Objetos histórico-culturales de Tronconero: las vasijas de arcilla

Apartado del informe del proyecto de aprendizaje "Rescate y valoración del patrimonio cultural de Tronconero. 1era fase: objetos históricos", en el marco de la licenciatura en educación mención desarrollo cultural de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez. Autores: Melissa Castro y Leonardo Páez. Año 2009.

    Una de las referencias bibliográficas sobre el proceso de fabricación artesanal de vasijas de arcilla la encontramos en el siguiente pasaje, citado textualmente para conservar al máximo la detallada descripción, tomada de una investigación efectuada a las loceras de Manicuare, poblado localizado en la Península de Araya, estado Sucre, donde aún se conservan intactas las formas de fabricación ancestral: 

Cuando la arcilla está moldeable, las loceras comienzan a formar la pieza, por lo general lo hacen sentadas en el suelo, y sobre un “plato corredor”, de base cóncava, lo mueven con la mano en la medida que construyen las paredes de la pieza, la cual modelan directamente, esto permite que la forma moldeada tenga el mismo espesor desde la base a la parte superior. Antes de comenzar a moldear, al plato se le han echado cenizas para evitar que la pieza se pegue. Luego que las piezas están listas y un poco secas, se raspan ayudándose para ello con pedazos de tapara o un cuchillo. Al estar secas las piezas se pulen con una piedra y se les aplica la decoración con “caliche”, que es una tierra roja o blanca que se liga con agua, también se aplica a algunas piezas, el egote utilizando el método de inmersión, o sea, sumergiendo la pieza en un balde que contiene arcilla o caliche en forma líquida. Al secar por completo, la pieza está lista para la quema (Mujica, 1989: 41). 

Según las evidencias arqueológicas, los inicios de la producción cerámica en Venezuela se remontan con seguridad a épocas muy tempranas de nuestra historia, logrando una expansión considerable por el territorio alrededor del año 1.000 antes de Cristo. El origen de estos productos se relaciona con la extensa y dilatada dinámica histórica de los grupos amerindios suramericanos que iniciaron fuera de nuestras fronteras la conformación de aldeas sedentarias a través de complejas formaciones sociopolíticas (Sanoja, 1986: 18). Son muchas las descripciones de cronistas, viajeros, etnógrafos, entre otros, sobre las formas y técnicas de trabajar la arcilla entre los grupos aborígenes durante el período de contacto y posterior a él, mostrando similitudes tanto en los procesos de manufactura y quema (Ocanto y Baptista, 1998: 33-44). 

En el Programa de Profesionalización para Artesanos desarrollado por el otrora Consejo Nacional de la Cultura a través de la Dirección Nacional de Artesanías, se encuentran catalogados las diferentes disciplinas, oficios y especialidades artesanales. Allí se define el oficio de la Cerámica, enmarcado dentro de la disciplina de las Artes del Fuego, como el “arte del modelado de la arcilla para producir objetos que se someten, luego, a tratamiento térmico para dar perdurabilidad al producto” (García y Carrasco, 2005: 55). Dentro de este oficio se encuentra la especialidad de la locería, donde por lo general el proceso de fabricación y quema se realiza de manera tradicional, a baja temperatura, utilizando desgrasantes como pedazos de vasijas o ceniza para dar firmeza.    

Nuestros aborígenes utilizaron la arcilla en múltiples usos: en forma de tierra y cataplasma para la curación de enfermedades; en la elaboración de instrumentos musicales; en la fabricación de deidades y utensilios ceremoniales usados en su mundo mágico-religioso; en la producción de recipientes, budares o aripos, para la cocción y tostado de los alimentos; en la manufactura de vasijas para el almacenamiento y traslado de líquidos; y en la construcción de sitios de habitación (Mujica, 1989: 26). Los siguientes relatos colectados muestran el uso del barro en la construcción de las casas de Tronconero: 

Antes se usaban las casas así, el que tenía la embarraba con barro y el que no la encañizaba con gamelote. La mamá de V. se quemó donde está la caja de agua, porque las casas eran de paja y se prendió y no pudieron sacarla; yo estaba pequeña cuando vi eso (Entrevista a M.G., de 96 años)

 

Mi papá cobijaba las casas, las paraba y luego la gente se las pagaba poco a poco, eran hechas de bajareque de tierra y de horcones de palo y de paja cubierta con gamelote (Entrevista a U.F., de 66 años). 

Según Sanoja y Vargas (1992: 119), la llegada de comunidades agroalfareras a la región del lago de Valencia se encuentra emparentado con los grupos aborígenes denominados Barrancoides, arribados a principios de la era cristiana. Son muchas y variadas las evidencias arqueológicas en la región que ponen de manifiesto la fabricación de variadas piezas de arcilla producto del asentamiento de estas poblaciones, en un vasto proceso que duró durante quince siglos ininterrumpidos. 

Los estudios realizados demuestran que la elaboración de objetos en arcilla por vía de las técnicas y los procesos de trabajo aborígenes fueron transmitidas directamente a la sociedad que se produjo después del contacto europeo. Incluso, en muchos de los casos, la organización social para el trabajo fueron igualmente asimilados en su totalidad, convirtiéndose esta forma de producción en proveedor de bienes manufacturados, materias primas y alimentos, utilizados en el consumo directo doméstico y objeto de comercio entre diferentes regiones históricas (Sanoja y Vargas, 1993: 85-86). 

Por todo lo anterior, se infiere que el origen de las vasijas de arcilla identificadas, catalogadas y exhibidas en la comunidad de Tronconero, se remontan en su manera de elaboración a la tecnología de nuestros ancestros amerindios. Es decir, es posible atestiguar que este arte creador se ha conservado en Tronconero, aunque muy disminuido, hasta nuestros días. Un dato importante colectado en las entrevistas y que refuerza la anterior presunción, es la extracción de arcilla como materia prima para la fabricación de vasijas y budares en el sitio conocido como “Piedra Pintada”, importante yacimiento arqueológico de Arte Rupestre, asociado a fragmentos cerámicos, localizado en esta comunidad. Se transcriben algunos de estos relatos: 

Nosotros los hacíamos [los budares], íbamos a Piedra Pintada donde había tierra de loza; amasábamos esta tierra con una arenilla, luego hacíamos la forma que no le quedara ningún grumo porque si no se rompían. Después abríamos una zanja, colocábamos chamizas, palos podridos; luego lo tapábamos con tierra y le dejábamos un huequito por donde le íbamos a prender y se iba ardiendo como un horno por debajo y el que quedaba bien amasao quedaba completo pero si le quedaba un bichito como un balín, una pelotica, se estrallaban (Entrevista a J.L., de 78 años).

 

Mi abuela hacía tinaja y yo la acompañaba a un sitio por allá por Piedra Pintada, donde había una tierra para hacer tinaja y budares. Eso se horneaba. Algunas veces se quebraban, otros quedaban bueno, pero eso era un trabajón. Había que buscar esa arena a Agua Blanca o Piedra Pintada. Ahí como que vivieron indios porque la gente decía eso es de los indios, las piedras que están paradas ahí, me decían que eran donde los indios peleaban, donde se escondían los indios, eso para mi era una alegría como algo de otro mundo, ver todo eso (Entrevista a C.O.M., de 52 años).

 

En Piedra pintada había un sitio que le llamaban la loza donde se buscaba tierra para hacer budares, tinajas... las hacía una señora que venía de Yagua que le decían La Ronca y enseñaba las de aquí (Entrevista a J.F.B., de 69 años). 

Delia Brea exhibiendo vasijas hechas por su abuela hace 100 años con arcilla de Piedra Pintada. Foto: Leonardo Páez, 2008.

   Es muy probable que las técnicas de fabricación empleadas por las loceras de Tronconero guardasen relación con la citada descripción de las loceras de Manicuare. Ocanto y Baptista (1998: 18) aseveran que desde finales del siglo XIX la visión positivista en la investigación de los restos cerámicos prehispánicos y contemporáneos les concede a estos objetos principalmente un valor estético, tomando en cuenta lo estilístico, objetual y patrimonial, al intentar explicar el arte de sus creadores. Esta visión no toma en cuenta, según estos autores, otros aspectos que pudieran servir de referencia para comprender la cosmovisión, dogmas, trabajos o formas de vida de las gentes que las elaboraron, ignorando así el valor del trabajo creativo de las loceras, olleras o alfareras populares, que reproducen expresiones de la etnicidad de sus territorios, utilizando hábilmente materiales, instrumentos y técnicas que fundamentalmente no han cambiado en el tiempo.

Melissa Castro y Leonardo con Silvestre Figueredo (centro) exhibiendo su vasija y metate de 100 años de antigüedad. Foto: Ángel Lozada, 2008.

   Los prejuicios sociales y la visión política globalizadora han etiquetado la sabiduría popular peyorativamente como la reminiscencia del primitivismo anterior. Es así como, frente a otras visiones de enfrentar la realidad, la labor de la alfarería popular ha sucumbido casi por completo en Tronconero y en muchas regiones de nuestro territorio. Son pocos los intelectuales, cultores populares y ceramistas que le han dado continuidad a la herencia cultural amerindia. Entre éstos podemos mencionar al maestro Alfredo Almeida, Jesús Mujica, Manuela Perdomo, entre otros (Ocanto y Baptista, 1998: 19).

Vasija globular exhibida por su custodia Juana Francisca Brea, con data aproximada de 80 años. Foto: Melissa Castro, 2008.

   Actualmente [año 2008] el trabajo de alfarería en la comunidad de Tronconero es mantenida tenazmente por un grupo reducido de artesanas, donde aún se mantienen las técnicas tradicionales ancestrales. Entre éstas se destacan Nina Chávez, Lola Rodríguez y Leida Guillén, quienes buscan y procesan la arcilla en las vetas del río Vigirima para la fabricación de vasijas, fachadas, recuerdos, bloques de adobe, entre otros productos. Cabe destacar la posibilidad de desarrollar una estrategia para el fomento del trabajo alfarero en la comunidad, basándonos en el conocimiento que pervive en sus habitantes y en la abundante materia prima hallada en la zona.

Barranca arcillosa del río Vigirima a la altura de Tronconero, cercana a Piedra Pintada. Foto: indeterminada, 2008.

Referencias bibliográficas

García, C. y Carrasco, H. (2005). Construyendo un oficio. Consejo Nacional de la Cultura. Caracas, Venezuela.

Mujica, J. (1989). Obras de tierra. Las loceras de Manicuare. Acción Ecuménica. Caracas, Venezuela.

Ocanto, D. y Baptista, F. (1998). Presagios de tierra y fuego. Consejo Nacional de la Cultura. Caracas, Venezuela.

Sanoja, M. (1986). Sociedades prehispánicas venezolanas. En: Historia Ilustrada de Venezuela, tomo I. Mediciencia editora. Caracas, Venezuela.

Sanoja, M. y Vargas, I. (1992). Antiguas formaciones y modos de producción venezolanos. 3ª Edición. Monte Ávila Editores. Caracas, Venezuela.

Sanoja, M. y Vargas, I. (1993). Historia, identidad y poder. Fondo Editorial Tropykos. Caracas. 

Notas finales

En concordancia con los códigos de conducta ética en investigación social planteados por diversas organizaciones profesionales (Meo, 2010), para conservar la confidencialidad de los informantes y sus familias, así como de las personas a las que se hace mención, se ha preferido señalar sus testimonios con las iniciales de sus nombres y su edad. Los testimonios escritos en tercera persona corresponden a notas tomadas en la libreta de campo posteriores a la conversación, reseñando lo dicho por ellos.

Los testimonios colectados en la comunidad de Tronconero y sectores aledaños forman parte de los trabajos de campo desarrollados entre 2008 y 2010 en el marco de la licenciatura en Educación mención Desarrollo Cultural de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez. En estos trabajos estuvieron involucrados los actuales Lics. Carmen Brea, Melissa Castro, Jhonny Brea, Ángel Lozada y Leonardo Páez.  

Tacarigua Rupestre, espacio para la discusión teórica del arte rupestre de las tierras bajas del norte de Suramérica. Visita y suscríbete a nuestro canal de YouTube https://www.youtube.com/@Barutaima 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El estudio del arte rupestre venezolano. Retos y devenir histórico

Los arawak y las manifestaciones rupestres del norte de Suramérica: de la amazonía a la región Nor-central venezolana

Petroglifos de Vigirima: Dos yacimientos de Arte Rupestre de la Cuenca del Lago de Valencia, estado Carabobo, Venezuela