Antropologías del Sur: hacia la producción de conocimiento por y para nosotros
Leonardo Páez
leopaezorama@gmail.com
Artículo publicado en: Boletín
Antropológico. Año 32, núm 38, julio-diciembre 2014. ISSN: 1325-2610.
Universidad de Los Andes, Museo Arqueológico / Centro de Investigaciones. Pp.
131-144. Disponible en: http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/1/articulo2.pdf
Resumen
El siguiente es un análisis preliminar que pretende ser un aporte para la
discusión teórica sobre la necesidad de producción de conocimiento
antropológico propio en los pueblos nuestroamericanos.
Se parte de una retrospectiva sobre los cuestionamientos de las bases teóricas
de la antropología, surgidas desde la segunda mitad el siglo XX en el mismo
seno de la disciplina, pasando por la revisión de las nuevas propuestas y
enfoques metodológicos devenidos del quehacer antropológico de Nuestra América, hasta desembocar en la
propuesta de “Las Antropologías del Sur” y la realidad venezolana. En este
sentido, se sostiene que en aras de dar cuenta de una realidad propia y
particular, la praxis investigativa del antropólogo venezolano se fortalecería asumiendo
como presupuesto la visión que lo vincula a sus sujetos de estudio, signada por
la noción de (co)ciudadanía. Asimismo, el discurso teórico-metodológico de las
“Antropologías del Sur” permitiría abordar la investigación desde una visión
descolonizadora, permitiendo la obtención de resultados que redundarán
positivamente en la calidad de vida de los habitantes de nuestras comunidades.
Palabras clave. Antropología propia, Nuestra América, descolonización.
Summary
The following
one it is a preliminary analysis that tries to be a contribution for the
theoretical discussion on the need of production of anthropologic own knowledge
in the peoples nuestroamericanos. It splits of a retrospective on the questions
of the theoretical bases of the anthropology, arisen from the second half the
XXth century in the same bosom of the discipline, happening for the review of
the new offers and methodological approaches developed of the anthropologic
occupation of Our America, up to ending in the offer of " The
Anthropologies of the South " and the Venezuelan reality. In this sense,
it is argued that in order to account for its own reality and particular
investigative praxis Venezuelan anthropologist strengthen taking for granted
the vision that links to their subjects, marked by the notion of (co)
citizenship . Also, the theoretical and methodological discourse
"Anthropologies of the South" would address research from a
decolonizing vision, allowing for results that redound positively on the
quality of life for residents of our communities.
Keywords.
Anthropology own, Our America, decolonization.
1. La antropología y
sus nuevas preocupaciones
A partir de los años 50, 60 y 70 del siglo XX, las disertaciones de
numerosos antropólogos han puesto en evidencia la preocupación frente a la
situación actual y futura de la disciplina antropológica. Luego del derrumbe
del sistema colonial, han surgido diversos razonamientos -desde diferentes
tendencias- para cuestionar las bases teóricas que habrían sustentado por mucho
tiempo el estudio de las sociedades. Las nuevas realidades señalarían un cambio
de visión antropológica para enfrentar los nuevos problemas que no tendría
solución con instrumentos conceptuales considerados extemporáneos dentro de la
disciplina.
Ciertamente, los nuevos contextos históricos supondrían una terrible
paradoja, siendo que la llamada “ciencia del hombre” se vería enfrentada a
graves dificultades existenciales devenidas de las inconsistencias para encarar,
con las herramientas teóricas a disposición, las inéditas particularidades de
las relaciones sucedidas luego de la disgregación de las sociedades llamadas
“primitivas” (Llobera, 1975). Los nuevos avatares centrarían la atención -en
líneas generales- en debatir la anticuada oposición entre el antropólogo y el
“primitivo” (“sujeto” y “objeto”, u occidental y no occidental), los mismos
“objetos” de estudio que, en palabras del antropólogo venezolano Omar Rodríguez:
…“ahora emergían desde sus sociedades
para reclamar a sus opresores de siempre, luego de siglos de dominación
colonial, la restitución de derechos pisoteados mediante sistemas de opresión y
devaluación social y cultural” (Rodríguez, 1991: 134). Así, la antropología
viraría sus perspectivas teórico-metodológicas para enfrentar los nuevos retos
presentes en los contextos socio-históricos a estudiar.
La antropología, siguiendo con Rodríguez (1991), se alejaría entonces de
las anteriores perspectivas, que suscribían de manera complaciente el
desarrollo de un modelo de dominación basado en la voracidad de la ganancia
inclemente, sustentado en la explotación de recursos que perseguían la
satisfacción del sistema económico impuesto desde Occidente. Ahora, la
disciplina prestaría atención a los reclamos y luchas de los oprimidos,
tratando de explicar el hecho colonial en tanto proceso que conllevaría la
destrucción de la identidad de los pueblos, la “folklorización” de las
tradiciones y las costumbres originarias. Por tanto, en palabras de Rodríguez, en
este período histórico la antropología estaría invirtiendo su mirada a favor de
la denuncia, el reclamo y la crítica de las formas de violencia colonial.
Para dar sustento a lo anterior, se citarán a continuación algunos
autores, a manera de ejemplo. En la década de los 50 del pasado siglo, el
político caribeño Aimé Césaire plantearía una dura crítica a la “civilización
occidental”, colocando en la palestra los dos principales problemas que -a su
juicio- habrían causado el tiempo de dominación europea en el mundo: el
proletariado y el hecho colonial (Césaire, 2006 [1956]). No habría
argumentación válida ante los tribunales de la “razón y la conciencia” para una
Europa que es indefendible, según Césaire: la Europa imperialista sería indigna
y pérfida, en cuanto su intento de justificar el hecho colonial resaltando
positivamente los avances materiales registrados en ciertos ámbitos de las
sociedades dominadas. El proceso de “modernización” llevado a cabo por Europa,
según lo planteado por Césaire, no debería confundirse con una
pseudo-colonización diferente a aquella que habría aniquilado a sociedades
autóctonas y desmoralizado a sus integrantes. Es decir, no existiría: …“una colonización ilustrada (…) fundamentada en la etnografía, que
integraría armoniosamente y sin riesgos para la “salud moral de los
colonizados” elementos culturales del colonizador en el cuerpo de las
civilizaciones indígenas” (Leclercq,
1973 [1972]: 205).
Otro planteamiento de Césaire digno de mención, es la alusión sobre las
posibles analogías entre el hecho del nazismo y el proceso colonizador. Para
este autor, nazismo y colonialismo se diferenciarían solamente por el contexto
espacial de su aplicación, pues mientras el primero se habría materializado en
Europa en contra del “hombre blanco” (razón para considerarlo un “verdadero
crimen” contra la humanidad), el segundo habría sucedido durante varios siglos
en las sociedades coloniales. Mientras el primero sería condenado, el segundo
sería legitimado e indultado, por demás. En sus propias palabras:
Que es el nazismo, sí, pero que antes de
ser la victima hemos sido su cómplice; que hemos apoyado este nazismo antes de
padecerlo, lo hemos absuelto, hemos cerrado los ojos frente a él, lo hemos legitimado,
porque hasta entonces solo se había aplicado a los pueblos no europeos; que
este nazismo lo hemos cultivado, que somos responsables del mismo, y que él
brota, penetra, gotea, antes de engullir en sus aguas enrojecidas a la
civilización occidental y cristiana por todas las fisuras de ésta. (…) valdría
la pena estudiar (…) y revelarle al muy distinguido, muy humanista, muy
cristiano burgués del siglo XX, que en el fondo lo que no le perdona a Hitler
no es el crimen en sí, el crimen contra el hombre, no es la humillaci6n del
hombre en sí, sino el crimen contra el hombre blanco, es la humillación del
hombre blanco, y haber aplicado en Europa procedimientos colonialistas que
hasta ahora solo concernían a los árabes de Argelia, a los coolies de la India y
a los negros de África (Césaire, 2006 [1956]:
15)
Otra disertación teórica de muy significativa revisión es la realizada a
principios de los años 60 del pasado siglo por el psiquiatra y filósofo
caribeño Frantz Fanon. En su obra Los
condenados de la tierra (1961), Fanon realizaría un estudio de hondura
sobre la situación de las sociedades bajo el yugo del sistema colonial. En
palabras de Rodríguez (1991), este autor desecharía las anteriores propuestas
dogmáticas ideadas para explicar los contextos colonizados que invisibilizarían
las especificidades y particularidades de cada una de estos contextos. Así, Los condenados… visualizaría el marco
general de la colonización y las formas en que este hecho podría superarse,
convirtiéndose en una importante referencia para interpretar las maneras
subrepticias con que éste se habría manejado (Rodríguez, 1991). De igual
manera, tal como lo sugiere Rodríguez, resaltaría la significación de la
cultura en el proceso de descolonización, asociadas con sus particularidades en
cada sociedad y en las cuales se localizarían las fortalezas para asumir la
liberación del yugo colonial. Para Rodríguez, la contribución más importante de
esta obra se inscribiría en el establecimiento de nuevos paradigmas: …“para los enfoques críticos de toda la
literatura sociopolítica posterior, la misma que ha intentado aproximarse a los
problemas de las sociedades del llamado “tercer mundo”, mediante el registro de
las condiciones históricas determinadas por los mecanismos de la colonización” (Rodríguez,
1991: 139).
En este mismo orden se circunscriben las contribuciones del antropólogo
francés Jacques Berque, quien a finales de la década de los 60 del pasado siglo
también disertaría sobre la colonización y sus consecuencias. Efectivamente,
para este autor “colonizar” sería el fruto del trastorno del “sistema de
vinculaciones” dado entre una naturaleza y una cultura, propia de una sociedad
(Rodríguez, 1991). Esta acción perturbadora se realizaría, en primer término,
desvalorizando la cultura autóctona local, alterando sustancialmente los modos
de vida social, siendo que -por ejemplo-: …“La
religión se convierte en superstición, el derecho en costumbre, el arte en
folklore: y todo ello por relación a las categorías correspondientes del
sistema importado” (Rodríguez, 1991: 60). Para Berque, de acuerdo con
Leclercq, la descolonización alcanzaría su verdadera dimensión no solamente con
la independencia política, sino también con la transformación de las relaciones
económicas. Así, al modificarse estos factores, la descolonización significaría
para los pueblos del “Tercer Mundo” el consentimiento de la emancipación
histórica a través de su particular participación frente al impositivo monólogo
de Occidente (Leclercq, 1973 [1972]). La descolonización, según Berque, se
fundamentaría en el renacimiento de la pluralidad y diversidad étnico-cultural,
condenadas a la extinción por el sistema colonial europeo y minimizado por las
teorías antropológicas que sustentaron este hecho (Leclercq, 1973 [1972]).
Con estos ejemplos se pretende dar significación a una variedad importante
de antropólogos y científicos sociales que a partir de la segunda mitad del
siglo XX habrían dirigido la atención de sus reflexiones hacia la
interpretación y aprehensión de las realidades sociales creadas bajo el régimen
colonial, desde otras perspectivas teóricas y metodológicas. Estos nuevos
espacios y tendencias contribuirían a la edificación de un nuevo estatus de la
disciplina antropológica, amalgamado por la necesidad de una “descolonización
de la ciencia del hombre” que permitiera enfrentar los nuevos retos presentes en
los contextos de las sociedades postcoloniales. De igual manera se tendrían,
además de los citados en párrafos precedentes, los aportes de otros autores
como Roger Bastide, Pierre Bonté, Jean Duvignaud, Marvin Harris, Georges
Balandier, Claude Meillassoux, Emmanuel Terray, Maurice Godelier, Amílcar
Cabral, entre otros (Rodríguez, 1991).
En definitiva, durante este período se gestaron cambios importantes al
interior de la antropología, cada vez con mayor amplitud, dejando en entredicho
muchos de sus objetivos e intereses tradicionales. Las nuevas preocupaciones
estarían entonces dirigidas a dejar atrás las inconsistencias de una “ciencia”
subjetivada por sus métodos y la supeditación a los intereses capitalistas
(Rodríguez, 1991). La (re)valuación de la disciplina, a juicio de Leclercq,
sería indivisible a la del rol de Occidente en la historia y el mundo. La
descolonización sería, por tanto, la consecuencia de esta revaluación,
situación que estaría imponiendo un cambio de estatuto a la llamada “ciencia
del hombre” (Leclercq 1973 [1972]). Faltaría por analizar la naturaleza de
estos cambios en el seno de la América colonizada por los latino-europeos, tema
tratado en las próximas líneas.
2. Antropología y descolonización: el caso
nuestroamericano
Todo el contexto histórico evidenciado en páginas precedentes, han tenido
repercusiones significativas en el caso de Nuestra
América (término acuñado por el cubano José Martí en 1891 para definir la
unidad identitaria de los pueblos americanos ubicados al sur del río Bravo). Efectivamente,
los procesos políticos acaecidos en los otrora enclaves coloniales de África y
Asia durante la segunda mitad del siglo XX -significando el derrumbe del
sistema colonial-, serían puntos de referencia para el surgimiento de una
conciencia crítica en la praxis de las ciencias sociales de este subcontinente
americano. Dichas experiencias pondrían en evidencia el rol protagónico de la
cultura en la resolución del problema identitario y las luchas independentistas
nacionales, siendo importante aprehender este fenómeno y su desempeño en la
acción política como elemento significativo en las luchas de liberación
(Rodríguez, 1991).
Como consecuencia de los nuevos enfoques, durante los años 70 del pasado
siglo se habrían sucedido múltiples aperturas de nuevos campos de investigación
antropológica en el interior de las sociedades nuestramericanas, acordes con
las luchas político-sociales que se vendrían librando en el seno de las mismas
(Rodríguez, 1991). En este sentido, Rodríguez señala el surgimiento de la
llamada “Antropología Crítica”, en tanto nueva perspectiva de análisis e
interpretación de los contextos particulares de lucha popular, de carácter
urbano o rural (cultura popular, movimientos populares urbanos, derecho a la
tierra y el trabajo, reivindicaciones étnicas, entre otros). También dentro de
este contexto el autor inscribe las perspectivas de la denominada “Arqueología
Social”, la cual intentaría dejar atrás la visión y el manejo desvalorizado de
los legados materiales y demás expresiones patrimoniales de las culturas
originarias. Esta tendencia -señala Rodríguez- tendría un carácter
historicista, devenida de una conciencia social y política que recusaría el
manejo sesgado de los sucesos históricos. Por ende, el objeto de la Arqueología
Social giraría sobre la necesidad de un replanteamiento conceptual de las
nociones de historia, arqueología y antropología, donde se involucrarían, en
una acción multidisciplinaria, diversos investigadores de la región (Rodríguez,
1991).
Por otra parte, cabría mencionar las discusiones relacionadas directamente
con el aparecimiento de la llamada “Antropología del Desarrollo”, tendencia
cuyo campo de investigación sería la situación colonial y la antropología al
servicio de ese proceso (González Ñáñez, 2011: 33). Asimismo nacería la
corriente conocida como “Nueva Arqueología”, mencionada por Rodríguez, quien
llegaría a tener una importante cantidad de adeptos a sus preceptos
metodológicos como también a la manera de procesar los datos y materiales
obtenidos de las prácticas de campo (Rodríguez, 1991). Todos estos paradigmas, en palabras de la
antropóloga colombiana Myriam Jimeno (2005), traducirían nuevas maneras de
concebir el trabajo antropológico en Nuestra
América, en función del compromiso político e histórico con el contexto
estudiado, especialmente de los pueblos indígenas.
Estos planteamientos y nuevas tendencias reflejarían los avatares por los
que experimentalmente comenzaría a transitar la disciplina antropológica, en el
marco de los contextos espaciales que tradicionalmente habrían servido para la
investigación antropológica: los pueblos “atrasados” del Sur. Pero esta vez,
ese tránsito tendría la característica de poseer una visión totalmente alejada
del etnocentrismo y de los intereses del sistema colonial europeo. A juicio de
Llobera (1975), estos serían los primeros pasos para el advenimiento de una
nueva antropología en el llamado Tercer Mundo. Empero, el antropólogo
“tercermundista”, según su visión, debería antes superar la paradoja de creer
que en el “Primer Mundo” se ubica el eje dinamizador en la obtención y
producción de conocimiento sobre su realidad socio-cultural.
En todo caso, las tentativas del “Tercer Mundo” para pensarse a sí mismo, tal como lo señala Leclercq (1973 [1972]),
sería el resultado de pruebas, de experiencias válidas y erradas. Para este
autor, los cambios de paradigmas en estado de gestación durante este período apostarían
al derrumbe del monopolio de una antropología netamente occidental, teniendo
ésta que lidiar ahora con el tesón de los grupos subyugados, con el reconocimiento
por parte de ellos de su herencia y su denuedo al querer resolver sus
problemas, devenidos del sistema colonial.
Es en este contexto donde parte la idea de una antropología
nuestramericana, que dé cuenta de las particularidades propias sin los prejuicios
surgidos de intereses foráneos que sólo ha producido dependencia y sumisión.
3. Antropologías del Sur: hacia una
antropología por y para nosotros
Estos cambios y transformaciones por la que estaría atravesando la
disciplina antropológica en Nuestra
América, traducirían un avance hacia el reconocimiento de una necesaria
producción de conocimiento propio. Así, en la última década del pasado siglo se
sucedería una importante discusión sobre la necesaria validación de los
conocimientos producidos por las “ciencias periféricas”, frente a la supremacía
de la ciencia originada en los centros de poder principalmente eurocéntricos
(González Ñáñez, 2011). El planteamiento giraría en torno a las
particularidades nacionales y regionales observables en Nuestra América en torno a la producción de conocimiento
antropológico, que en ningún caso serían asociables a simples prolongaciones o
malas copias de las nociones antropológicas de países hegemónicos (Krotz,
1993). Pues en efecto, a juicio del mexicano Esteban Krotz, si bien se
reconocería el origen “noratlántico” de la disciplina, la praxis antropológica
en los países del Sur mostraría serios contrastes con estas raíces originarias,
motivo por el cual no podría interpretarse dicha praxis como consecuencia de un
proceso de difusión.
Las reflexiones de Krotz de finales del siglo pasado harían referencia a
la idea de una disciplina antropológica de raíces propias, originada en los
contextos espaciales que habitualmente fueron los “objeto de estudio” de la
misma. Sin embargo, el autor dejaría entrever las contradicciones derivadas de
este hecho, en tanto que el desarrollo antropológico en estas latitudes -y a
nivel mundial- estaría aún bajo el control hegemónico de las naciones donde se
habría fundado la disciplina (Krotz, 1993). En este sentido, Krotz realizaría
serias críticas frente a la conceptualización del hecho antropológico del Sur
como mera extensión o adaptación de la producción antropológica de los países
del Norte (Jimeno, 2005). En todo caso, el debate del mexicano sería una nueva
mirada desde la perspectiva nuestramericana, en oposición a una antropología
hegemónica del Norte. El mismo autor definiría este enfoque como las
“antropologías del Sur”, en tanto que:
Resulta obvio que cada vez que se habla de
“la antropología del Sur”, se habla, de hecho, en plural: las antropologías del
Sur son tanto o más polifacéticas como las diferentes “escuelas” o “corrientes”
que se conocen de la antropología del Norte. Empero, al igual que esta última,
comparten determinadas características. Éstas distan de ser claras aun, pero
naturalmente tienen que ver con la calidad de haber sido el “objeto”
tradicional de la antropología original y con la división más profunda del
mundo actual en dos esferas actualmente contrapuestas, el Norte y el Sur
(Krotz, 1993: 10).
El debate se centraría, entonces, en la producción de conocimiento
antropológico propio de Nuestra América,
la cual se vendría desarrollando bajo el influjo de las particularidades del
contexto histórico, en tanto su vinculación con la analogía ciudadana entre el
investigador y sus sujetos de estudio (Jimeno, 2005). Ello supondría, siguiendo
los señalamientos de la colombiana Jimeno, una (re)conceptualización de la
praxis antropológica, en tanto que el “Otro” sería parte del “Sí mismo”. Pues
en efecto, lo anterior estaría comprometiendo la producción teórica del
investigador antropólogo con las sociedades estudiadas. Este argumento de
Jimeno subrayaría que para los antropólogos de la región el contexto de
investigación estaría siendo comprendido no como un paraje extraño, diferente o
retirado, sino como un mundo dinámico, sentido, participante en la edificación
de nación y democracia. Esto se evidenciaría en los trabajos de investigadores
mexicanos y brasileños realizados entre la década de los sesenta y ochenta del
siglo XX, en tanto que habrían priorizado las relaciones de las sociedades
originarias y los estados nacionales (Jimeno, 2005). En definitiva, Jimeno -al
igual que Krotz- visualizaría la condición particular de la producción
antropológica nuestramericana, como consecuencia de las relaciones particulares
entre los antropólogos y sus sujetos de estudio.
Es así como estos nuevos argumentos darían cuenta de la posible
influencia que la (co)ciudadanía vertería sobre la praxis disciplinaria en Nuestra América, además de su asociación
con la práctica política, definiéndose esta condición bajo el término de naciocentrismo
(Jimeno, 2005). En este sentido, la praxis antropológica en la región, en
palabras de Jimeno, estaría permeada por la conformación de los Estados
nacionales, fungiendo de base para la interacción entre antropólogos y los
sujetos de estudio. La disciplina habría participado de manera activa en la
construcción de nuevos enfoques y perspectivas teóricas y metodológicas para
visualizar y aprehender el rol social de multiplicidad de grupos presentes en
estos estados. De esta manera se opondría a los argumentos difusionistas que
interpretaría la producción antropológica regional como un apéndice o “mala
copia” de las realizadas en los centros hegemónicos del Norte (Jimeno,
2005).
Todas estas discusiones formarían parte del devenir actual de la
antropología nuestramericana. La descolonización de la disciplina sería
inseparable de aquella otra que propugna la liberación definitiva de los
pueblos subyugados por las prácticas hegemónicas imperiales. Los retos del
presente vendrían siendo los mismos que se han venido planteando en el curso de
las últimas décadas: la búsqueda de un perfil propio que identifique a la
región dentro de la gama de particularidades presentes en el pensamiento
universal. Un perfil que, tal como lo apunta Jimeno, se encuentre fuera de las
repeticiones acríticas y dé cuenta de la confluencia cultural y social que
caracteriza a la región. Quedarían, empero, muchas barreras por atravesar en
este proceso, aunque cada vez son más las voces y las ganas que se unen a la
labor de descolonizar al mundo del pensamiento hegemónico occidental. En
Venezuela, como en los demás países hermanos subcontinentales, queda mucha
labor por emprender para lograr este propósito, siendo esto tema del siguiente
apartado.
4. Hacia una antropología venezolana
Resulta de mucho interés destacar la importancia de la aplicación de
estos nuevos enfoques metodológicos en la praxis antropológica venezolana. Las nuevas
generaciones de profesionales de la disciplina antropológica del país deben prestar
atención a la urgente e ineludible necesidad de producción de conocimiento
propio, que reconozca y visibilice las especificidades y particularidades de las
realidades nacionales sin la intervención de las (pre)nociones devenidas de una
antropología nacida en los centros hegemónicos de poder. De esta manera, y en
aras de dar cuenta de una realidad propia y particular, la praxis de la
disciplina alcanzaría un estatus práctico, punto de partida para el (re)conocimiento
de los valores culturales autóctonos y su puesta en valor y uso en función de
alterar positiva y sustancialmente los modos de vida de la sociedad en su
conjunto.
En esta medida, es posible reconocer que la praxis investigativa del
antropólogo venezolano se fortalecería con la visión vinculante de dicha praxis
a sus sujetos de estudio, signada por la noción de (co)ciudadanía (Jimeno,
2005). Permeada por esta condición, el compromiso guardaría relación con una
(re)conceptualización del hecho antropológico que, como herramienta para la
descolonización, repercuta efectivamente en la búsqueda de soluciones de los
conflictos sociales que vive la sociedad venezolana en la actualidad. En este
sentido, el discurso teórico-metodológico de las “Antropologías del Sur”
pudiera utilizarse en el abordaje de diversos temas, como por ejemplo las
identidades sociales y políticas, el mundo simbólico de las comunidades
populares, la desigualdad, el endorracismo y la violencia, entre otros. Pero,
asimismo, en aprehender los procesos históricos por los que ha transitado el
país y sus particularidades, en tanto punto central para la interpretación y
aprehensión de las causas y orígenes de los conflictos, coligado al proceso de
colonialismo y descolonización. En estos contextos la antropología venezolana -desde
el enfoque “del Sur”- tendría mucho para aportar.
La realidad venezolana, entonces, se presenta como un terreno abonado de
situaciones de estudio para el antropólogo provisto de una visión
descolonizadora. Una de éstas -por ejemplo- sería el tortuoso camino de
sumisiones que ha enfrentado la Nación en su devenir histórico, que ciertamente
no se aleja de las subordinaciones propias de los demás países
nuestroamericanos. Esto es importante de subrayar, pues los sucesos acontecidos
tanto en la época colonial como en las subsiguientes representarían los
antecedentes directos que darían sustento al contexto político, económico y
social que actualmente se desarrolla en Venezuela y los demás países de Nuestra América. A esto habría que
agregarle más recientemente las nefastas consecuencias del capitalismo, en
tanto factor de ensanchamiento de la brecha que ha impedido a los sectores
populares el acceso a los servicios básicos colectivos, como educación, salud,
vivienda y trabajo (Altez, 2014), razón que justificaría los fenómenos de
conflicto social devenidos en la actualidad.
Una antropología por y para los venezolanos debe plantearse, por tanto,
estudios ligados a los fenómenos que estarían afectando a la sociedad
venezolana. En este orden de ideas, urge la comprensión del comportamiento
social, político y económico signado a relaciones de sumisión con el exterior,
en detrimento de los intereses nacionales. Esta situación se vincularía con lo
que Cardozo y Faletto plantean en su Teoría de la Dependencia, un enfoque a tomar
en cuenta para futuras investigaciones. En sus propias palabras:
La dependencia como fenómeno global que
afecta a una sociedad, no comprende únicamente variables externas, sino también
factores internos que se refieren al `tipo específico de relación entre las
clases y grupos que implica una situación de dominio que conlleva
estructuralmente la vinculación con el exterior` (En Montero, 2004 [1984]: 9).
Profundizando en estas ideas, y tomando como partida los señalamientos de
la psicóloga y doctora en sociología Maritza Montero (2004 [1984]), la dependencia
como fenómeno global no solamente se manifestaría en los ámbitos económico y
social sino también en el psicosocial, en tanto que trastocaría a los
individuos sumidos en esa realidad, creando una actitud dependiente. En este sentido, resultaría sugerente pensar
que en el seno de la sociedad venezolana persistiría aún una aptitud de
dependencia hacia el aparato ideológico del pensamiento positivista, es decir,
aquél que propugna la supremacía de la civilización europea frente a la
barbarie americana, o dicho de otro modo, del eurocentrismo frente al
nacionalismo. Pues al parecer, y concordando con las aseveraciones de la
antropóloga venezolana Yara Altez (2013), los conceptos evolucionistas
decimonónicos -desde hace tiempo caducos y desechados en el seno mismo de la
disciplina antropológica- trascenderían en la sociedad venezolana hasta la
época actual, generando éstos tensiones sociales internas relacionadas con la
dicotomía primitivo-civilizado.
Ciertamente, pudiera especularse la subsistencia ideológica del
pensamiento evolucionista del siglo XIX, entendido como instrumento de
aprehensión y sostenimiento de determinadas formas de actuar y pensar, como
razón de las dificultades que exhibe el país para crear una conciencia grupal y
nacional, en tanto que lo local se estaría juzgando con desdén frente a la
sobrevaloración de las formas de vida y pensamiento europeizante. Ejemplo de
este bloqueo de las potencialidades locales y de las formas de desarrollo y
cohesión social, producto de la dependencia hacia la ideología positivista, se
dejarían entrever en las manifestaciones de endorracismo presentes en el seno
de la sociedad. Éstas quedarían evidenciadas en la resistencia -desde el
momento inicial- de las clases oligárquica y burguesa frente a las presunciones
idealistas del llamado “proceso bolivariano”, en tanto que éstas propugnan la
participación y el progreso de los sectores populares y el deslastre de los
sistemas de subordinación a los factores hegemónicos de poder, observadas en el
devenir histórico nacional.
Precisamente, en los procesos sociales, políticos, económicos y
culturales devenidos de la praxis de las políticas del Gobierno Nacional,
vinculadas a su aparato político-ideológico, se encontrarían otros ricos
escenarios para la investigación antropológica. Así, una propuesta de interés
sería el estudio de las medidas gubernamentales adoptadas para el mejoramiento
de las condiciones de vida de los sectores populares. Pues ciertamente, la
antropología venezolana -desde el enfoque de “Antropologías del Sur”- pudiera dar
cuenta de los resultados de dichas medidas en la vida cotidiana de las
comunidades rurales y urbanas. Una interpretación antropológica, en este
sentido, permitiría comprender los fenómenos por los cuales atraviesa la actual
coyuntura política nacional, coadyuvando a horadar un camino válido en la
consecución de los objetivos previstos, coligados al bienestar y progreso de
estos sectores. Como tema central de estudio, pudiera señalarse el presunto
paralelismo entre la praxis y (re)semantización de las Leyes del Poder Popular
en el seno de estas comunidades, y: …“el
mundo de la vida orientado básicamente por el sentido de la reproducción
social” (Altez, 2014: 226), de su habitantes, entre otros. El planteamiento
de la antropóloga venezolana Yara Altez (2014), denotando tal paralelismo -así
como su “invitación a investigarlos”-, supone un reto para futuras
investigaciones, en el marco del fomento de las Antropologías del Sur.
5. A manera de conclusión
Finalmente, en la medida que estas realidades señaladas en párrafos
precedentes -y otras muchas que quedaron indefinidas- sean abordadas desde la
perspectiva de las Antropologías del Sur, se tendrán resultados que redundarán
positivamente en la calidad de vida de los habitantes de nuestras comunidades.
Lo anterior parte de la descolonización de las teorías y métodos de la
antropología hegemónica del Norte, vistas como instrumentos para la dependencia
y sumisión de los pueblos nuestroamericanos.
Esto representaría una nueva dimensión de la disciplina antropológica que,
en palabras del mexicano Esteban Krotz (2011), centraría la atención en la
apertura de un nuevo enfoque que pugnaría por diversificar o adecuar las
posturas de una ciencia social universal -nacida para y por la dominación- a
las realidades y características socioculturales propias de los pueblos
históricamente convertidos en motivos de investigación y subyugación. La búsqueda
de vínculos, aprehensiones, interpretaciones, causas o soluciones a los
problemas y retos actuales, desde la visión endógena de las realidades propias
de cada contexto socio-cultural, sería la traducción de una antropología
descolonizada, en concordancia con la diversalidad (neologismo acuñado por
Ribeiro y Escobar, 2008 [2006]) de las sociedades humanas y de manera especial
con la interpretación de los modos de vida y pensamiento de los grupos hasta
ahora emergentes en la antropología universal.
Referencias bibliográficas
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