Esculturas "indias" y la exaltación del nacionalismo en Venezuela

      A pesar del tratamiento algo impropio hacia los materiales arqueológicos y etnográficos indígenas en Venezuela, en las primeras décadas del siglo XX se comenzaría a  gestar entre algunos círculos de artistas e intelectuales del país cierta atracción  hacia ellos, insuflado por el enfoque nacionalista y la noción de raza cósmica en  boga dentro del pensamiento continental americano. 

     Con certeza, los relatos de los textos de Indias y de los llamados naturalistas de los tiempos monárquico y republicano, así como las formas estéticas  de las piezas arqueológicas recuperadas, sirvieron de base para la creación de  obras artísticas y literarias que, de manera controversial, con el tiempo alcanzaron relevancia patrimonial. De esta manera se elaboraron algunas obras hoy icónicas, como la Estatua del Indio Guaicaipuro de Andrés Pérez Mujica (en el original Indio Combatiente, 1906), ubicada en 1927 en la plaza homónima en la ciudad de Los Teques; la Plaza Tacarigua en los predios de Maracay (Alejandro Colina, 1933) y la  reconocida Fuente del Parque Carabobo de Caracas (Francisco Narváez, 1934), por  ejemplo. 

      Vale destacar que la Plaza Tacarigua estuvo inspirada en las excavaciones arqueológicas realizadas por Rafael Requena en las riberas de la cuenca del lago de Valencia, y en conmemoración de los 338 años del “descubrimiento” (su toma de posesión por parte de los europeos) de este cuerpo de agua. Esta obra fue declarada Monumento Histórico Nacional en Gaceta oficial N° 33.634 del 9 de enero de 1987 (RPC-Venezuela, 2014: 1), existiendo, por tanto, un significativo contraste entre el otorgamiento del mayor ranking patrimonial de esta obra contemporánea y la destrucción de la mayoría de los sitios donde se localizaron los materiales arqueológicos indígenas que la inspiraron.

Plaza Tacarigua, base aérea de Maracay (estado Aragua, Venezuela). Obra del escultor Alejandro Colina (1933). Fuente: Gassón, 2001.

Asimismo, cabe advertir la influencia que el Museo de Bellas Artes tendría para que noveles artistas de este tiempo rompieran con viejos géneros, propiciando una nueva plástica basada en el culto a la naturaleza y la consolidación de los valores autóctonos (Moreno Rodríguez, 2015: 129). De esa escuela caben mencionar a Héctor Poleo y César Rengifo, entre otros, cuyas obras estuvieron consecuentemente vinculadas con el rescate de las costumbres nativas indígenas, plasmándose un discurso visual influenciado por la corriente nacionalista de la Escuela de Pintura Mexicana, caracterizada por la exaltación post revolucionaria y heroica “del obrero, el campesino y el indígena, [extendida] por toda América Latina” (Moreno Rodríguez, 2015: 128). En esa misma línea se inscribiría la obra de Francisco Narváez, cuyo lenguaje escultórico se enfocó en resaltar, a través de los atributos mestizos de la población venezolana, el primor, decoro y fortaleza de los grupos indígenas que habitaron el territorio nacional antes del arribo europeo (Moreno Rodríguez, 2015: 128). 

Ubicación inicial de la escultura María Lionza en la Ciudad Universitaria de Caracas, al borde de la autopista Francisco Fajardo. Foto: Herbert Kirchhoff, 1956. Fuente: González Casas y Marín, 2008.

En la cuarta década del siglo XX, la dinámica enaltecedora indígena se ve reflejada en los trabajos literarios de Antonio Reyes y Arturo Hellmund Tello, los cuales sirvieron de musa a un grupo de artistas que en la década de 1950 estuvieron insertos en los proyectos urbanísticos auspiciados por el gobierno de Marcos Pérez Jiménez (González Casas y Marín, 2008: 271). Se realizaron de esta manera relevantes obras plásticas, inspiradas por el nacionalismo y la noción de mestizaje que alcanzaron reconocimiento patrimonial, no obstante considerarse que tal valoración tendería más hacia el campo de la estética que de la exaltación de los valores culturales indígenas, acaso quedando solamente en una reducida esfera artística-intelectual su relevancia en cuanto al contenido representacional implícito en ellas.

Obra Génesis, de César Rengifo. Fuente: González Casas y Marín, 2008.

En efecto, acorde con esto último, González Casas y Marín plantean que el tema indigenista ocupando un sitial en la arquitectura moderna y en el paisaje caraqueño de mediados de siglo XX, daría cuenta de las tensiones producidas por el antagonismo entre “la necesidad de proyectar un fantasma arcaico frente a todo deseo o figura de modernización” (2008: 278). Y es que entre las élites gobernantes de mediados de siglo XX, el mundo indígena (y también afrodescendiente) se concebiría circunscrito a un pasado considerado vetusto, prevaleciendo un imaginario peyorativo hacia todo lo que representara “una fuente de vergüenza y atraso”, como lo expresan González Casas y Marín (2008: 269). Para ellas (las élites), sólo la gesta heroica de la Independencia y todo lo que promueva su recuerdo merecía conservarse. 

De modo que el reconocimiento del pasado indígena dentro del proyecto político perezjimenista estuvo signado por la exaltación no del pasado sino del presente, pretendiendo modificar y modernizar los espacios urbanos y la vida socio-económica y cultural de la República. A partir de allí se patrocinó el trabajo de estos “artistas” (con toda la carga “moderna” que encierra esta nomenclatura) para que erigieran obras de “arte” que simbolizaran el progreso y grado civilizatorio alcanzado por el país. Como resultado, la ciudad de Caracas ostenta en la actualidad algunas obras icónicas indigenistas, como el conjunto escultórico Los centinelas de Alejandro Colina (1946-47), la escultura María Lionza (recientemente trasladada a la montaña de Sorte) del mismo autor (1951), el mosaico El mito de Amalivaca de César Rengifo (1956) el mural Venezuela de Pedro Centeno Vallenilla (1959) y el ulterior mosaico a modo de tríptico Génesis (figura 20) de César Rengifo (1972-73), entre otras (González Casas y Marín, 2008: 272, 274, 276-278).  

Bibliografía consultada

Díaz Peña, Natalia. La colección arqueológica del lago de Valencia. Documentación y nueva museología. Valencia: Fundación para la Cultura del Lago de Valencia. 2006.

González Casas, Lorenzo y Marín Orlando. Tiempos superpuestos: arquitectura moderna e “indigenismo” en obras emblemáticas de la Caracas de 1950. Apuntes, vol. 21, núm. 2, pp. 252-265. ISSN: 1657-9763. 2008.

Gassón, Rafael. Los temperamentos mágicos de la arqueología venezolana. Revista Bigott, num. 19, pp. 5-19. 2001.

Moreno Rodríguez, Rosa. La relación Arte y Política, en los inicios de Modernidad en Venezuela. Fermentum, num. 74, vol. 25, pp. 126-133. 2015.

RPC-Venezuela. Plaza Tacarigua, base Sucre. Instituto del Patrimonio Cultural. 2014. Disponible: http://rpc-venezuela.gob.ve/rpc/portal/index.php?op=100_&id=30220 Acceso: 12 de abril de 2019.

¿Cómo citar este artículo?

Páez, Leonardo (2019). Patrimonialización de los sitios arqueológicos de la región del lago de Valencia (Venezuela): el caso del paisaje con arte rupestre del área Noroccidental Tacarigüense. Disertación de maestría, Programa de Posgrado en Memoria Social y Patrimonio Cultural, Universidad Federal de Pelotas (Brasil). Disponible: https://repositorio.ufpel.edu.br/handle/prefix/8838?locale-attribute=es 

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