La avifauna mítica en las representaciones rupestres venezolanas: el caso de las rapaces nocturnas de la región nor-central
Leonardo Páez
Ponencia presentada en la IX Conferencia Internacional de Antropología, Simposium Internacional de Arte Rupestre. Instituto Cubano de Antropología, La Habana, Cuba. Año 2008.
publicada en Revista Bacoa: http://bacoa.unefm.edu.ve/archivospdf/ARTICULO%200107.pdf
Resumen
Dentro
del mundo mágico-mítico aborigen encontramos ciertos elementos importantes
relacionados con el búho y la lechuza, rapaces
nocturnas del orden Estrigiformes, puestos en evidencia por algunos
investigadores dentro de las manifestaciones rupestres de la región
centro-norte venezolana.
Representan el inframundo nocturno
por excelencia, atribuyéndoseles características asociadas a la
muerte y al desastre, aunque también se las suponía dotadas de sabiduría,
siendo utilizadas en la medicina popular y en la magia. Desde épocas
prehispánicas eran consideradas por algunos pueblos indígenas como signo de la
muerte y de los malos presagios, y por otros como el intermediario del
inframundo, personificando la fertilidad. Usada por los chamanes en su contacto con el mundo
inmaterial, ofrecían ayuda y protección en la oscuridad.
Uno de los primeros investigadores que relaciona al búho y la
lechuza con las manifestaciones rupestres fue Luis Oramas, quien en 1939 hace
referencia a unas grafías representativas de la “serpiente cascabel devorando una lechuza”, según él ave distintiva
de las tinieblas. La figura de “los ojos de la noche” (la lechuza o búho) la
encontramos, siguiendo las hipótesis de Oramas y continuadas por Hellmuth
Straka (Straka, cit. Ydler, verbi, 2007)
representada en múltiples diseños rupestres de la región centro-norte
venezolana.
Por consiguiente, haremos un intento por abrir camino en la
interpretación de las manifestaciones rupestres venezolanas, esperando ahondar
más para la comprensión de este tema.
PALABRAS CLAVE: avifauna, simbología, rapaces nocturnas,
mitología.
Introducción
La región montañosa de la Cordillera de la Costa, ubicada en la zona
centro-norte de Venezuela, aloja un importante conjunto de yacimientos de
petroglifos, abarcando los estados Yaracuy, Carabobo, Aragua, Miranda, Vargas y
el Distrito Capital. En ésta es común la observancia de figuras que evocan
formas animales, personificadas en reptiles, moluscos, mamíferos, batracios,
peces, aves, entre otras. Dentro de las representaciones de la avifauna, la
personificación del búho o la lechuza, pájaros nocturnos conocidos en el ámbito
del valle del río Vigirima como “Los Ojos de la Noche”, se encuentra extendida
por todo este vasto territorio, particularidad que nos permite vincular la
simbología rupestre con elementos cosmogónicos de nuestros pueblos ancestrales.
Yacimientos de la región Nor-central de Venezuela, según Sujo y De Valencia (1987). |
La labor de relacionar estas grafías a objeto de dar pasos en su
significancia con la tradición mítica de los pueblos primigenios, da por
sentado la irrupción en supuestos que para nada podemos catalogar de absolutos.
Para los estudiosos del tema rupestrológico esta materia es un camino escabroso
en el cual debemos andar con sumo cuidado. En el actual momento coyuntural que
atraviesa el tema rupestre venezolano, es necesario en principio adelantar la
sistematización de la documentación y registro, para luego comenzar con más
fundamentos a hilvanar posibles soluciones en la comprensión de esta vasta
simbología.
Dejando asentado lo anterior, este trabajo se inscribe hipotéticamente dentro
de las posibles relaciones entre la simbología rupestre y el mundo
mágico-mítico aborigen, línea de investigación en la cual es imperioso la
discusión y el debate, desde diversos puntos de vista, para obtener
conclusiones aproximadas a una interpretación satisfactoria de la cosmovisión
prehispánica. Queda a su vez, intensificar la búsqueda de información en
fuentes de primera mano que den peso o validen las aseveraciones que en un
primer intento aquí se expresan.
Características de búhos y lechuzas.
Características de búhos y lechuzas.
Las lechuzas y búhos, por lo general aves que el común
de la gente confunde y relaciona, conforman el orden de las rapaces nocturnas.
Se encuentran diseminadas por casi todo el planeta. Son grandes cazadores, de
hábito nocturno y solitario. Se alimentan generalmente de pequeños mamíferos,
insectos y otras aves, aunque algunas especies se especializan en la pesca. Sus
ojos y oídos permiten diferenciarlos de las demás especies: los primeros son
muy grandes y están orientados hacia adelante, como entre los mamíferos ocurre
con los primates, rodeados por un gran disco de plumas, fijado su extensión por
un aro de plumas pequeñas, duras y rizadas.
Aunque los búhos tienen visión
binocular, es decir, al mirar intervienen simultáneamente los dos ojos, éstos están fijos en su lugar y
tienen que girar toda su cabeza para ver hacia otra dirección, facilitado por
un cuello relativamente largo y flexible, que les permite girar la cabeza hasta
270 grados. En cuanto a los oídos, son muy grandes y presentan en el exterior
notables repliegues de piel, como si tendiesen a formar una oreja, con la
particularidad de que ésta ofrece a cada lado, en la mayor parte de los casos,
formas distintas. Su plumaje es muy espeso y blando, con una mezcla de diversos matices amarillos,
rojizos, pardos y negros. Los huevos que ponen las hembras son casi esféricos,
y absolutamente blancos. Sus nidos son elementales y pueden estar situados en
árboles, cuevas, escondrijos e inclusive en caballerizas.
Mitos y leyendas de las rapaces
nocturnas
Muchos son los mitos y leyendas a lo largo de la historia alrededor de
las rapaces nocturnas, documentados en el folclore de los pueblos y que han
llegado hasta la actualidad.
Tanto el Búho como la Lechuza se han visto afectados por estas
historias, que de acuerdo al área geográfica y la cultura han tenido diferentes
interpretaciones. El temor
a la muerte siempre ha sido el principal generador de mitos, y las lechuzas
fueron las aves de la muerte en el antiguo Egipto, India, China, Japón y gran
parte de América. Varias particularidades de la fisiología de estas aves han favorecido
la indeseable reputación que sufren: sus hábitos crepusculares y nocturnos, sus
cantos y reclamos misteriosos y la mirada fija, casi humana, de sus grandes
ojos. Se le atribuyeron características asociadas a la muerte y al desastre,
aunque también se las suponía dotadas de sabiduría y se utilizaban en la
medicina popular y en la magia.
Mitos fuera de América
Fuera de las tierras americanas los relatos, mitos y leyendas sobre búhos
y lechuzas son ricos y variados. En la Grecia clásica han sido asociadas con el
conocimiento y la cultura, quizás debido a su penetrante mirada. En el mundo
antiguo griego a la lechuza se le vinculaba con Tropos, siniestra deidad que
partía el hilo del destino. Aparece en el escudo de Atenas y también
en sus monedas. Los
atenienses adoraron tanto a la lechuza, que no había templo, palacio, calle,
plaza, ni esquina donde no existiese una efigie, retrato o pintura, inclusive
en sus banderas. En la fábula de Esopo “La lechuza y los pájaros" es
considerada como un ave inteligente y por ello estaba consagrada a Atenea
(Charro Gorgojo, 1997).
En los jeroglíficos egipcios, la lechuza alude a la
muerte, la noche, el frío y la pasividad. También se refiere al reino del sol
muerto, es decir, del sol bajo el horizonte, cuando atraviesa el lago o el mar
de las tinieblas (Op.
Cit.).
El búho y la lechuza
tienen presencia en la Biblia, habitualmente en condiciones de ruina y
desolación. Así, en un fragmento del libro de Isaías, capítulo 34, versículos 11,
14 y 15 leemos:
"Se
adueñarán de ella el pelícano y el erizo, la lechuza y el cuervo morarán
en ella; y se extenderá sobre ella cordel de destrucción, y niveles de
asolamiento (…) las fieras del desierto se encontrarán con las hienas, y la
cabra salvaje gritará a su compañero; la lechuza también tendrá allí morada, y
hallará para sí reposo. Allí anidará el búho, pondrá sus huevos, y sacará sus
pollos, y los juntará debajo de sus alas; también se juntarán allí buitres,
cada uno con su compañera”;
Y en los Salmos 102,
6 dice:
"Soy semejante al pelícano del desierto;
Soy como el búho de las soledades”.
Además están
incluidos como animales impuros según las prescripciones que dio Jehová a
Moisés, constituyendo desde antiguo las aves por antonomasia de anuncios
siniestros. Los bestiarios, tratados escritos en prosa o
verso de la época medieval que contienen la descripción de animales reales o
fantásticos así como los rasgos humanos que ejemplifican, insisten en la
suciedad del búho basándose en una cita del Deuteronomio 14: 15, donde se habla
de las aves impuras que no pueden comerse: “el
avestruz, la lechuza, la gaviota y
el gavilán según sus especies” (Op.
Cit.). La preferencia de este animal por la oscuridad es descifrada por el
cristianismo como un rechazo a las doctrinas de Jesús.
Mitos americanos
En América son muchos los casos en donde los mitos relacionados con el búho
y la lechuza son duales; independientemente del origen de la leyenda, se le
asocia con dos conceptos normalmente opuestos. Así, para ciertos grupos
indígenas Norteamericanos, el búho ofrecía al ser humano protección y ayuda en la
oscuridad, mientras que en otras se consideraba mensajero de la muerte. Simbolizaba
poder pero negativo, utilizado por muchos chamanes y jefes de clanes para
aumentar su poder y grandeza solo para su provecho.
En el mundo Maya le creían el intermediario del inframundo y a su vez
personificaba la fertilidad. Los Señores del Inframundo maya
encomendaron a las lechuzas cuidar un campo con árboles floridos para que no
robaran sus flores los Gemelos; éstas no fueron y enviaron a las hormigas
arrieras, quienes no se conformaron con hurtar las flores, sino que también
partieron con sus mandíbulas las alas y las colas a las lechuzas sin que se
dieran cuenta. Como escarmiento, los
señores del inframundo desgarraron la boca a las
lechuzas y por esta razón la
tienen rajada.
En México al búho se le conoce como
Tecolote o Teco y desde tiempos prehispánicos era considerado como signo de la muerte
y de los malos presagios, representando a varios dioses principalmente del
inframundo en la mayoría de las culturas del México antiguo.
En el folclore de Chile y parte de Argentina los búhos
y lechuzas son considerados un tipo de "ave agorera" (ave de mala
suerte); siendo relacionados con el mito del temido Chonchón. Originalmente en la cultura
Mapuche, la leyenda refiere como Chonchón a la transformación que efectuaría el
Calcu, el cual practica la hechicería con la ayuda de los espíritu wekufe. Más
adelante la metamorfosis a Chonchón sería relacionada al poder de las
hechiceras y brujos que sirven al demonio. El Chonchón se presenta como una rara
ave de plumas color gris ceniciento, formada a partir de una espantosa cabeza
humana, de la que nacerían garras afiladas y unas desproporcionadas orejas que
usa como alas para volar, emitiendo un funesto chillido.
Entre
los Ona, pueblo prehispánico chileno que habitaba la zona del archipiélago de
la Tierra del Fuego, la lechuza nacería por una mujer (Kuumits), la cual estaba
casada con Chiep (gorrión), inclinado a comer carne de guanaco (mamífero rumiante
sudamericano emparentado con la llama y la alpaca). A la esposa no le gustaba
esa carne, por lo que mató a su cuñado para comérselo. Cuando el consorte retornó
a la casa, no encontró a su hermano, descubriendo lo sucedido. Kuumits se
convierte así en lechuza y en la noche escapa riendo, burlándose por lo hecho.
Entre los Moche, pueblo amerindio cuya civilización se desarrolló en la costa norte del
Perú, el búho, muchas veces representado por este pueblo en distintos
soportes como la cerámica y el metal, fue reverenciado como uno de los entes
que ayudan al chamán en su viaje al mundo sobrenatural, siendo posible
observarlo tanto en su forma más realista, como en su metamorfosis hombre-búho,
emparentado estrechamente al mundo sagrado y a la clase gobernante, como imagen
del poder sacro que permite a ciertos hombres relacionarse con elementos
sobrenaturales.
En la cosmogonía de las naciones Caribe-Tupí-Guaraní, el
Primer Padre, Ñamandú, le encarga la labor a la lechuza de ser la dueña de la
noche y las tinieblas, cuando concluye el acto de creación. Un mito guaraní
relata que Pa-pamirí –creador de la nueva tierra-, convertido en lechuza,
golpea con sus alas a una niña púber que vivía en el centro de la tierra, dando
nacimiento a Paí, el gemelo señor del cuerpo resplandeciente, el sol (Fundación
OGA, 2003: 4).
El indígena tupí de
las llanuras amazónicas reverencia a las lechuzas porque ellas devoran las
cobras solapadas y funestas que se deslizan por los plantíos inyectando la
muerte con su colmillo hueco.
Las Rapaces Nocturnas y su representación
en las grafías rupestres de la región Norcentral venezolana
Los
primeros intentos de identificación de rapaces nocturnas en las manifestaciones
rupestres de la región centro-norte venezolana del que tenemos conocimiento
pertenecen al investigador Luis Oramas (1959 [1939]: 210). En una descripción
detallada del yacimiento Piedra Pintada y los alineamientos pétreos del valle
de Vigirima, escribiría lo siguiente:
“…Arriba de este petroglifo hay
otro curioso, que tiene trazada una serpiente cascabel (Crotalus horridus); del
tamaño natural, en posición de caminar, agitando el cascabel al devorar una
lechuza (ave representativa de las tinieblas).
La figura de serpiente se repite varias veces en otras piedras de esta agrupación…”
"La Serpiente Cascabel Devorando la Lechuza". Dibujo de Luis Oramas (1959) [1939]. |
“-no puede ser que se los coma. Los voy a salvar, los voy a guardar para
mí. No quiero devolverlos a Wanadi. Voy a criarlos, a empollarlos. Seré su
madre- así pensó la muchacha cuando vio Huehanna. No dijo nada, pensó nada más”.
Huyendo de Nuna se convirtió en
Hui’io, la gran culebra, dueña del agua. Wanadi, molesto porque habían robado
su Huehanna fue en busca de la muchacha, pero no la encontró. Entonces
encomendó a su hermano Mudo, el espíritu familiar de los huhais terrestres (los
brujos o chamanes), para que la encontrara. Mudo llamó a su amigo Höhottu –la
pavita- para que lo ayudara, se cambiaron en aves nocturnas (lechuzas) y
comenzaron a gritar, llamándola:
“Se cambiaron los dos en aves nocturnas. Toda la noche, llamaron,
chillaron. Llegó aquella. Cuando amaneció, salió del agua, se alzó sobre el
río, altísima diciendo: -Llegué-. No era aquella muchacha la que llegó, sino la
Gran Serpiente Hui’io”.
Hui'io flechada por los cazadores. dibujo de Manuel Velásquez (Dawaschuwa). Fuente: Civrieux, 1992 |
“Los cazadores fueron a flechar la Gran Serpiente: eran muchísimos los
que dispararon, al mismo tiempo; sus flechas volaron; ahora Hui’io parecía un
puerco espín con todas las flechas clavadas en el cuerpo. Se desplomó, aflojó
Huehanna. Huehanna salió disparada en el aire”.
Pero la Gran Serpiente Hui’io no
murió, debido al gran poder que tenía. Se fue a vivir a lo más alto del Cielo,
dueña del lago Akúena, de la vida eterna, de la juventud eterna. Es así como en
el principio de los tiempos Mudo y Hohottu, las aves nocturnas, fueron los guías
de las primeras gentes:
“Mudo, Hohottu, las aves nocturnas, fueron los jefes de aquella gente, en
el principio…”
Petroglifo de Cerro Pintado, estado Amazonas. Foto: colección CINAP-GAN |
Son recurrentes los diseños que evocan formas de serpientes en las representaciones
rupestres, motivo que puede protagonizar una investigación profunda más
adelante. En el estado Amazonas, a doce kilómetros de Atures, se encuentran
unos grabados de tamaño monumental, localizados en una muralla de roca vertical
de grandes dimensiones donde hay, según Civrieux, una representación de 30
metros de largo de Hui’io, la Gran Serpiente, dueña de las aguas, de los mawadi
(seres sobrenaturales de los ríos) y del Arco Iris, diosa de las lluvias, de la
fertilidad de la Tierra y las mujeres:
“una representación pictográfica de
la Gran Serpiente emplumada, Dueña de las Aguas y de la vida terrestre se
encuentra a 12 kilómetros de Atures, Alto Orinoco, fue descubierta por
Chaffanjon hace un siglo” (Op. Cit.: 245).
Siguiendo con Oramas en su descripción de algunos
glifos de Piedra Pintada, en otro pasaje de su obra leemos:
“…Frente a esta muralla,
interceptada por la quebrada seca y un antiguo camino en la afloración
esquistosa, hay interesantes grabados artísticos distintos a los anteriores,
donde se observan manos, círculos radiados y signos complejos (…); en una parte de estas series se ve la
lechuza, esa ave parece que formó parte del tema mitológico de los indios de
Mariara y Tacarigua;” (Op. Cit.: 214).
Diseño rupestre de Piedra Pintada asociado a las rapaces nocturnas. Foto: Leonardo Páez, 2004. |
Compartiendo la propuesta de Oramas, encontramos
analogías de las grafías anteriormente descritas del yacimiento Piedra Pintada
con los grandes ojos del búho o lechuza, afirmación que se refuerza con los
reportes de este diseño en otras áreas de la región centro-norte, como es el
caso de la parroquia Carayaca del estado Vargas (Rojas y Thanyi, 1992), en los
alrededores de la Colonia Tovar del estado Aragua (Szabadics, 1997: 147) y la
Cuenca del río Cepe, municipio Mariño del estado Aragua (recolectado en trabajo
de campo realizado en conjunción con el investigador arqueológico Gustavo
Pérez). Siendo estas aves actoras del mundo mágico-mítico aborigen, quienes les
otorgaban dotes negativos o positivos dependiendo el grupo étnico, no sería
descabellado pensar en consecuencia su representación en las manifestaciones
rupestres.
En una zona aledaña a la Colonia Tovar (Szabadics, Op.
Cit.: 179) y en otra de la Cuenca del río Cepe, ambas en la vertiente norte de
la Cordillera de la Costa del estado Aragua, área por lo demás de gran
concentración de yacimientos rupestres como hemos podido constatar en varias
incursiones de campo (algunas acompañadas con el investigador arqueológico
Gustavo Pérez), se encuentran unas rocas grabadas con grandes semejanzas entre
sí. Ambas reproducen figuras que en un análisis clasificatorio preliminar
podrían traducirse como rostros solares, es decir, astero-antropomorfas. Sin
embargo, realizando comparaciones con la forma del rostro de las rapaces
nocturnas, bien podríamos especular en cuanto a su parecido con estas aves. En
ese sentido, y tomando como referencia la mitología makiritare (Civrieux, Op.
Cit.: 81), cabría preguntarse: ¿serán estos grabados representaciones de Mudo,
el hermano de Wanadi, y su amigo Höhottu, la pavita, cambiados los dos en aves
nocturnas, o de Tawadi, la lechuza, habitantes de Matawahuña, la casa celeste
de los pájaros?. La respuesta absoluta o definitiva a esta interrogante es todo
un desafío para futuras investigaciones.
Diseños rupestres del sector "Cagüíta", parroquia Carayaca, estado Vargas. Fuente: Rojas y Thanyi (1992). Diseños de la Colonia Tovar, estado Aragua. Fuente: Szabadics, 1997. |
Diseños rupestres de la "Piedra de la Luna", sector Cepe, estado Aragua. Registro: Pérez-Páez. Infografía: Leonardo Páez. |
Por ejemplo, dentro de la tradición mítica de los autodenominados so’to (makiritares) de la región amazónica venezolana, la lechuza es un “pájaro mítico nocturno de grandes poderes y sabiduría; reside junto con Mudo y Höhottu en Matawahuña, la casa celestial de los pájaros. Amigo de Wanadi y poderoso auxiliar de los huhai” (Civrieux, Op. Cit.: 263). En otro pasaje del libro “Watunna…” (Op. Cit.: 222) se relata cómo la lechuza (Tawadi) junto con Mudo y Hohottu ayudan a Medatia (el primer huhai humano después de Wanadi) a curarse:
“Llegó a Matawahuña, a la casa de los Tres Pájaros, donde viven Mudo, Hohottu y Tawadi los parientes de Wanadi. Con la ayuda del Kaahi sacó los venenos de su cuerpo. Su cuerpo todavía estaba muy lejos, flotando sobre el akúena. El akato de Medatia regresó a su propio cuerpo, lo despertó, hizo que se levantara. No estaba muerto…”.
En Piedra Pintada, encontramos una grafía fuertemente trazada que es motivo de admiración para las personas que visitan este hermoso y místico paraje; nos referimos a “Los Ojos de la Noche”, diseño que encontramos su análogo en el estado Amazonas, en el yacimiento conocido como “Laja del Tigre”, entre el río Ocamo y el río Padamo (De Valencia y Sujo, 1987: 333), casualmente área mitológica de los Makiritares. En el trabajo de Civrieux (Op. Cit.: 56) los Makiritares mencionan dentro de sus relatos míticos la presencia de grabados en el raudal Tukudi del río Kunukunuma, como se constata en el siguiente fragmento que relata un encuentro entre Kaweshawa, hija del dueño de los peces de Kasuruña, pueblo subacuático de las cabeceras y raudales del Kunukunuma, y Wanadi, el hijo del Sol:
“…Ella mira el collar y lo agarra. Ella mira el collar, lo agarra, lo jala. El aguanta en la orilla, se cuadra y afinca sus pies, deja impresas sus huellas en la roca. No se han borrado; todavía se ven a la orilla de Tukudi…”.
No obstante el río Kunukunuma estar contiguo a los ríos Padamo y Ocamo, a la margen derecha del alto Orinoco, la fuente consultada no menciona relaciones entre el petroglifo de la “Laja del Tigre” con la mitología makiritare. Se presenta entonces el reto de encontrar en las fuentes orales que perviven en esta región amazónica posibles filiaciones entre esta representación y Tawadi, el pájaro mítico nocturno mencionado en la mitología de esta etnia, habitantes desde épocas prehispánicas de las tierras ubicadas al margen derecho del río Orinoco, entre los ríos Kunukunuma, Iguapo, Padamo, Alto Ventuari y Alto Caura (Civrieux, Op. Cit.: 11).
"Los Ojos de la Noche", yacimiento Piedra Pintada. Foto: Leonardo Páez (2006). Petroglifo "Laja del Tigre", estado Amazonas. Fuente: Sujo y de Valencia, año 1987. |
En el sector de la Hacienda El Limón, ubicada en la
Cuenca hidrográfica del río homónimo, en la parroquia Carayaca del estado
vargas (Rojas y Thanyi, Op. Cit), se encuentra un importante conjunto de
petroglifos que convierte a este hermoso paraje de la vertiente norte de la
Cordillera de la Costa en uno de los sitios importantes del país en cuanto a
cantidad, variedad y estética de las grafías se refiere. Al parecer las
exploraciones de campo y el trabajo de rescate y difusión desarrollados en la
zona por el investigador del tiempo prehispánico del Museo Marapa, Alexi Rojas,
arrojan nuevos hallazgos que pronto tendremos a disposición a través de
publicaciones científicas (Rojas, Verbi, 2005). En este sector, a trescientos
metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.) por la carretera hacia la ensenada de
Puerto Cruz, se encuentra la aldea
campesina de Cagüíta. Allí están reportadas tres rocas grabadas (Rojas y
Thanyi, Op. Cit: 94-96), entre ellas una conocida por los lugareños como la
“Piedra de los muñecos”, donde en posición vertical están dos figuras que
evocan, a nuestro parecer, representaciones de las rapaces nocturnas. De forma
“casual” observamos que al igual que en las representaciones de Cepe y Colonia
Tovar interpretadas hipotéticamente según la mitología makiritare, encontramos
nuevamente un par de estas representaciones.
En las afueras del poblado de La Victoria, en la vía
hacia la Colonia Tovar, en el piedemonte de la vertiente sur de la Cordillera
de la Costa y valle del río Aragua (Diessl y León, 1968: 255), se encuentra una
roca grabada de casi seis metros de largo por dos y tantos de ancho, conocida
como la “Piedra de Pinto”. Según el trabajo de Diessl y
León (Op. Cit.: 255-259) en la cual dividieron la superficie grabada en
cuatro campos, en el tercero de éstos y con el número veintiuno encontramos un
diseño descrito de la siguiente manera:
“Un círculo con cuatro líneas
curvadas en su interior y dos círculos superpuestos, con puntos centrales en la
parte superior”.
Más adelante, en el mismo estudio, se encuentra la siguiente
referencia:
“...De seguidas encontramos otra
figura bastante importante: un gran círculo con otros dos más pequeños
insertos. Este dibujo es la forma básica de una variedad de jeroglíficos Mayas.
Aunque la semejanza es muy grande, puede tratarse de una pura coincidencia…”.
Diseño del petroglifo de Pinto. Dibujo de Guillermo Diessl. Fuente: Diessl y León, 1968. |
Comparaciones del diseño de Pinto con simbología mesoamericana, según Diessl y León (1968). |
Comparaciones de diseños rupestres del estado Aragua con escritura maya de Guatemala, según Szabadics (1997). |
Conclusiones
·
Las Rapaces Nocturnas por sus hábitos, cantos, entre otras funciones
orgánicas, han cautivado la imaginación popular y documentadas en el folclor de
todas las culturas del mundo, atribuyéndosele características duales.
·
Dentro de los relatos míticos de los pueblos originarios venezolanos
encontramos relaciones con las Rapaces Nocturnas, por lo que no sería extraño
su representación en la simbología rupestre.
·
Es importante continuar en la búsqueda de información en fuentes de
primera mano que validen las propuestas de interpretación aquí expresadas.
·
Para el estudio rupestre venezolano es imperioso las labores de
documentación y registro, a la vez de coadyuvar en su defensa, tarea que se
presenta ineludible y urgente para la preservación en el tiempo de este legado
histórico, herramienta importante para la reconstrucción del pasado
prehispánico venezolano.
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