Arte rupestre y totemismo: una propuesta de aproximación interpretativa para los petroglifos venezolanos
Leonardo
Páez
Publicado en Boletín
Antropológico Año 30, núm 84, julio-diciembre 2012. ISSN: 1325-2610.
Universidad de Los Andes, Museo Arqueológico / Centro de Investigaciones. Pp.
118-136. Disponible en: http://www.saber.ula.ve/
bitstream/123456789/37201/1/articulo2.pdf
leopaezorama@gmail.com
Resumen.
El presente estudio se
circunscribe a las relaciones entre las manifestaciones rupestres venezolanas y
el sistema de creencias presentes en el totemismo. Se abordarán algunas
aproximaciones de significancia para ciertas grafías, vinculándolas con una interpretación
de origen totémico, partiendo del análisis del valor simbólico desde la
perspectiva del propio diseño como representación y de su comparación con los
diseños y los rituales y mitos relacionados con las manifestaciones rupestres
que se conservan en la región del noroeste amazónico, territorio ancestral de
los grupos maipure-arawak.
Palabras
clave. Arawak, mito, tótem, noroeste amazónico,
aproximación interpretativa.
Abstract. The intention is to establish the relation between indigenous petroglyphs and belief systems as they are expressed in the idea of the totem. It would appear that some carvings are indicative of concepts that originate with the particular significances of the totem. Under analysis the figures may be seen to contain symbolic meanings that are inherent in the design. The rituals and the myths that are represented in these petroglyphs, preserved in the north-eastern part of the venezuelan amazon area, pertain to the ancestral territories of the Maipure-Arawak tribes.
Key words: Arawak, myth, totem, Northeast Amazon, interpretative approach.
Introducción
El tema tratado a
continuación, referido a la búsqueda de posibles interpretaciones de uso y
significancia de las inscripciones simbólicas presentes en el arte rupestre
venezolano, se distingue como uno de los asuntos más complejos dentro del
estudio de estos objetos arqueológicos. Es, con toda razón, una cuestión harta
difícil arribar a una aproximación medianamente confiable o plausible, en tanto
que lo perpetuado de este legado, salvo ciertas excepciones, se traduce en la
presencia de una serie de imágenes o un sistema de ideogramas del cual se ha
perdido la “operatividad del discurso” (Alonso, 2002). En consecuencia, todo
análisis o ejercicio que se haga en función de comprender esta operatividad
vendrá contaminado por las diferencias psico-sociales entre el mundo actual y
el período en que estos símbolos fueron realizados.
Con todo, muchos investigadores han dejado sus inferencias, a la postre
significativas, arriesgándose a mezclar la intuición con la inducción. Autores
como Eliécer Silva Celis plantean, sobre la base de ciencias como la etnografía,
la arqueología, la religión, la mitología, la cosmogonía, entre otras, la
posibilidad de llegar a comprender racionalmente en la actualidad la
iconografía rupestre (Velandia, 2007). Siguiendo estas acciones e ideas, se ha
querido anticipar tentativamente algunas opiniones en cuanto sirvan de
instrumento de trabajo para futuros investigadores que vendrán, lógicamente,
con mayores herramientas.
El
arte rupestre como testimonio del imaginario mágico-mítico ancestral
El arte rupestre debe entenderse
como un “medio de comunicación social (…) a través del cual se transmitía algún
género de información” (Berenguer y Martínez, 1986; en Velandia, 2007),
relacionado directamente con aspectos psicológicos de sus autores y a su
particular conexión con el mundo natural. Nadie niega su carácter de sistema de
comunicación visual no lingüístico (Ídem), suponiéndose latente un lenguaje,
ejecutado sobre una estructura planaria o de dos dimensiones. Aún sin
aprehender absolutamente su significado, se asocia por lo general a funciones
mágico-religiosas, como se deja entrever en los estudios de González Ñáñez sobre la religiosidad de la
familia lingüística maipure-arawak, habitantes de la cuenca del río
Guainía-Negro del estado Amazonas y su zona fronteriza, en donde se plantea el
arte rupestre en función de ser un testimonio artificial relacionado, incluso
en su elaboración, con “los personajes míticos y sus tropas con el objeto de
dejar constancia de sus hazañas, enseñanzas e historia” (2007: 30). El relato
mítico kurripako denominado “El Primer Mundo: comienzos de Iñápirrikuli”,
versión del payé o chamán Mandú Da Silva, habitante de la aldea y raudal Wapúi
en Isana, Brasil, deja constancia de lo anterior:
Inápirrikuli
[el Dios Creador de estos pueblos] comenzó a enseñarle a Dzúuli [su hermano] y
a los demás cómo dibujar en las piedras las pintas del Kúwai [hijo del Creador
y héroe cultural con poderes sobrenaturales] (…) Dzúuli chupó el tabaco para
adivinar (por eso es que hoy en día está representado en una gran laja que
tiene los cachetes chupados; la misma se localiza al subir el raudal de
Jípana). (González Ñáñez, 2007: 45).
Estos
pueblos reconocen en su etnogénesis un origen común ancestral, ubicado en un
área conocida como “el ombligo del mundo”, en el raudal de Jípana del río
Aiarí, en el noroeste de la cuenca del río Amazonas, Brasil. Otro mito
kurripako relata como Iñápirrikuli, sentado en una laja de Jípana, empezó a
nombrar cada uno de los linajes (náikes) que eran sacados del raudal y soplados
inmediatamente con tabaco por Dzúuli, asociados cada uno a un ancestro común:
el de la gallinetica, el de las siete cabrillas u Osa Menor, el de la pava, el
de la anaconda, el del bocachico blanco, el de la palometa y el del paují culo
negro (González Ñáñez, 2007).
Este
imaginario aborigen se relaciona con la idea de que un determinado animal,
planta, cosa inanimada o cuerpo celeste, podía agrupar su energía a favor del
grupo social, el cual se identificaba con esta figura, representando su
antepasado común: todos sus miembros -muertos y vivos- eran hijos de ella, de
allí provenían y le encomendaban su protección (Cardozo, [1986] 1987). Esta
concepción, dirigida a incitar los sentimientos de seguridad, solidaridad y
pertenencia grupal es lo que se ha convenido en llamar el tótem, definido como
el antepasado común, el espíritu protector de los hijos por nacer y su
bienhechor. Aquellos que poseen un mismo tótem están obligados a respetar su
vida, abstenerse de comer su carne -cuando son animales- o aprovecharse de él.
Los vínculos y relaciones familiares estaban integrados y coordinados con la
concepción totémica (Ídem).
Hacia fines del siglo XVIII, la incipiente ciencia
antropológica observaba con enigmática fascinación este tema. Wiserman (2002:
36) define el totemismo como “la práctica consistente en asociar en forma
simbólica a un grupo social, como un clan o linaje, con un tipo particular de
animal o planta (o más raramente, con fenómenos naturales como los relámpagos,
o con cualquier otro tipo de objeto, desde una soga hasta la corteza de un
árbol)”. El animal o planta totémica -el tótem-, se erige como el símbolo o
distintivo hereditario del grupo que recibe su nombre (Ídem).
Breve
reseña sobre estudios de totemismo
Los primeros trabajos
sobre totemismo se remontan al siglo XIX. Lo que cautivó a los pioneros
antropólogos que abordaron el tema fue el halo de misticismo que envolvía en
apariencia al tótem con los integrantes del grupo, en cuanto la creencia que
éste encerraba lazos ancestrales de fraternidad con los clanes portadores de su
emblema (Wiserman, Op. Cit.). Sigmund Freud, apoyado en los trabajos de Frazer
(1910), pone de relieve las prohibiciones de cazar, matar y comer el animal
totémico, además de mantener relaciones sexuales con los individuos de sexo
contrario integrantes del clan, siendo esto, en su opinión, “los dos placeres
más antiguos e intensos de los hombres” (Browne, 2003: 278).
La escuela freudiana plantea la ley totémica como la
primera forma de control social, al clasificar las cosas prohibidas en los
ámbitos de comida y de sexo, en cuanto que un hombre no podía tener relaciones
sexuales con una mujer de su misma familia totémica y, por otro lado, no debía
matarse ni comerse a los animales de su propio tótem-familia. En palabras de
Freud, citadas por Browne: “Nos hallamos aquí, en presencia de la exogamia, el
famoso corolario del totemismo” (Ídem: 278).
Sin embargo, el tema cayó en el olvido para la
segunda década del pasado siglo, desapareciendo casi por completo de los
estudios antropológicos en los años treinta y cuarenta. Lévi-Strauss, el
conspicuo antropólogo de la corriente estructuralista, retoma con bríos el tema
en la década de los sesenta, observando que las teorías del totemismo estaban
mal enfocadas en tanto se tergiversaron los datos etnográficos en la
comprensión de la llamada “mente primitiva” (Wiserman, Op. Cit.). Este autor
centra la atención en la lógica oculta que opera en el totemismo, definiéndolo
como un “lenguaje simbólico cuya finalidad es señalar las diferencias sociales.
Es un instrumento utilizado por los pueblos primitivos a fin de clasificar a
los grupos sociales” (Ibídem: 46).
El totemismo, de acuerdo a este planteamiento,
comprende disposiciones o normas que controlaban las relaciones sexuales y
alimenticias de los grupos. El modelo freudiano explica la prohibición de
practicar la copulación y de alimentarse entre ellos. Para Lévi-Strauss, dichas
normas “son códigos, capaces de transmitir mensajes traducibles en los términos
de otros códigos y de expresar en su propio sistema los mensajes recibidos por
el canal de código diferentes” (Lévi-Strauss, [1962] 1997: 115-116). El
totemismo, siguiendo a Lévi-Strauss, traspasa el umbral de un simple lenguaje
para fundar una ética, marcando pautas de conducta con prohibiciones
alimenticias y con reglas de exogamia.
Arte
rupestre y la visión totémica
Siguiendo las ideas
de Cardozo ([1986] 1987), los rituales, incluyendo los asociados al arte rupestre,
danzas, bailes, música y demás expresiones tenían origen totémico. Guardaban
relación con las actividades de la existencia -caza, pesca, siembra,
recolección-, a los rituales de iniciación, nacimientos, muertes, guerras, enfermedades
o aptitudes frente a los fenómenos naturales. La protección del grupo se
obtenía mediante los rituales vinculados al totemismo. Un ejemplo del papel del
arte rupestre en las ceremonias vinculadas al totemismo se encuentra en la
cuenca del río Guainía-Negro, donde los grabados rupestres de la región cumplen
una función relacionada en general con la ceremonia del Kúwai (Ortiz y
Pradilla, 2002), ya tratado en un anterior estudio:
Un ejemplo de la conservación de ritos asociados a los petroglifos lo encontramos en la laja de Ijnipan (…), en el río Isana, límites entre Brasil, Colombia y Venezuela, donde según la tradición de los grupos aborígenes de filiación lingüística arawak que ocupan desde tiempos inmemoriales esos espacios, se encuentra representado la ceremonia de Kuwai, el héroe cultural. Ese sitio es un lugar de instrucción en el que los símbolos rupestres y las rocas asociadas conforman un contenido que orienta a los neófitos e iniciados en los pasos del ritual de iniciación que estableció el poderoso Kuwai para formar gente sabia. Asimismo en la laja de Jípana, en el río Ayarí, afluente del Isana, se encuentran petroglifos y otras rocas encarnando elementos de la ceremonia, como las flautas, el abanico de soplar las flautas, las impurezas de los aprendices, Amaru, la madre de Kuwai, entre otros (Páez, 2010a).
Ya en el siglo XIX, el venezolano Gaspar Marcano
hacía referencia sobre la posibilidad de determinar, a través de los grabados
rupestres y en función de su identificación a un tótem, las rutas migratorias
de un grupo o el paso de individuos por parajes alejados de su sitio de
habitación, según éste un elemento importante en su significancia, enmarcado
dentro de las prácticas religiosas ([1889] 1971). Recalca la costumbre entre
los indígenas americanos de grabarlos sobre piedra en el siguiente pasaje:
Se
ha constatado en algunas comunidades indígenas la costumbre de escribir sus
tótems sobre algunas piedras, como los hombres civilizados inscriben sus
nombres en recuerdo de su presencia en los lugares célebres visitados
frecuentemente. En los manantiales de Oakley, las marcas totémicas parecidas
prueban, según Mallery, a quien debemos estas ingeniosas advertencias, que el
mismo individuo las ha hecho en visitas sucesivas (Marcano, 1971: 233-234).
Un ejemplo de representación totémica en el arte
rupestre venezolano es la observada en el náike Waliperi (linaje pléyades)
entre los kurripako, habitantes de la zona demarcada por los ríos Guaviare,
Atabapo, Guainía-Negro, Isana y Aiarí, en la franja fronteriza de Brasil,
Colombia y Venezuela (Imagen 1). En el mito de “Ñapirikuli y los primeros
hombres” se relata el origen de este clan:
Entonces
mandó excavar un hueco. Un primer grupo se lo dio a Yuuli. En el raudal más
abajo oyó un zumbido. El carpintero perforó un hueco y salió un Siussi-tapuia o
Waliperi (gente pléyades, uno de los clanes mayores de los curripaco) (Ortiz y
Pradilla, 2002: 10).
Imagen 1. Representación del clan de las pléyades entre los curripaco. Fuente: Ortiz y Pradilla, 2002. |
Los mismos
autores de la precedente cita refieren la existencia de la representación del
náike Waliperi en las manifestaciones rupestres de la región donde habitan
ancestralmente los kurripako:
Otro
motivo astronómico recurrente es el de las pléyades, emblema de uno de los
clanes mayores de los curripaco. Se encuentra en Ewawika, en el caño Pamali, un
afluente del Isana en el territorio original de este clan, en jipana, en El
Coco. Su representación consiste en un triángulo de puntos con una línea de
puntos que nace en uno de los vértices [Imagen 1]. También se representa como
un conjunto de puntos encerrado en un círculo, como en San Felipe, en el río
Negro (Koch Grünberg 1907) (Ortiz y
Pradilla, 2002: 22).
Otro ejemplo que apunta en esa dirección es la
existencia de una roca grabada localizada en la Alta Guajira colombo-venezolana
(Imagen 2), contentiva de los símbolos de los grupos clánicos de los wayuu
(Mujica, 2007). Asimismo los estudios de Díaz (1999) sobre la nación Warekena,
etnia de filiación lingüística arawak habitantes del río Guainía, límites
Colombia-Venezuela, menciona la existencia de animales totémicos personificados
en los petroglifos, identificados a su vez con elementos asteromorfos:
En
la sociedad Warekena, al momento de la iniciación, cada miembro de la etnia se
identifica con su linaje; el del pez caribe, el del loro, el del báquiro... El
animal con el que se identifica cada linaje es llamado imákanasi. Todos los
apellidos de la gente, todos esos animales, los imákanasi, se hayan
representados en los petroglifos. Más adelante observamos que los imákanasi se
identifican con la astronomía, por ejemplo, el imákanasi garza tiene que ver
con la constelación que se observa en el cielo cuando comienza a declinar la
estación seca. Cuando aparece en el cielo la constelación de garza, es el
indicativo para ellos de que ha llegado el momento de cazar y comer a las
garzas, no siendo necesarios ya adentrarse en la selva a buscar comida (Díaz,
1999)
Imagen 2. Grafos representativos de los clanes wayuu. Alta Guajira colombo-venezolana. Fuente: Mujica, 2007. |
En referencia a los estudios etnográficos citados,
los cuales dan cuenta de la existencia de analogías entre la simbología
rupestre y el totemismo, y partiendo de la revisión de los mitos y el análisis
del valor simbólico desde la perspectiva del propio diseño como representación,
se plantea la posibilidad de ensayar propuestas de significancia de las
manifestaciones rupestres en tanto inscripción gráfica del imaginario totémico.
La interpretación de algunos grafos como personificaciones totémicas de los
grupos clánicos es admisible a la luz de estos planteamientos. En este sentido,
el arte rupestre se revela en su uso como instrumento de potenciación de los
sentimientos de seguridad, solidaridad y pertenencia grupal (Cardozo, [1986] 1987)
y de creación de pautas de conducta y de clasificación de los grupos sociales
(Lévi-Strauss, Ibíd.).
Algunas
propuestas de interpretación
En relación con la
búsqueda de aproximaciones interpretativas en el arte rupestre de una región
específica, es importante acometer el análisis, identificación y clasificación
del repertorio simbólico allí alojado, en tanto su vinculación con “modelos
arquetípicos que lograron su dispersión a través de las travesías migratorias
que protagonizaron los colectivos étnicos, transmitiéndose y reproduciéndose de
generación en generación” (Páez, 2010b), o con la “construcción de un
simbolismo local asociado directamente a un grupo y/o una época específica”
(Ibíd.). En el primero de este repertorio es común observar en los yacimientos
de arte rupestre de la región centro-norte venezolana un diseño con claras
analogías con la representación del náike Waliperi, citado anteriormente
(Imagen 3). En efecto, la misma representación triangular, con ciertas
variantes, se ha registrado en este territorio, reforzando la pretensión de la
autoría a grupos arawak la ejecución de estas manifestaciones rupestres. Las
diferencias, que de acuerdo a lo planteado no la desvinculan de la grafía
originaria, están en la forma de obtención del motivo triangular, socavando
totalmente la roca. La línea que parte de uno de los vértices del triángulo,
siempre el que se dirige o señala al suelo, varía en su extensión, incluso
algunos de más de un metro de longitud, como en el caso de la “Piedra de la
luna”, ubicada en la cuenca de la quebrada Cepe, en el municipio Mariño del
estado Aragua (Imagen 4).
Imagen 4. Piedra de la Luna, cuenca del río Cepe, estado Aragua. Foto e infografía: Gustavo Pérez, año 2002. |
De igual manera, dentro de los modelos arquetípicos
que se dispersaron conjuntamente con las migraciones de los grupos étnicos se
inscriben los diseños que evocan escenas de alumbramiento, estado de gravidez o
posiblemente menstruación; o simplemente representaciones humanas en donde se
prestó especial interés en graficar su condición de feminidad. Éstos, como la
mayoría del arte rupestre venezolano, se encuentran esquematizados, alcanzando
con una gran calidad plástica la intención de transmitir la idea para el cual
fueron concebidos. Parecieran poner en evidencia la preocupación de sus autores
por el tema del nacimiento, colocando en el tapete la importancia de la
fertilidad y la ansiada perpetuidad del grupo social. Hipotéticamente, en este
caso la simbología rupestre fungiría de recurso mnemotécnico para encaminar el
ritual asociado a la fertilidad de la mujer, en clara disposición con las
creencias totémicas que mostrarían los sentimientos de pertenencia grupal y las
normas-pautas de conducta. En este sentido, se observa en muchos casos que
estas grafías se encuentran acompañadas en la misma roca de figuras zoomorfas,
antropomorfas, geométricas o abstractas, formando un único diseño o contiguas
en el soporte rocoso que, en conjunción con éstas, bien podrían asociarse a
personificaciones totémicas, como a continuación se hará referencia.
El primer ejemplo que se trae a colación es una
grafía localizada en el montículo mayor del Complejo Arqueológico Piedra
Pintada, ubicado en la región Noroccidental de la cuenca del lago de Valencia,
estado Carabobo (Imagen 5), donde una de las extremidades inferiores de una
figura humana gestante forma parte a su vez de los apéndices cefálicos de una
figura zoomorfa, cuadrúpeda, ubicada debajo de ella. Ésta se encuentra
representando una escena de parto: la gravidez del cuerpo, el símbolo
triangular –algo fracturado- representativo del órgano sexual femenino en medio
de las piernas abiertas y los apéndices cefálicos en forma de espiral,
respaldan lo anterior. La figura zoomorfa que forma parte del conjunto, con
sustentación en las observaciones de representaciones similares, podría
encarnar el espíritu protector –el animal totémico- que brinda energía y ofrece
fertilidad al grupo clánico expresado simbólicamente en la grafía antropomorfa.
Imagen 5. Grafía de Piedra Pintada, municipio Guacara, estado Carabobo. Registro e infografía: Leonardo Páez. |
Otra
representación en estado de gravidez y de las mismas características, pero
acompañada de una figura animal y otra celeste, se localiza en la Avícola
Roqué, sector Sabana Arriba del municipio Miranda, estado Carabobo, limítrofe
con el estado Yaracuy (Imagen 6). En este caso, las dos extremidades inferiores
de la figura gestante se mantienen unidas a las otras dos figuras para
conformar un solo ideograma, asociado en su significancia tal vez con las demás
grafías presentes en el soporte rocoso. Claramente observable, entre las
piernas abiertas, está el órgano sexual femenino, además de la gravidez del
cuerpo y la tridactilia de las extremidades superiores, muy común en las
representaciones antropomorfas del territorio venezolano.
Imagen 6. Diseño rupestre de la avícola Roqué, municipio Miranda, estado Carabobo. Foto e infografía: Leonardo Páez. |
Una escena análoga se repite en el Complejo
Arqueológico Piedra Pintada, la cual está en compañía -formando un mismo diseño
como en los casos anteriores- de una figura que evoca los ojos de una lechuza
(Imagen 7). Lo anterior hace referencia a la grafía ubicada en la llamada
“Piedra del río”, así nombrada por el surco vertical filiforme que en exacta
orientación norte-sur atraviesa la roca en su centro, asociada según algunos
autores a un arroyo o curso de agua. La figura, acuclillada en posición de
parto, comparte una de sus extremidades con otra imagen esquemática,
hipotéticamente asociada a una rapaz nocturna. En el medio del surco vertical
antes mencionado, y unida a éste como una sola representación, se distingue una
figura antropomorfa formando parte del diseño ideográfico general de toda la
roca; la posición de sus extremidades semeja algún estado de trance o
meditación. El ideograma pudiera guardar relación con la figura Shamánica,
conectando el mundo material y el inmaterial, siendo el hilo conductor la línea
que en sus extremos personifica la tierra y el cielo (el mundo material y el
inframundo). En rocas cercanas se observan signos conocidos como la “doble
espiral invertida”, cuya utilización en los rituales de iniciación femenina fue
colectada por González Ñáñez entre los grupos warekenas, de filiación
lingüística arawak, habitantes de la región limítrofe entre Colombia, Brasil y
Venezuela (Sujo y De Valencia, 1987: 77), del cual se tratará más adelante.
Imagen 7. "Piedra del río". Yacimiento Piedra Pintada, municipio Guacara, estado Carabobo. Foto: Pablo Novoa. Infografía: Leonardo Páez. |
Otros ejemplos están, en primer lugar, en dos
diseños simbolizando partos de cuerpos celestes, uno localizado en Vigirima,
estado Carabobo, y otro en una isla del Alto Orinoco, en el estado Amazonas,
distantes geográficamente pero con los mismos valores arquetípicos; pudieran
asociarse a grupos clánicos donde la figura totémica, el ente protector de los
hijos nacidos y por nacer, estaría sujeta a formas estelares (Imagen 8). Y en
segundo lugar, en un diseño localizado en un arroyo seco de las cabeceras del
río Capa, en Canoabo, municipio Bejuma del estado Carabobo, conformado en
primer término por una figura antropomorfa de cuerpo entero, gestante,
exquisitamente simétrica en su estructura, rodeada en su contorno izquierdo y
derecho de unas líneas paralelas a la forma del cuerpo, con tridactilia en sus
extremidades superiores y las inferiores finalizando en forma de grecas (Imagen
9); la misma se encuentra unida a un rostro antropomorfo por su flanco derecho,
a la altura de su extremidad superior, constituyendo un único diseño, en
conformidad con la propuesta de interpretación aquí planteada: una figura en
estado de gravidez unida en sus líneas con otra, ideograma asociado
hipotéticamente en su interpretación al sistema de creencias totémico.
Imagen 8. Izquierda: Alto Orinoco, según Delgado (1976); Derecha: yacimiento Santa Ana, Vigirima, estado Carabobo, según Páez. |
Imagen 9. Calco digitalizado del petroglifo del río Capa. Canoabo, municipio Bejuma, estado Carabobo. Registro y digitalización: Leonardo Páez. |
Igualmente en el estado Carabobo, específicamente en
el cerro La Josefina, región Noroccidental de la cuenca del lago de Valencia, se ubica una figura
zoo-antropomorfa que evoca una escena de alumbramiento, unida en este caso a un
motivo abstracto (Imagen 10). El ejemplo muestra un rostro de apariencia humana
del cual parten de su lado inferior dos líneas curvas que forman de manera
magistral el cuerpo abultado de una encinta, con extremidades inferiores
batraciomorfas y un punto central en las piernas abiertas, sellando
primorosamente la representación. Hasta allí llega la simetría del diseño, pues
es interpuesta por una línea que, iniciando por un lado del contorno del
rostro, se bifurca formando una serie de cuadros y otras formas abstractas de
difícil descripción e interpretación. Lo importante a resaltar es que el
ideograma nuevamente se repite, en tanto que una posible representación de
parto es acompañada por un motivo sumado al contexto general del lenguaje
simbólico allí expresado.
Imagen 10. Diseño rupestre del yacimiento Guayabal. Cerro La Josefina, municipio San Diego, estado Carabobo. Registro e infografía: Leonardo Páez. |
Asimismo, pudiera adaptarse a este planteamiento las
grafías contentivas del petroglifo denominado “Piedra de la Fertilidad”,
ubicado en el municipio Puerto Cabello del estado Carabobo (Imagen 11). En este
caso un diseño antropomorfo de cuerpo entero y sexo femenino, con motivos
geométricos ubicados en su parte troncal y acompañado en la roca por cinco
diseños triangulares representativos del órgano sexual femenino, se muestra al
lado de dos diseños geométricos, acompañantes del sistema ideográfico general.
Sobre los motivos geométricos presentes en su cuerpo, es significativo señalar
sus similitudes con el diseño conocido como la “doble espiral invertida”
(Imagen 12), presente en varias regiones del país y del cual González Ñáñez
reporta su significancia entre los grupos guarekenas:
El
mismo diseño geométrico se encuentra representado en varias zonas de la Cuenca
del río Negro-Guainía, límite entre Colombia, Brasil y el estado Amazonas,
representando entre los guarekenas, etnia de filiación lingüística Arawak, una
“Kasijmalu”, es decir, mujer menstruante, iniciada, en ayuno (Sujo Volsky,
1987: 77). En el ritual de iniciación de la mujer guarekena durante la primera
menstruación, este símbolo es usado en la pintura corporal y en la cestería, en
clara identificación con la concepción totémica; los diseños corporales usados
en este rito “representan antepasados míticos, animales pensantes que fueron el
padre o progenitor del cual ellos descienden, y que los une como pertenecientes
a una misma sangre” (Ibidem: 77,79). Interpretaciones análogas se recogen entre
otros grupos del área, como exogamia entre los Tukano y “hombre y mujer dándose
la espalda” entre los Curripaco (Ortiz y Pradilla, 2002: 20), ambos casos en
correspondencia con la significación de “mujer prohibida” de los guarekenas
(Páez, 2010b)
Imagen 11. Piedra de la Fertilidad. Municipio Puerto Cabello, estado Carabobo. Registro: Pérez-Páez. Infografía: Leonardo Páez. |
En fin, los
grabados rupestres y su arcana significancia tienen mucho que revelar a pesar
del desconcierto que produce en el pensamiento eurocéntrico actual, por
ejemplo, su aparente desorden dentro del soporte rocoso. Queda entonces para la
discusión esta propuesta, relacionada con la posibilidad de intentar un
acercamiento de interpretación de algunas manifestaciones rupestres tomando en
cuenta el sistema de creencias presentes en el totemismo. Resta, para esta
labor, ahondar los estudios en los sitios donde se conserva aún la tradición
mágica-mítica ancestral, permitiendo recopilar más datos e informaciones,
necesarias para complementar o validar las hipótesis preliminares aquí
planteadas.
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