Educación y discurso político bolivariano (a propósito de la "falta de educación" de las comunidades como factor de destrucción del arte rupestre)

En: Páez, Leonardo (2019). Patrimonialización de los sitios arqueológicos de la región del lago de Valencia (Venezuela). El caso del Paisaje con Arte Rupestre del Área Noroccidental Tacarigüense. Disertación presentada al Programa de Posgrado en Memoria Social y Patrimonio Cultural de la Universidad Federal de Pelotas, como requisito parcial a la obtención del título de Maestre en Memoria Social y Patrimonio Cultural. Universidad Federal de Pelotas. Pelotas, Brasil. 271 pp.

Cabe, en este sentido, traer a colación el ideario sintetizado en el afamado Discurso ante el Congreso de Angostura de Simón Bolívar, de fecha 1819. Frente a los llamados “representantes del pueblo” en ese congreso, el Libertador pretendió “defender el sistema republicano-democrático como la fórmula política para nuestras jóvenes naciones”, prodigando un destacado conocimiento respecto a la historia europea, tanto antigua como moderna, manejando teorías, autores y conceptos eurocéntricos de la época (Torres Iriarte: 2011: 2). Trayendo a colación una cita del filósofo francés Constantin Chassebouef (uno de los ideólogos de la Revolución Francesa), Bolívar asumiría las experiencias de Grecia y Roma antigua y las más recientes de Francia, Inglaterra y América septentrional, como modelos a seguir para la creación y conservación de las naciones americanas (Bolívar, 2011 [1819]: 9).

Una de las ideas principales esgrimidas en este discurso, estaría sintetizada en la noción moral y luces: “La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una república; moral y luces son nuestras primeras necesidades.” (Bolívar, 2011 [1819]: 12). En efecto, el Libertador alegó ante el Congreso de Angostura la obligación que debía tener el Estado de proporcionar educación ética a los ciudadanos, proponiendo para ello un cuarto poder: el Poder Moral (Plaza, 2001: 10). En ese sentido, asentaría: “demos a nuestra República una cuarta potestad cuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres, y la moral Republicana” (Bolívar, 2011 [1819]: 12). Ese cuarto poder, según su proposición, debía estructurarse en dos cámaras: una comisionada para recompensar las moralidades públicas con distinciones y gloria, y, con ignominia y afrenta, sancionar las inmoralidades; y otra encargada de la educación física y moral de los infantes hasta los doce años de edad (Plaza, 2001: 10).

Bolívar destacó la importancia capital de la educación para la formación de un gobierno estable. La creación del Poder Moral, propuesta devenida según sus propias palabras “del fondo de la oscura antigüedad, y de aquellas olvidadas leyes que mantuvieron, algún tiempo, la virtud entre los griegos y romanos” (2011 [1819]: 14), tendría como propósito fundamental generar el espíritu nacional mediante la moderación de la voluntad general y la limitación de la autoridad pública, alcanzable solamente por la práctica y el estudio (Bolívar, 2011 [1819]: 12). Con esos mismos fines y como base principal del Poder Legislativo, propondría la creación de un Senado Hereditario, cuyos miembros debían surgir “de una educación ilustrada” (2011 [1819: 10, 11). A los representantes de esa instancia, argumentó, el gobierno “debería educarlos en un colegio especialmente destinado (…) Aprenderían las artes, las ciencias y las letras que adornan el espíritu de un hombre público (…) es un oficio que exige mucho saber, y los medios proporcionados para adquirir su instrucción” (2011 [1819: 9-10).

La obligación teleológica del Estado de formar ciudadanos “virtuosos” a través de la educación, por lo general fue señalada como el derrotero a seguir para la “liberación” del país, asumiéndose como bandera discursiva de los regímenes políticos que gobernaron Venezuela. Así es, la educación fue – y sigue siendo – uno de los elementos propugnados como estrategia para alcanzar la formación ciudadana y republicana de la Nación. El tipo de formación ciudadana sería exaltada por José Antonio Páez; también por Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez, los dos dictadores del siglo XX; asimismo el gobierno de López Contreras, el de Guzmán Blanco, el de Castro, los de la llamada era democrática y más recientemente, los de Chávez y Maduro.

Por ejemplo, según Picón Salas, en el último tercio del siglo XIX, el “atraso cultural” de las “masas bárbaras” alborotadas tras la Guerra Federal, hizo a Guzmán Blanco decretar la obligatoriedad de la educación primaria (2012 [1965]: 97). Para esas fechas se pensaba que para merecer el escalafón de país civilizado se habría de librar la revolución positiva, fundamentada “en la educación, las artes, 'la inteligencia y la actividad'” (Straka, 2009: 181). La educación fue también uno de los remedios propuestos durante el gobierno de Gómez para lograr el nivel moral necesario del pueblo y el establecimiento de la República (Vallenilla Lanz, 1991 [1919]: 20; Harwich, 1991: XXXI). En la llamada era democrática del siglo XX se señalaba a la educación como la panacea para superar la vetusta resignación con que las generaciones pasadas aguardaban la felicidad que venía “en el caballo de un general victorioso” (Picón Salas, 2012 [1965]: 68). Se trataría entonces de la misma valoración que, para 1833, propugnaba el doctor José María Vargas, puesta de manifiesto en su discurso para la Sociedad Económica de Amigos del País (1833):

Los pueblos todos tienen en sí el poder de elevarse a las más altas ideas, a las acciones más heroicas, al mayor esplendor, según la educación que reciban, las circunstancias en que se encuentren y las influencias bienhechoras de sus gobiernos y de sus leyes (En Briceño-Iragorry, 1988 [1952]: 81).

La importancia otorgada a la moral y a la educación del pueblo es asimismo observada en el discurso y proyecto político de Hugo Chávez Frías, particularidad que se evidencia en las múltiples ocasiones en que el mandatario parafraseó la idea de Bolívar en sus discursos: “tomando la bandera bolivariana, un hombre sin estudio es un ser incompleto”, dijo, en 2003, durante una alocución en Catia La Mar, estado Vargas (en Susi Sarfati, 2011: 81). Ante la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, realzó la necesidad y querencia de alcanzar un Estado lo “suficientemente moral, suficientemente virtuoso para impulsar la república, para impulsar al pueblo y para impulsar a la nación, asegurando la igualdad, la justicia y el desarrollo del pueblo” (en Susi Sarfati, 2011: 84). En ese mismo año, durante una alocución en el Palacio de Miraflores, recalcó lo dichoso que será el pueblo al legar una “Venezuela nueva, una República nueva, bolivariana y democrática, igualitaria, donde imperen la moral y las luces” (en Susi Sarfati, 2011: 192). Empero, a veinte años que corren de experiencia de este proyecto político, de esta nueva Pequeña Venezuela como bien pudiera definirse, el uso del discurso bolivariano habría funcionado sólo para la creación de identidades políticas en pro del control del gobierno y el Estado. En suma, más de lo mismo.

Lo importante entonces a resaltar, es que tal llamado a la formación del pueblo venezolano estuvo signado por el deseo de incluir a Venezuela por los senderos de la modernidad, en detrimento de los valores representados en la diversidad cultural surgida del propio devenir histórico de la nación. Las concepciones modernas del discurso y proyecto político de Bolívar, asumidas como la panacea por los consiguientes gobiernos republicanos, tenían como propósito llevar a la nación venezolana por los caminos epistemológicos eurocéntricos. Tal labor, de por sí, la vislumbraba el Libertador como una tremenda calamidad, en vista de las dificultades para definir la “familia humana” a la que pertenecían los habitantes de la nación en su conjunto, como se tratará más adelante.

En resumidas cuentas, la formación del carácter identitario nacional invocado por Bolívar, estaría signado por la implementación de una homogeneización social, política y cultural entre los habitantes del territorio a partir de la imposición de concepciones epistemológicas modernas, representadas éstas en nociones como civilización, ciudadanía, república, legislación, progreso, libertad, igualdad, nación, entre otras. La práctica y la educación, a la vez de la creación de un cuerpo legislativo controlado por miembros de una casta (dominante) con una férrea formación “ilustrada”, serían algunos de los mecanismos mediante los cuales se alcanzaría esta ansiada formación y estabilidad identitaria.

Esquema general de la idea de educación en Bolívar. Elaboración propia realizada para esta versión.

Referencias bibliográficas

Bolívar, Simón. Discurso de Angostura. Edición especial diario Correo del Orinoco. Domingo 13 de febrero de 2011.

Briceño-Iragorry, Mario. Pequeño tratado de la presunción. En: ___________. Mensaje sin destino y otros ensayos, pp. 49-108. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho. 1988.

Harwich Vallenilla, Nikita. Prólogo. En: Vallenilla Lanz, Laureano. Cesarismo democrático y otros textos. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 1991.

Picón Salas, Mariano. Suma de Venezuela. Caracas: Fundación Editorial El Perro y La Rana. 2012.

Plaza, Elena. La idea del gobernante fuerte en la historia de Venezuela (1819-1999). Politeia, núm. 27, pp. 7-23. Instituto de Estudios Políticos, Universidad Central de Venezuela. 2001.

Straka, Tomás. La república revolucionaria. La idea de revolución en el pensamiento político venezolano del siglo XIX. Revista Politeia, N° 43, vol. 32, pp. 165-190. Instituto de Estudios Políticos, UCV. 2009.

Susi Sarfati, Salomón (compilador). Pensamientos del Presidente Chávez. Caracas: Ediciones Correo del Orinoco. 2011.

Torres Iriarte. El texto fundamental del ideal bolivariano regresa al Correo del Orinoco: El Discurso de Angostura encierra claves para encarar nuestro presente de cambio. En: edición especial diario Correo del Orinoco, p. 2. Domingo 13 de febrero de 2011.

Vallenilla Lanz, Laureano. Cesarismo democrático Estudios sobre las bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela. En: __________. Cesarismo democrático y otros textos. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 1991.




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