Hasta siempre, Miguel Ángel Salamanca
Con profunda tristeza recibimos la noticia de la partida de nuestro querido amigo y colega, Miguel Ángel Salamanca, un apasionado estudioso del arte rupestre, cuyo legado perdurará en cada piedra grabada que documentó con ahínco y dedicación.
Desde entonces, compartimos diversas expediciones "rupestrológicas" en el estado Carabobo. Juntos recorrimos el valle de Chirgua, maravillándonos ante el enigma del geoglifo "La Rueda del Indio". Exploramos el sitio de Malbellaco, soñando siempre con descrifrar los mensajes inscritos en la roca. También tuve el honor de recibirlo y guiarlo en su visita al sitio Piedra Pintada del valle de Vigirima, otro de esos espacios donde su sensibilidad y pasión por el arte rupestre se manifestaron con fuerza. En esos encuentros con el avesado investigador tuve oportunidad de "tomar escuela" respecto al manejo de instrumentos de medición, audio, video e imagen.
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Quien escribe (izq.) con Miguél Ángel en la Hacienda Cariaprima, Chirgua. Foto de 2004. |
Miguel Ángel fue pionero en la investigación y registro de los petroglifos del estado Táchira, dejando como legado una obra fundamental para el estudio del arte rupestre en Venezuela. Su incansable exploración lo llevó también a establecer puentes entre el patrimonio gráfico rupestre de Venezuela y el Norte de Santander en Colombia, buscando siempre comprender los lazos profundos que unen a estos territorios a través de los símbolos en la piedra.
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Representaciones visuales grabadas del Norte de Santander, Colombia. Fotografía y tratamiento digital de Miguel Ángel Salamanca. Fuente: https://rupestreweb.tripod.com/sardinata.html |
Su amor por el conocimiento y su compromiso con la investigación lo convirtieron, para los que venimos detrás, en un referente indiscutible. Nos deja además, tal cual nos informa Doralina Velasco, la preocupación que en sus últimos años expresaba sobre el destino de su biblioteca y de su legado. Un legado que, sin duda, debemos honrar y preservar.
Hoy nos toca despedirlo con la certeza de que su viaje no es un adiós, sino un tránsito hacia latitudes donde un día todos iremos (o volveremos). Que su espíritu siga recorriendo los senderos de la historia, y que su memoria permanezca viva en cada investigador que, como él, se aventura a descifrar los misterios del arte rupestre.
Hasta siempre querido amigo.
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