¿Inagoanagoa o Naguanagua? Elucubraciones sobre el porqué de un entuerto

Entre la tinta apresurada de los escribanos del dieciseiseno y la respiración antigua del piedemonte tacarigüense (centro-norte de Venezuela), un nombre luchó por su libertad y la de los suyos. La humilde conjunción escribana dio a luz un fantasma, un supuesto "cacique Inagoanagoa". Pero los papeles hablan cuando se conoce de ligaduras, grafías vacilantes y hábitos del trazo. Al achicar la distancia temporal y reponer el pulso material de los documentos, la bruma se disipa: no fue ‘Inagoanagoa’, fue 'Naguanagua'. En estas líneas haremos no sólo un acto de corrección filológica, también una revisión de la vida de un habitante tacarigüense del siglo XVI, incluyendo su triste final como caporal, emblema de la degradación impuesta por el régimen europeo.

Es cierto: en la web, la figura del “cacique Inagoanagoa” se repite con frecuencia. En Wikipedia, la entrada sobre la actual ciudad de Naguanagua dice: “algunos autores sostienen que el nombre ‘Naguanagua’ proviene del cacique Inagoanagoa”. Esta formulación se reproduce en numerosos sitios. Notas divulgativas como la del diario digital Ciudad Valencia repiten el mismo enunciado, y cuentas locales de Instagram usan 'Inagoanagoa' como emblema. Se suma la mención de la voz en artículos académicos sobre los petroglifos del municipio Naguanagua e, incluso, en el 'Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano 2004–2006, difundido desde la página de Alba Ciudad y repositorios educativos que listan los tomos referidos al estado Carabobo

Es un hecho la consolidación de 'Inagoanagoa' en el ecosistema digital. La creencia popular relaciona la voz con la existencia de un 'jefe' indígena que habitaba la laguna de Tacarigua en el siglo XVI. Esta reiteración, sin el matiz paleográfico necesario, subraya la urgencia de enmendar el entuerto y empezar a tratar 'Inagoanagoa' como lo que es: un posible error de lectura de los contados manuscritos, derivado —como veremos—, de las ambigüedades en la forma de escribir de la época. Y, en contrapartida, honrar la existencia de Naguanagua como —eso sí— el principal de una aldea de la laguna de Tacarigua a mediados del siglo XVI.

En efecto, las fuentes documentales del siglo XVI alusivas a la región Tacarigüense —de las que tenemos conocimiento— no arrojan ningún resultado respecto al antropónimo 'Inagoanagoa'. La mención más temprana a la que pudimos acceder corresponde a la obra 'Historia documental de los orígenes de Valencia, capital del estado Carabobo', cuyo autor es el hermano Nectario María. Publicada en Madrid en 1970, en ella se afirma que Juan de Villegas, al "descubrir" y tomar posesión solemne de la laguna de Tacarigua (24 de diciembre de 1547)hizo paces con el cacique de la comarca llamado Patanemo y con otro que se llamaba Inagoanagoa” (Nectario María, 1970, p. 33). Esta aseveración hace imprescindible ‘descubrir’ el documento primario en que se habría apoyado este autor —si existe—, pues de ese hallazgo depende la validación del antropónimo y su estatuto en la memoria histórica regional.

Queda así la interrogante de cuál pudo ser la fuente de información temprana que sostiene la supuesta existencia de un "cacique Inagoanagoa". La procura de una respuesta nos lleva a considerar el siguiente pasaje de la Instrucción que da Juan de Villegas al capitán Pedro Álvarez (Perálvarez) para ir a poblar en Borburata, fechada en El Tocuyo el 19 de noviembre de 1549: “asentadas vuestras casas os ynformareys de los dichos principales Patanemo e don diego y naguanagua con naturales e vecinos del dicho puerto el mas conviniente lugar e tierra para poder luego hazer sementeras”. La sospecha es que Nectario María pudo valerse de este pasaje para sostener la existencia del principal Inagoanagoa. Nos explicamos:

En el pasaje se mencionan tres nombres, uno bautismal y dos de filiación indígena, unidos o separados por las conjunciones copulativas "e" y "y". Existe así una doble coordinación (también llamada polisíndeton), donde la "e" une Patanemo con don Diego y la "y" une don Diego con Naguanagua. Ello causa vaguedad, acrecentada por la ausencia de comas —típica de los escritos de la época— que impide delimitar con claridad los personajes mencionados. Se presentan dudas plausibles: ¿“don diego” es el nombre cristiano de un mismo líder? Y si es así, ¿de quién? ¿de Patanemo o de Naguanagua? O ¿estamos ante tres personas distintas, don Diego por un lado y Patanemo y Naguanagua por otro? Por ejemplo, pudiera entenderse que "don diego y naguanagua" sea un solo individuo con dos nombres (bautismal y de filiación indígena). Es decir, sería lícito interpretar la cadena “patanemo e don diego y naguanagua” como alusiva a dos sujetos: Patanemo por un lado, y don Diego Ynaguanagua por otro. Esta comprensión se hace más factible si en el documento se observa la costumbre de los escribanos del dieciséis de pegar la conjunción copulativa "y/e" a la palabra siguiente, lo que pudo generar —como sospechamos— que actualizaciones editoriales posteriores el original “y naguanagua” derivara en 'ynaguanagua' y, luego, acabar convertido en 'Inagoanagoa'

Aludimos, pues, la posibilidad de que la ambigüedad generada por la doble coordinación copulativa en la frase "patanemo e don diego y naguanagua", localizada en uno de los documentos alusivos al dieciseiseno tacarigüense, tenga que ver con la alusión sobre la existencia de 'Inagoanagoa'. Es verosímil pensar que Nectario María haya privilegiado la secuencia corrida “ynaguanagua” —sin blanco de separación ni coma—, convirtiéndola en un  antropónimo autónomo (Inagoanagoa). La omisión de don diego se explicaría por criterio de depuración onomástica, privilegiando las voces indígenas frente al nombre cristiano otorgado a los nativos tras el bautismo. Así, al contar solo dos autoridades (Patanemo y el que transcribe como Inagoanagoa), Nectario obviaría el título (don) y el nombre hispano (diego), ejecutando así una lectura paleográfica de “don diego y naguanagua como un mismo líder distinto a Patanemo. 

Sin embargo, la existencia de un "cacique Inagoanagoa" se vuelve inverosímil cuando revisamos en serie las fuentes del dieciseiseno. Véase, por ejemplo, la querella que presentó Pedro de Miranda contra Pedro de Torquemada en Borburata (1552), donde este último menciona el "valle de naguanaguacomo escenario de diligencias judiciales asociadas. Asimismo, los juicios de residencia que el gobernador y juez de residencia Alonso Arias de Villasinda llevó a cabo en Borburata (1554), donde Naguanagua aparece con entidad propia: “Naguanagua yndio principal encomendado a vuestra merced”. Además, están documentos donde consta su papel en las gestiones de paz en el valle de Chirgua y en el inventario de bienes de Perálvarez (en su repartimiento de Naguanagua… hasta treinta cabezas de puerco”). Todo ello prueba la existencia del "principal" Naguanagua y, consecuentemente, la posible corrupción de su nombre a Inagoanagoa. 

Ratificada entonces su existencia, interesa indagar el destino de Naguanagua luego de que los grupos tacarigüenses —sobre todo los de la culata occidental de la laguna forzosamente pactaran someterse al mandato europeo. Sobre el particular, la evidencia documental muestra tempranamente la comarca de Tacarigua bajo repartimientos, suficientemente avanzados como para contar con padrones, inventarios y cargos. Los juicios de residencias y querellas acaecidas en Borburata entre 1552 y 1554 dejan con nitidez que tanto Naguanagua como los "indios" de su asentamiento fueron encomendados de Perálvarez. Aparecen, además, otros repartimientos vecinos (Myne, Taguaxen, Guatacare, Patacare), en manos de diversos avecindados europeos. La misma Instrucción de Juan de Villegas (1549) mandaba “hareys matricula declarando el nombre del principal y donde bibe y que asyento y gente puede tener por que aya memoria dellos para el tiempo del rrepartir”, señal además de que la mención a Naguanagua no es un ornamento filológico sino un mandato de gobierno.
En ese marco, la aldea y valle de Naguanagua protagonizarían varios episodios clave. El 9 de septiembre de 1552, tras una visita “al valle de Naguanagua” para conocer “los sucesos allí acaecidos” por la muerte de cristianos, el alcalde de Borburata (Perálvarez) interrogó a los presos que se encontraban en la cárcel de esa ciudad. A la par, se registra la represión indígena en las comarcas de "Chiroa" (Chirgua) y los traslados de "piezas" (personas) entre repartimientos de la zona, así como el uso de mano de obra indígena en conucos mineros. Todo esto sitúa al principal Naguanagua y su entorno en el centro de un corredor que conectaba mar (Borburata–Patanemo), zona lacustre (laguna de Tacarigua), valles serranos (Chirgua) y salidas hacia el suroccidente, un nodo estratégico para circulación de personas, bienes y noticias en el centro-norte.

La trama desemboca en el triste final del propio Naguanagua dentro del régimen de encomienda impuesto por los europeos. En el inventario de los bienes del capitán Perálvarez (1554) se asienta que “en su repartimiento de Naguanagua tiene hasta treinta cabezas de puerco”. Las relaciones locales anotan que en la “otra banda” —valle donde hoy se asienta Valencia— el capitán fundó un hato cuyo caporal fue el principal Naguanagua. Es decir, de su inicial papel como 'diplomático' (forzado por las circunstancias), Naguanagua pasó a caporal/criador de cerdos en el hato de su encomendero Perálvarez. Esta caída de estatus, visible en la letra contable, es el espejo doméstico de una violencia estructural que convirtió el liderazgo indígena en mano de obra subordinada.

Empero, los últimos días de Naguanagua son inciertos. La sentencia en el juicio de residencia contra Perálvarez culminó con su destierro perpetuo de la gobernación y orden de embarcar “en el navío que al presente esta surto en el puerto desta cibdad y no lo quiebre so pena de muerte natural". ¿Qué ocurrió entonces con su repartimiento, incluidos Naguanagua y su aldea? La documentación no consigna un traspaso nominal específico, pero ofrece el contexto jurídico y la práctica. Los repartimientos se reasignaban por autoridad (gobernador/teniente) o se cedían entre vecinos con licencia, tal cual lo declaró Pedro de Miranda respecto de los indios de Diego Ruiz de Vallejo. Por analogía con ese uso y con la propia queja de Perálvarez sobre el poco número de "indios" que podía sostener, es verosímil que su contorno de servicios —incluido Naguanaguafuera reasignado a otro vecino o quedara bajo administración de facto hasta nueva merced. Sin embargo, el documento puntual de reasignación no está en los legajos aquí consultados, razón de que el destino final de Naguanagua se inscriba dentro de los misterios que encierra la etnohistoria Tacarigüense del siglo XVI. 

Referencias

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Comentarios

  1. Gracias gracias gracias. Como "Naguanaguera" lo compartiré , entre amigos , familiares y con algunas ong amigas de Naguanagua.

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