El grabado de Borburata: ¿petroglifo u obra contemporánea?

El grabado localizado en el Cerro Avendaño, en la localidad de Borburata (municipio Puerto Cabello, región Tacarigüense), ha generado un considerable revuelo a raíz de la publicación reciente  de un video en redes sociales que lo presenta como un petroglifo. Esta difusión masiva, acompañada de afirmaciones sobre su supuesto carácter ancestral, ha despertado el interés de la opinión pública y ha estimulado interpretaciones no fundamentadas. Sin embargo, una revisión crítica basada en principios de comparación regional, análisis morfológico y contexto histórico pone seriamente en duda tal clasificación. Diversas razones sustentan así una refutación crítica.

El "Grabado de Borburata". Foto: German Flores, 2016.

Lo primero que despierta sospechas es el estilo gráfico del diseño antropomorfo fusiforme representado. La notable profusión de detalles ornamentales internos y externos, aunado a un tronco en doble rectángulo marcadamente paralelos y de ángulos rectos, conforman un diseño atípico dentro del patrón estilístico de los petroglifos de la región Tacarigüense y el norte de Venezuela en general. Hay un desequilibrio formal, particularmente patente para los que hemos estudiado las tradiciones gráficas de este ingente territorio. Estas tradiciones favorecen trazos curvilíneos, espirales, la simetría bilateral y una economía visual que otorga una notable y característica simpleza y esquematización. La sobrecarga visual del grabado en cuestión sugiere, entonces, una elaboración ajena a las convenciones gráficas de los productores y usuarios originarios del arte rupestre regional.

Detalle del "Grabado de Borburata". Nótese la fractura del soporte y su reparación, al igual que el remarcado con una sustancia blanquecina de los supuestos surcos o delineados del diseño. Foto: German Flores, 2016.

Luego, está el tamaño del diseño. Según puede inferirse, su dimensión ronda entre 1,80 y 1,90 metros de alto. Se aleja así, de modo radical, de las dimensiones habituales de las representaciones documentadas en el norte de Venezuela, donde difícilmente sobrepasan el metro de longitud. Esta anomalía dimensional plantea así otra señal de alerta.

Foto: German Flores, 2016.

A estos elementos se le suma la falta de referencia en la literatura especializada, aunado al hecho de que el grabado aparece como un elemento aislado, sin relación espacial con otras manifestaciones rupestres que pudieran ubicarse en su entorno inmediato. Este carácter solitario contrasta con las dinámicas de emplazamiento observadas en sitios rupestres de la región Tacarigüense como Piedra Pintada, Piedra de Los Indios, Guayabal, Inagoanagoa, entre otros. Un diseño de semejante complejidad y escala, de ser auténtico, sería presumiblemente parte de un contexto más amplio que, incluso, involucraría rutas y pasos trasmontanos. Ello, hasta ahora, no sería el caso.

Las evidencias sustentan que el soporte pétreo donde se elaboró la talla se encuentra actualmente recostado sobre un corte artificial del cerro, resultado de una intervención reciente. Testimonios orales recogidos por el proyecto "Camino de Carabobo... Un camino" entre vecinos del sector indican que hacia finales de la década de 1980, haciendo uso de maquinaria pesada (un tractor), la roca habría sido desplazada de su ubicación original y colocada en lo que parece ser una zona acondicionada como patio residencial. Este dato, lejos de contribuir a la autenticación de la obra, refuerza las dudas, a sabiendas de que se emplaza fuera de un contexto arqueológico verificable. La movilización de una roca grabada (petroglifo) ciertamente representa una alteración crítica en términos de análisis espacial, cultural y cronológico. 

Otra de las particularidades sugestivas del grabado hallado en el Cerro Avendaño de Borburata es la naturaleza del soporte pétreo sobre el cual se ejecutó la representación. A diferencia de los petroglifos documentados en la región Tacarigüense y, en general, en las tierras bajas del norte de Suramérica, este ejemplar no se encuentra inscrito sobre un panel rocoso inamovible, sino sobre una laja de espesor mínimo y notablemente uniforme. Aunque se ha reportado que la roca fue trasladada con maquinaria pesada en la década de 1980, las características físicas del soporte —particularmente su delgadez— resultan inusuales en contextos naturales. En la región, los petroglifos se hallan comúnmente sobre superficies relativamente lisas de paneles pétreos que afloran de forma irregular. Sin embargo, éstos se encuentran firmemente anclados al sustrato del terreno, lo cual confiere a estas manifestaciones un carácter claramente inmueble. Tal inamovilidad no sólo es una condición técnica, sino también un componente esencial del vínculo simbólico y territorial de las representaciones rupestres con el paisaje circundante que le otorga sentido y significación. Por ello, la utilización de un soporte de tales características introduce una rareza que plantea dudas fundamentales sobre su autenticidad y adscripción cultural, al alejarse de los patrones técnicos y formales que definen la producción y uso originario de petroglifos en la región. De modo que cabe preguntarse, ¿es posible que el panel pétreo haya sufrido una intervención antrópica inicial para luego ser utilizado en la confección del grabado en cuestión? ¿Es posible que, para su movilización, las personas ejecutantes hayan sustraído el panel de su soporte original? ¿Tiene el soporte trazas de uso de herramientas que infieren una laminación artificial? Resulta entonces perentorio la compilación de pruebas que respondan estas interrogantes.

Contexto de ubicación del "Grabado de Borburata" donde se observa el espesor del soporte pétreo. Foto: German Flores, 2016.

A esto se suma el hecho de que los surcos del grabado están remarcados con pintura moderna, aparentemente esmalte, lo cual constituye una alteración directa del diseño y es indicativo de manipulación. No habría confiabilidad, con las imágenes disponibles, de obtener una reproducción fidedigna del diseño, pues el resaltado condiciona sobremanera el trabajo de laboratorio. Todo ello resta la posibilidad de interpretar esta pieza como una expresión legítima del arte rupestre.

Aproximación a la morfología del "Grabado de Borburata"

A lo anterior debe sumarse una acción reciente que agrava la confusión pública: la inclusión de esta obra en una exhibición museográfica en el Museo Casa Herrera de la ciudad de Puerto Cabello, donde se presenta visualmente como parte del repertorio de arte rupestre municipal. Esta inclusión es profundamente debatible. En términos museológicos, la presentación de un objeto en el contexto de una narrativa patrimonial debe sustentarse en evidencias verificadas, especialmente cuando se trata de piezas atribuidas a contextos arqueológicos amerindios. Exponer la talla como auténtico petroglifo sin aclarar los elementos controversiales implica un acto de validación institucional que puede inducir al error tanto al público general como a futuros investigadores. Lejos de fomentar el pensamiento crítico o la alfabetización patrimonial, tal acto refuerza narrativas erróneas y debilitan la credibilidad científica de los espacios museísticos. 

Infografía en el museo Casa Herrera de Puerto Cabello que muestra algunos petroglifos del ámbito municipal, inluyendo el "Grabado de Borburata". Foto: Rafael Páez, 2025.

Frente a estos elementos, se impone la necesidad de una evaluación técnica rigurosa. Una acción por ejecutar sería la realización de análisis comparativos de los surcos para determinar posibles analogias en su confección, así como prospecciones arqueológicas para ubicar el sitio de origen de la roca o de posibles manifestaciones rupestres asociadas. Además, urge un registro y documentación sistemática del grabado mediante fotogrametría, mediciones y georreferenciación. Asimismo, es fundamental realizar entrevistas estructuradas a los testigos clave para reconstruir la historia reciente de la roca y su posible reutilización o fabricación extemporánea al tiempo amerindio regional. 

En conclusión, los indicios disponibles hasta la fecha apuntan que el grabado de Borburata responde más a una intervención de origen moderno que a una expresión genuina del arte rupestre tacarigüense. En consecuencia, y hasta tanto no se disponga de pruebas concluyentes que demuestren su autenticidad, esta obra debería ser excluida de los inventarios de arte rupestre y tratada como un objeto intervenido recientemente o de dudosa atribución.

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Comentarios

  1. Gracias por este artículo interesante, sobre esta información reveladora. Nos pone en alerta sobre las intervenciones, interpretación descontextualizada que se viene realizando sobre el patrimonio cultural venezolano por parte de personas no vinculadas en la investigación sería sobre el Arte rupestre re en Venezuela.

    Seguimos.y Gracias

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