La serpiente cascabel devorando la lechuza

  Versión corregida y ampliada de la publicada en 2009 en "El portavoz del Tacarigua", semanario del mucipio Guacara del estado Carabobo.

 Dentro de las múltiples representaciones rupestres alojadas en las montañas y estribos circundantes del valle del río Vigirima (municipio Guacara del estado Carabobo) destacan las evocaciones de animales, entre ellas la serpiente y la lechuza. Por ejemploLuis Oramas, haciendo mención a un diseño localizado en un afloramiento rocoso del montículo mayor del sitio con arte rupestre Piedra Pintada, escribió lo siguiente: “... Arriba de este petroglifo hay otro curioso, que tiene trazada una serpiente cascabel (Crotalus horridus); del tamaño natural, en posición de caminar, agitando el cascabel al devorar una lechuza (...) La figura de serpiente se repite varias veces en otras piedras de esta agrupación...”  (Oramas, 1959 [1939]: 210) (imagen 1 y 2).

Imagen 1. Dibujo del soporte rocoso donde se encontraba la representación aludida. Fuente: Oramas, 1959.

En la cosmogonía de los pueblos indígenas de las tierras bajas del norte de Suramérica, las rapaces nocturnas y las serpientes juegan un papel preponderante. Por ejemplo, en el mito Makiritare de Hui’io, la gran serpiente, se describe -al igual que la interpretación de Oramas para el glifo de Piedra Pintada- la lucha entre estos dos seres mitológicos. Allí se relata cómo Fri’mene, la hermana de la Luna, intenta salvar de su terrible hermano a los espíritus de los hombres terrestres por nacer, quien los raptó del Cielo haciéndose pasar por el Sol. Escondiendo a Huehanna en su vagina –el huevo con cáscara de piedra donde estaban los espíritus de los hombres-, huyó convirtiéndose en Hui’io, la gran serpiente, dueña del agua (Civrieux, 1992).

Cuenta este mito que el Sol, al enterarse del robo y luego de una infructuosa búsqueda, encomendó a su hermano para que atrapara a la muchacha y rescatara a Huehanna. Ayudado por su amiga la Pavita, la buscaron inútilmente toda la noche, transformados ambos en lechuzas. Al negarse la muchacha, convertida en Hui’io, a entregar el espíritu de los hombres, la Pavita y el hermano del Sol, convertidos en lechuzas, llamaron a la gente para perseguirla y matarla. Al final Hui’io no muere, debido a su gran poder: Se fue a vivir a lo más alto del Cielo, dueña del lago Akúena, el lago celeste de la vida y la juventud eterna (Civrieux, 1992).

 Las representaciones rupestres de Piedra Pintada mencionadas por Oramas como distintivas de la lechuza y la serpiente, la encontramos con pocas o muchas variantes en otros sitios con arte rupestre de la región del lago de Valencia y del área centro-norte venezolana. Señala este autor que estos animales mitológicos era tabú matarlos so pena de sobrevenir grandes tragedias tanto a la persona involucrada como a todo el grupo (Oramas, 1959). En el pensamiento mágico amerindio los animales poseen “fuerzas” que con frecuencia sobrepasan las humanas. Todas las cosas son animadas, no habiendo diferencias entre seres y cosas; el espíritu de un animal no es sustancialmente distinto a la de un hombre (ver, por ejemplo, Alberti & Bray, 2009; Alberti & Marshall, 2009; VanPoll & Newsome, 2012; Vigliani, 2016).

Imagen 2. Soporte rocoso donde se encontraba la representación aludida por Oramas. Fuente: Oramas, 1959.

En ese sentido, la serpiente representa un elemento ligado con el culto a las aguas y la fertilidad, protectora de los bienes espirituales humanos. Entre los aborígenes del Orinoco se creía que Tunaimu, una serpiente de grandes dimensiones, era el padre de las aguas. Otro mito orinoquense relata que en la cumbre del monte Parurari -región de los Tamanacos- habitaba Canepó o Kinemeru –la serpiente-, que al orinar generaba las lluvias. En cuanto a la lechuza, era considerada por algunos pueblos indígenas como signo de la muerte y de los malos presagios, y por otros como el intermediario del inframundo, personificando a su vez la fertilidad, utilizado por muchos shamanes en su contacto con el mundo inmaterial, ofreciendo ayuda y protección en la oscuridad. Muestra de este imaginario persiste aún en nuestros campesinos, que tratan con temor y respeto tanto a las serpientes como las rapaces nocturnas (ver Oramas, 1959; Gallegos, 1977; Cardozo, 1987; Clarac de Briceño, 2010; Idler, 2012).

 Por ejemplo, en el imaginario popular venezolano la lechuza se tiene como ave agorera, como se infiere en el siguiente extracto de la novela “Pobre Negro”, del escritor venezolano Rómulo Gallegos: “...Un guaitacamino, rozándole casi la oreja, le dejó la impresión escalofriante de su vuelo sigiloso. Lejos, en un árbol de la opuesta margen del Tuy, cantó una pavita. Negro Malo se llevó la diestra al inseparable amuleto terciado sobre su pecho, para conjurar el maleficio de las aves agoreras...” (Gallegos, 1977 [1937]: 582).

En suma, en los petroglifos del valle del río Vigirima se encuentran las huellas de nuestra memoria ancestral, el fabuloso pensamiento de nuestros primigenios. A pesar de las dificultades para acceder a los contenidos implícitos en las representaciones, es posible establecer hipótesis que permitan aproximarnos a sus significados. Éstos se ocultan, desafiantes, en los signos, en la materialidad sensible, ante la inclemencia y los desafíos sociales del mundo contemporáneo.

Referencias bibliográficas 

Alberti, B., & Bray, T. L. (2009). Introduction. Cambridge Archaeological Journal, 19(3), 337-343. doi: https://doi.org/10.1017/S0959774309000523

Alberti, B., & Marshall, Y. (2009). Animating archaeology: local theories and conceptually open-ended methodologies. Cambridge Archaeological Journal, 19(3), 344–356. doi: https://doi.org/10.1017/S0959774309000535

Cardozo, Arturo (1987) [1986]. Proceso histórico de Venezuela, Tomo I: las comunidades indígenas y la estructura de la sociedad colonial. Ediciones S.G. Caracas.

Civrieux, Marc de (1992) [1970]. Watunna. Un ciclo de creación en el Orinoco. 2da edición. Monte Ávila Editores. Caracas.

Clarac de Briceño, Jacqueline (2010) [1992]. La enfermedad como lenguaje en Venezuela. Centro Editorial La Castalia, Fundación Editorial el Perro y la Rana. Caracas, Venezuela.

Gallegos, Rómulo (1977) [1937]. Pobre negro. En: Obras selectas. Ediciones Edime. Madrid, España. Pp. 567-823.

Idler, Omar (2012). Evolución de las representaciones serpentiformes orinoquenses en algunos yacimientos de petroglifos del centro norte de Venezuela. Bacoa. Revista Interdisciplinaria de Ciencias y Artes. Año II. Vol. 2. N° 4. Julio – Diciembre. Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFM). pp. 76-85.

Oramas, Luis (1959) [1939]. Prehistoria y arqueología de Venezuela. Construcciones y petrografías de una región de Venezuela. Varias deducciones al respecto. Boletín de la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales, Tomo 20, # 93. Pp. 207-253. Reproducción del artículo aparecido en las Actas de la primera Sesión del 27º Congreso Internacional de Americanismo. Pp. 277-302.

VanPoll, C. S., & Newsome, E. (2012). The spirit in the material: a case study of Animism in the American Southwest. American Antiquity, 77(2), 243-262.

Vigliani, S. (2016). La noción de persona y la agencia de las cosas: una mirada desde el arte rupestre. Anales de Antropología, 50(1), 24-48. doi: https://doi.org/10.1016/j.antro.2015.10.001

Comentarios

  1. Gracias. Profesor, ya no existe esta roca, donde se encontraba la serpiente? en que otros lugares podemos ubicarla? Igualmente esas representaciones de posibles pisadas de jaguar? andamos en esta investigacion .....Saludos

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    Respuestas
    1. Estimado/a grial21, es común observar representaciones serpentiformes en el arte rupestre, tanto pintado como grabado. En esta caso la representación fue sustraída de su posición originaria (el montículo mayor del sitio Piedra Pintada) y robada una de sus partes. Afortunadamente una sección reposa en la propiedad de la familia Zambrano, aledaña al sitio. Hay mucha bibliografía relacionada donde podrá encontrar mayor información. Gracias por el comentario y seguimos.

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