe de Zilizoaíbu-Zilikawaí
en los petroglifos de la región tacarigüense, por ejemplo. Ello se erige como
una labor llena de complejidades; no obstante, queda lo presente como aporte a
la consecución de estos fines.
[1] Grupo de filiación lingüística arawak
que habita la Península de la Guajira, extremo Nor-occidental venezolano.
[3] Subgrupo pemón de la familia caribe que habla una variante dialectal ligeramente distinta a la taurepang y kamarakoto (Cfr. Mosonyi y Mosonyi, 2000: 44).
[5] Es decir, Tamekán, lo que debe ser un error en la publicación.
[6] Cfr. la nota al pie de la p. 57, tomo II, de
Koch-Grünberg.
[7] Ver ilustración 32 y 60.
[8] La voz peponón
estaría en la frase anterior, mas no tamekansatepe.
En su lugar se encuentra t-eság.
[9] Zona limítrofe entre Colombia, Brasil y
Venezuela.
[10] El autor no haría referencia al vocablo
indígena usado para nombrar a esta constelación.
[11] Grupo de filiación lingüística arawak,
habitante de territorio demarcado por los ríos Guaviare, Atabapo,
Guainía-Negro, Isana y Ayarí, en la franja fronteriza de Brasil, Colombia y
Venezuela (Ortiz y Pradilla, 2002: 3).
[12] En trabajos anteriores se ha destacado esta
particularidad entre los kurripako y demás grupos que actualmente habitan la
región del noroeste amazónico, vinculada con el uso y función del arte rupestre
(Páez, 2015 [2010]: 118-119; Páez, 2012: 124). Según González Ñáñez (2020:
129), entre los grupos maipure-arawak del noroeste amazónico esta figura
representa el sexo de Ámarru, la esposa del Dios Creador Iñapirrikuli.
[13] Afluente de la margen derecha del río Negro,
Brasil.
[14] El ombligo del mundo, en el río Isana.
[15] O Guajiro, como también se le conoce, es uno
de los grupos arawak más numerosos, habitantes de la península
colombo-venezolana de la Guajira (Cfr. Mosonyi y Mosonyi, 2000: 35).
[16] En el mito se lee literalmente “reunir”,
pero se entendería que es “matar”.
Tacarigua Rupestre, espacio para la discusión teórica del arte rupestre de las tierras bajas del norte de Suramérica. Visita y suscríbete a nuestro canal de YouTube https://www.youtube.com/@Barutaima
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