Sobre Piedra Pintada y sus topónimos


Otro dato de interés para evaluar posibles indicios de la continuidad de elementos culturales indígenas en las localidades aledañas a sitios con arte rupestre tacarigüenses [región histórica del lago de Valencia] podría ser la toponimia. Se trata de cotejar la permanencia de nombres geográficos derivados de lenguas habladas por ese componente poblador, o de nomenclatura española que pudiera relacionarse con los nombres indígenas originales que habrían sido sustituidos por términos equivalentes. Tal podría ser el caso del topónimo Piedra Pintada.

En efecto, un ejemplo interesante de ello sería el término Piedra Pintada, nombre del emblemático sitio con arte rupestre del contexto espacial de esta investigación [región tacarigüense o lago de Valencia]. De él, pudiera sospecharse un origen pretérito asociado con el término aborigen -o por lo menos el designado en algún momento del pasado indígena regional-, acaso conservado y transmitido de generación en generación hasta llegar a los tiempos actuales. La presunta condición originaria del término Piedra Pintada para los sitios con arte rupestre (caso especial petroglifos), tiene sustentación en los datos etnográficos colectados por investigadores en condiciones espacio-temporales donde quizá los imaginarios indígenas pre-contacto europeo aún mantenían cierta operatividad[1]. Así pues, se acometió la tarea de indagar acerca de la posible génesis de este término en la geografía tacarigüense, en tanto indicativo de conservación de ciertos valores asociados a los sitios con arte rupestre de sus predios.

        Con ello en mente, se logró acopiar información muy interesante que permitió una aproximación más o menos plausible sobre este tema de investigación. De manera preliminar, vale advertir que el estudio pionero de Oramas sobre Piedra Pintada (1959 [1939]: 207, 238) hace alusión al término Cocorote como topónimo de este lugar. Ello dejaría en entredicho la presunción sobre el origen pretérito del actual topónimo, del cual nada se alude en ningún pasaje de este trabajo. Cabría preguntarse entonces si la expresión Cocorote ostentaría la distinción de ser el nombre originario[2] de este sitio arqueológico, pues su advertencia frente a la total omisión a Piedra Pintada, condiciona el razonamiento hacia esta particularidad.   

En tal sentido, cabe señalar que Oramas no hace referencia a la fuente de la cual echaría mano para recabar la denominación del lugar, lo que conduce a la incertidumbre sobre si la información fue colectada in situ o por otros medios[3]. Por otro lado, los habitantes actuales de Tronconero desconocen la existencia en sus predios, antes o ahora, de un paraje conocido bajo el término de Cocorote[4]. En consecuencia, queda la incógnita sobre el posible origen de ambos topónimos, el señalado por Oramas o el Piedra Pintada como designación actual del principal enclave de las manifestaciones rupestres de Tronconero.

A pesar de estos inconvenientes, la pesquisa realizada arrojaría algunos datos claves para la comprensión de este asunto. En primer lugar, el profesor Armando “Sasarabicoa” Torres Villegas, en su obra Tras la huella de los petroglifos (2010), menciona el término Cocorote en uno de sus pasajes, relacionado con una jornada exploratoria por los cerros de Vigirima: “…nos encontrábamos por el piedemonte de la cordillera de la costa, entre el cerro Cocorote y la fila de Las Rosas; eran las 6:10 am, decidimos descansar en el picacho de la Casa del Viento…” (Torres Villegas, 2010: 84). En aras de obtener más datos sobre este pasaje, se realizó una entrevista al autor, manifestando éste que: “…a Cocorote se le decía al cerro que está frente a Piedra Pintada; un llamado ‘Vale Vale’ que vivía en Vigirima le decía así. También Henriqueta [Peñalver] llamaba Cocorote a Piedra Pintada…” (entrevista a Armando Torres Villegas, 2015). Es decir, pareciera que eran designaciones próximas entre sí, dadas a distintos accidentes geográficos, una de las cuales fue olvidada por los pobladores más recientemente.

Siguiendo con las indagaciones, sobre el término Cocorote se encuentra lo señalado en la clásica obra Glosario de voces indígenas de Venezuela (1921), del erudito venezolano Lisandro Alvarado. En ella se encuentra una pléyade de voces nativas usadas corrientemente por el gentilicio venezolano y, particularmente, relacionadas con objetos y lugares. Este dato es muy importante, pues acaso sea evidencia de una relación del sitio con arte rupestre Piedra Pintada con una antigua condición agorera:

 

COCOROTE. Ave de las montañas de Aragua, casi del porte de una paloma, de color verdoso, cuyo nombre es remedo de su canto. Una creencia popular mira esta ave como agorera; y así tienen como proverbio lo que, al tener de una conseja, observa el indígena a su misionero o cura, cuando este lo disuade de tal superstición. “Cocorote canta indio se muere; / no lo creo, padre, pero sucede” (Alvarado, 1953 [1921]: 105).

 A la luz de los planteamientos antes dichos, cabe la posibilidad que el zoo-topónimo Cocorote haya sido colectado por Oramas entre los lugareños como el término con que se conoce el actual Piedra Pintada, evidenciado en el testimonio de Torres Villegas. Pero igualmente, de acuerdo a la información suministrada por Alvarado, el vocablo daría cuenta de una suerte de temor y respeto de los lugareños hacia el recinto, en tanto depositario de objetos y construcciones acaso relacionadas con el imaginario religioso de las comunidades aborígenes pretéritas.

Sin embargo, el asunto no se cierra aquí, pues estarían interviniendo otros elementos. Por ejemplo, el trabajo presentado por José María Cruxent en 1952 menciona reiteradamente Cerro Pintado o Colorado[5] como topónimo del sitio Piedra Pintada, sin hacer referencia a la fuente de obtención de esta información (Cruxent, 1952: 292, 293). La ausencia del topónimo Piedra Pintada en este trabajo, da bases para pensar una reciente adscripción de esta expresión. Pero además, nótese también la ausencia de la voz Cocorote compilada por Oramas, quizá evidencia de las arbitrariedades con que estos pioneros investigadores (Cruxent y Oramas) nombraron al recinto. Ciertamente, la ausencia del componente etnográfico en estos trabajos, o en todo caso la mención a la fuente utilizada en la compilación de los datos, impediría contar con bases para cotejar la autenticidad de los mismos. Se adolece especialmente de referencias a baqueanos informantes, siendo que éstos estarían acreditados para apuntar los nombres de parajes, por ejemplo.

El topónimo Piedra Pintada se mencionaría por vez primera en 1958, en la obra denominada Los monumentos megalíticos y petroglifos de Vigirima, del espeleólogo venezolano Raúl Alvarado Jahn. Este autor relata que en compañía de funcionarios adscritos al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), fue “…a ver los petroglifos de Piedras Pintadas, en el sitio de “La Vizcarrondera”, Tronconero, localidad cercana a Vigirima (Edo. Carabobo)…” (Alvarado Jahn, 1958: 163). De modo que los petroglifos de Cocorote (compilado por Oramas), que luego serían de Cerro Pintado o Colorado (según Cruxent), se convertirían de la mano de Alvarado Jahn en los petroglifos de Piedras Pintadas, del sitio “La Vizcarrondera”[6]. Tampoco en este caso hay alguna referencia que permita determinar la fuente a la cual recurrieron los investigadores para recabar estas expresiones. En todo caso, destaca ésta como la primera mención documental de Piedra Pintada[7] en tanto término usado para designar al sitio con arte rupestre.

Partiendo entonces del trabajo de los pioneros y de las indagaciones propias antes mencionadas, se pudieran plantear las siguientes observaciones: 1) se desconoce la fuente consultada o utilizada por los investigadores aquí nombrados para la obtención del nombre con que se conocía al actual sitio de Piedra Pintada; 2) el término Cocorote posee una posible condición agorera en el imaginario de origen indígena norcentral, lo que pudiera atribuir a Piedra Pintada una suerte de paraje siniestro entre las comunidades campesinas criollo-mestizas del valle de Vigirima; 3) Piedra Pintada fue el término con que los habitantes campesinos de la comarca tacarigüense, desde la segunda mitad del siglo pasado, (re)conocían e identificaban el sitio con arte rupestre ubicado en los predio de Tronconero; 4) la intervención de Oramas en el recinto, y posteriormente de Cruxent una década después, produjeron un cambio sustancial en la concepción que los lugareños tenían hacia Piedra Pintada, tal vez reforzando su valoración; 5) si no fue Cocorote el topónimo originario del lugar, esto es, la voz asignada por los productores-usuarios de las manifestaciones de arte rupestre allí alojadas, la designación primigenia en lengua indígena quizá desapareció; y 6) Piedra Pintada, en tanto topónimo para designar el sitio con arte rupestre ubicado en Tronconero, no necesariamente es de origen indígena, pues tal vez fue contribución de los investigadores, no obstante reseñado su uso en otras zonas del país y en países vecinos, tanto en idioma español como sus equivalentes en lenguas indígenas.

Cabría desarrollar la cuarta y sexta presunción, a manera de iniciar el debate sobre el valor de los nombres Cocorote y Piedra Pintada como posible legado indígena local. Por ejemplo, en capítulos precedentes se han replicado algunas imágenes tomadas por Oramas donde se observan resaltados los surcos de los grabados rupestres de Piedra Pintada con una sustancia blanquecina. Ello, posiblemente, habría sido la primera vez que se ejecutaría esta acción en el recinto. Es factible que la operación se haya realizado utilizándose tiza de color blanco, como podría evidenciarse en la fotografía de la Piedra de la Diosa[8]  y de otra roca ubicada en la cumbre del montículo mayor, conocida popularmente como la Piedra del Lago (imagen 114).


Imagen 114 [del original]. Fotografía de Oramas del petroglifo de Piedra Pintada conocido como la "Piedra del lago". Fuente: Oramas, 1959. Digitalización: Leonardo Páez.

Imagen complementaria [no incluida en el texto original]. Vista parcial de las representaciones grabadas en "Piedra del lago". Autor: Omar Idler. Fuente: Idler (1985).

Cruxent, por su parte, no publica ninguna fotografía de las representaciones grabadas de Piedra Pintada -como tampoco de las construcciones pétreas-, limitándose sólo a mostrar un dibujo[9] con imágenes esquematizadas de lo que él llama “…algunos petroglifos típicos de Vigirima…” [traducción del original en inglés] (Cruxent, 1952: 292). Sin embargo, en el Centro de Investigaciones Antropológicas, Arqueológicas y Paleontológicas[10] (CIAAP) de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFM), reposa un álbum fotográfico personal de este autor donde se encuentra una foto de fecha indeterminada que posiblemente se relacione con su trabajo de campo desarrollado en el lugar. Allí puede verse a Cruxent, al lado de un colaborador frente a la Piedra del Lago examinando los surcos de los grabados del soporte pétreo, blandiendo un pincel en su mano derecha (imagen 115). Esta evidencia conmina a pensar que el arqueólogo habría resaltado los surcos de los grabados de Piedra Pintada, tal vez con una pintura blanca -color que se estilaba en tales casos- de base aceitosa. Lo anterior se deduce del deterioro de la pátina superficial de las rocas grabadas observable en las imágenes publicadas algunos años después por Alvarado Jahn (imagen 116).   

 

Imagen 115 [del original]. José María Cruxent en Piedra Pintada, posiblemente en la década de los 50 del pasado siglo. Fuente: colección CIAAP-UNEFM.

Imagen 116 [del original]. Fotografía de Herman Kabe del IVIC de 1958, que muestr aunos diseños rupestres del montículo mayor del sitio con arte rupestre Piedra Pintada. Se observa el deterioro de la pátina superficial del soporte rocoso por el uso de pintura en el resaltado de los surcos. Fuente: Alvarado Jahn, 1958.

 Ahora bien, ¿a qué razonamiento conduce esta información? En primer lugar, sería lógico pensar el forzoso impacto entre los lugareños que causaría la intervención de los investigadores en Piedra Pintada. Es probable que decenas de “piedras” del recinto, literalmente “pintadas”, aflorando con ello las figuras presentes en su superficie, habría sido -por lo menos- una novedad difícilmente pasada por alto entre las comunidades aledañas al complejo arqueológico. La sospecha entonces es que esa eventualidad conllevaría a los habitantes del sector Tronconero y otros del valle de Vigirima, incluso de Guacara, a utilizar el término Piedras Pintadas para designar al lugar, tal cual lo recogería Alvarado Jahn, aunque éste no refiera la procedencia de la expresión. Con el uso, el vocablo habría decantado a Piedra Pintada, voz más fácil de entonar en la cotidianidad. Quedaría así institucionalizado el nombre de este importante espacio patrimonial del país. 

El tema de Piedra Pintada y sus topónimos muestra un nuevo elemento a partir de las jornadas de trabajos de campo efectuadas, dejado deliberadamente al final como plato fuerte para la dilucidación de este tema. En efecto, los datos recabados muestran que este paraje, antes de la popularización del término Piedra Pintada, era conocido por los campesinos de Tronconero y sus alrededores como cerro Las Garrapatas, topónimo que se sospecha cayó involuntariamente en desuso por las actividades de campo que investigadores de la arqueología comenzaron a realizar en el espacio. La sospecha es que estas acciones -que incluían el pintado de los surcos de las representaciones rupestres- acaso propiciaron la nueva designación, alcanzando la dicha popularidad a medida que se publicaban noticias acerca de la localidad así rebautizada y que sucesivas generaciones de visitantes accedieran al lugar acreditando el nombre. Lo dicho se expresa en los testimonios recabados:

 

Desde Vigirima hasta la zona del Sisal existían otros encargados que también tenían sus pequeños fundos, que cada uno tenía sus linderos, desde el lindero de Vigirima hasta el Cerro Las Garrapatas, luego otro lindero hasta La Compañía por donde conocemos hoy día Lavanera que perteneció a Manuel Lavana, y de Vigirimita hasta el Cerro Las Garrapatas pertenecía a Francisco Vizcarronde (L.G. [+], [1915]).

 

…esa zona de Piedra Pintada le llamaban Las Garrapatas, eso era ganado y casi toda esa zona. Más vivía la gente en el cerro que en plan, esa zona del espinal eran bajumbales (P.J.S. [+], [1924]).

 

Mi papá nació en el cerro Piedra Pintada, en el cerro Las Garrapatas, y cuando los padres murieron, la familia se lo llevó para San Diego (A.F., [1943]).

 

Se tendría entonces que Piedra Pintada y cerro Las Garrapatas se incluyen como los topónimos reconocidos por los habitantes de Tronconero y sus alrededores, el primero desplazando de manera paulatina al segundo probablemente por la intervención de los investigadores arqueólogos que iniciaron sus trabajos de campo en 1939. Por otro lado, se advierte la omisión del término Cocorote -acaso recogida por Oramas entre baqueanos informantes de Guacara, Valencia o Maracay-, lo que restaría validez a la presunción sobre el posible carácter agorero del espacio relacionado con el nombre del ave mencionada por Lisandro Alvarado.

Por último, cabe señalar la total ausencia de recuerdos entre los pobladores del área que señalen a Piedra Pintada como lugar de significación social, o de reconocimiento en tanto espacio identitario, religioso, arcano, agorero, funcional, entre otros. En consecuencia, pudiera suponerse la ausencia de imaginarios, al menos entre los campesinos de Tronconero de la primera mitad del siglo XX, asociado a los sitios rupestres de la región. Empero, esta presunción tendría que ser tomada con prudencia, hasta tanto el tema sea abordado con mayor diligencia en futuros estudios. Habría que indagar también cual puede ser la memoria oral sobre el resto de los sitios rupestres del área en estudio, donde lamentablemente no se pudieron hacer pesquisas de mayor profundidad por limitaciones de tiempo. En todo caso, se asume que a raíz de las intervenciones arqueológicas en Piedra Pintada se produciría una transformación de sentido del recinto que sembraría las bases para una nueva socialización y (re)significación de este espacio, esto es, su valoración patrimonial. En cambio, en otras localidades como La Cumaca, la situación pareciera más compleja, ya que el cambio de significación involucra elementos de marcado significado religioso, como se verá a continuación.



[1] Ver el caso de Timehri Rock, tratado en páginas precedentes.

[2] Es decir, el nombre con que los habitantes indígenas conocían el lugar.

[3] Por ejemplo, a través de la cartografía.

[4] Como más adelante quedará manifiesto.

[5]  Vale advertir que con el nombre “Los Colorados”, los habitantes de Tronconero conocen un sector del cerro Las Rosas, aproximadamente a 700 msnm, donde quien escribe ha reportado la existencia de petroglifos. Al pie de esta colina se ubica Piedra Pintada.

[6] El topónimo “La Vizcarrondera”, de acuerdo a los datos compilados en el lugar, corresponde a una posesión aledaña a Piedra Pintada de un señor de apellido Vizcarronde (o Vizcarrondo), el cual le otorgaba el nombre a uno de los pasos del río Vigirima que por allí se encontraba: el “paso de Vizcarronde”.

[7] En este caso en plural.

[8] Ver imagen 15.

[9] Ver ilustración 23.

[10] Fundado por el mismo Cruxent.


Referencias bibliográficas

Alvarado Jahn, R. (1958). Los monumentos megalíticos y petroglifos de Vigirima. Boletín de la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales, Tomo XX, nº 92, Caracas. Pp. 161-169.

Alvarado, Lisandro (1953) [1921]. Glosario de voces indígenas de Venezuela, Vol. I. colección Obras Completas de Lisandro Alvarado. Tipografía La Nación. Caracas, Venezuela.

Cruxent, J. (1952). Notes on venezuelan archeology. Vol. III del 29º Congreso Internacional de Americanismo, Universidad de Chicago, EE.UU.

Idler, Omar (1985). Petroglifos de Tacarigua. Ediciones Ateneo de Guacara. Guacara, estado Carabobo.

Oramas, Luis (1959) [1939]. Prehistoria y arqueología de Venezuela. Construcciones y petrografías de una región de Venezuela. Varias deducciones al respecto. Boletín de la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales. Tomo 20, # 93. Pp. 207-253. Reproducción del artículo aparecido en las Actas de la primera Sesión del 27º Congreso Internacional de Americanismo. pp. 277-302.

Torres Villegas, Armando (2010). Tras la huella de los petroglifos. Publicación auspiciada por la alcaldía del municipio Guacara, estado Carabobo.


Cómo citar este trabajo?

Páez, Leonardo (2021). Etnohistoria del arte rupestre tacarigüense. Producción, uso y función de los petroglifos de la región del lago de Valencia, Venezuela (2450 a.C. – 2008 d.C.). Ediciones Dabánatà, Universidad de Los Andes. Venezuela.


                    

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