Piedra Pintada y la musealización del patrimonio arqueológico venezolano

Para citar: Páez, Leonardo (2018). Piedra Pintada y la musealización del patrimonio arqueológico venezolano. Anais do Semana dos Museus da UFPel; org. Andréa Lacerda Bachettini, Silvana de Fátima Bojanoski. – Pelotas: Ed. da UFPel, V. 2.: il. - Realização da Rede de Museus da Pró-Reitoria de Extensão e Cultura. ISSN: 2674-6298. Disponible en: https://periodicos.ufpel.edu.br/ojs2/index.php/asm 

Resumen

En los últimos años, los nuevos marcos jurídicos nacionales e internacionales han concedido cierta relevancia a la preservación y puesta en valor de los vestigios arqueológicos del tiempo precolonial venezolano. Sin embargo, aún se está lejos de experimentar una eficaz gestión cultural y un grado de concienciación social que permita el sano disfrute de estos bienes. Esta situación se evidencia en el caso del Museo Parque Arqueológico Piedra Pintada, ejemplo que permite comprender los factores que intervienen tanto en la activación como en la valoración del patrimonio arqueológico venezolano. En tal sentido, a partir de la aplicación de técnicas de investigación documental y de campo, se indaga sobre los procesos desencadenantes de la actual desidia gubernamental y olvido social que enfrenta el Museo Parque Arqueológico Piedra Pintada, intentando comprender los factores que intervienen en la musealización in situ del patrimonio arqueológico venezolano.

Palabras clave: Museo Parque Arqueológico Piedra Pintada, patrimonio arqueológico, musealización.

Musealización y patrimonio arqueológico

En las últimas décadas, la noción de patrimonio cultural ha venido sufriendo sustanciales transformaciones a nivel internacional, otorgando mayor significación a la relación entre los lugares de patrimonio y su espacio o área territorial de influencia (Unesco, 2014 [2013]: 14). Los nuevos enfoques conservacionistas señalan al patrimonio cultural como un conjunto de lugares, donde los factores sociales y culturales cumplen y cumplieron un significativo rol (Ídem.). En sintonía con estas ideas, el Consejo Internacional de Museos (ICOM) promovió en la década de los ochenta del pasado siglo la adecuación del término museo, incorporando el principio de conservación de los restos arqueológicos in situ (Carmona y Basterrica, 2011). Esta apertura otorgó a los sitios arqueológicos la posibilidad de que operen como un tipo de museo extramuros, dependiendo esta activación de la significación social y política concedida a los objetos alojados en sus predios.

Cobra así relevancia el término musealización, entendido como una renovada concepción que persigue la activación del patrimonio con criterios fundamentados en la educación (Ordaz y Vázquez, 2014). Musealizar es una forma de gestión patrimonial, un cúmulo de acciones que pretende alcanzar el conveniente uso de los bienes tomando en cuenta normas de conservación acordes con las exigencias sociales actuales (Ballard y Tresserras en Carmona y Basterrica, Ibíd.). A través de la musealización se puede hacer accesible física e intelectualmente el patrimonio arqueológico, poniéndolo al alcance y uso de todos.

La musealización, siguiendo las ideas de Prats (1998), en tanto resultado de la activación de unos referentes potencialmente patrimonializables, es impulsada por versiones ideológicas de la identidad. Al decir de este autor (Ibíd.; 2005), la activación de estos referentes se enmarca dentro de ideas y valores previamente establecidos, comúnmente subordinada a particulares intereses políticos compelidos a expresar y motorizar las significaciones compartidas de la sociedad. La musealización, vista desde esta perspectiva, se entiende entonces como un mecanismo de imposición utilizado por regímenes políticos dominantes para hacer valer proyectos o identidades políticas, en aras de la consecución de un presente valioso y la edificación de un futuro considerado necesario (Cuesta Bustillo, 1998).

La musealización del patrimonio arqueológico in situ, significa entonces la oportunidad de activar los vestigios del pasado en los espacios donde antaño habrían sido concebidos por sus productores y usuarios. Esta labor supone la creación de áreas protegidas bajo régimen especial (parques arqueológicos), los cuales -dicho sea- pudieran acarrear ingentes beneficios materiales e inmateriales a las comunidades locales. Otro beneficio inherente a la apertura de estas instituciones museísticas, está en la posibilidad de investigación de los objetos patrimoniales en el mismo contexto arqueológico en el que se insertan, aumentando con ello la efectividad en la comprensión de los mismos (Martínez Celis, 2012).

Para el sano desenvolvimiento de los parques arqueológicos, se hace indispensable la implementación de una efectiva gestión patrimonial, esto es, la puesta en marcha de una serie de operaciones dispuestas con el fin de optimizar la conservación de los bienes y un uso mesurado del espacio por parte del público visitante (Carmona y Basterrica, Ibíd.). La gestión del patrimonio también supone un conjunto de actuaciones destinadas a otorgar viabilidad al conocimiento y difusión del patrimonio, a la par de ordenar y facilitar las intervenciones que en él se ejecuten (Ibíd.). Se trata a su vez de establecer una serie de estrategias dirigidas a visibilizar y comprender el patrimonio, tomando en cuenta factores de identidad cultural y de rentabilidad social y económica (Baldeón, 2005). En ese sentido, como campos de acción estarían la investigación, la protección, la conservación-restauración, y la difusión-didáctica (Ibíd.). La sostenibilidad del proceso de musealización de los sitios arqueológicos in situ, estaría determinada entonces por los resultados de la gestión patrimonial de las instituciones destinadas para tal fin (los parques arqueológicos), sincronizada ésta con los marcos jurídicos vigentes y la organización administrativa del espacio donde ésta se active.

Agentes de la musealización del patrimonio arqueológico

Siguiendo lo señalado por Prats (1998), la musealización del patrimonio arqueológico se enmarca en un proceso donde las decisiones atañen principalmente a los poderes políticos, bien locales, regionales o nacionales. En palabras del autor, dichos poderes se valen de la musealización para la formalización, explicación, representación y legitimación ideológica de sus referentes. Esto significa que ninguna musealización llevaría en esencia atributos de neutralidad, pues sería deudora ...“de una correlación entre ideas y valores (...) que se corresponden con unos determinados intereses”... (Ibíd.: 68). En consecuencia, apunta Prats, las musealización puede entenderse como una estrategia política, asociada a intereses, valores y situaciones históricamente variables (Ídem.).

De manera que el poder político, en la figura de los gobiernos nacionales, regionales o locales, sería el principal agente interventor en los procesos de musealización del patrimonio arqueológico. Cualquier activación patrimonial pretendida desde otras instancias sociales, tendría que contar con el aval de este poder, pues sin éste -concluye Prats- no existiría el patrimonio. La musealización de los sitios arqueológicos se entendería entonces como el resultado de la legitimación de ideas y valores identitarios auspiciados por factores de poder político que precisan de la patrimonialización como apuntalamiento de ciertos referentes simbólicos, siendo éstos favorecidos con espacios propicios -como los parques arqueológicos- para su admiración y preservación (Ibid.).

Ahora bien, como principal agente de la musealización, el poder político se ve confrontado por otros poderes fácticos que, actuando sobre la base del consenso y de cierto grado de espontaneidad (no exenta de intereses), conceden, en la praxis, valoraciones patrimoniales (Prats, 2005). Se produce entonces una especie de negociación, dice Prats (Ibíd.), donde diferentes factores otorgan o no legitimidad a las pretendidas activaciones patrimoniales del poder político, acorde a realidades socialmente percibidas. Entre estos factores se encuentran los económicos y los intereses académicos, los primeros invirtiendo recursos en aras de obtener beneficios de imagen y los segundos intentando el reconocimiento social, recursos económicos o estatus, por ejemplo (Ibíd.). Por otro lado, Prats resalta los factores turísticos (tal vez una variante económica), con lo cual las activaciones patrimoniales adquieren otra dimensión, sobre todo en las sociedades capitalistas avanzadas (Ibíd.).

Un aspecto importante de advertir en ese sentido, está en la poderosa simbiosis que se genera entre poder político y discurso historiográfico, devenido este último de las esferas del poder académico de la sociedad. En palabras de Carrera Damas (1969), en la historiografía oficial se maneja la historia para convalidar o legalizar situaciones y actos públicos promovidos por el poder político. De acuerdo con el autor, en ella se instrumentalizan las ideologías, creada y recreada en función de difundir masivamente la propuesta hegemónica de los regímenes dominantes (Ibíd.). La musealización, en tanto estrategia de legitimación e imposición de proyectos políticos, sería entonces un proceso supeditado al manejo de la historia acorde con intereses políticos dominantes.

Por su parte, y antepuestos a cualquier activación patrimonial impulsada por el poder político en negociación con otros poderes fácticos de la sociedad, se encuentran los significados vinculados puntualmente con la biografía de los individuos. De acuerdo a lo señalado por Prats (2005), objetos, lugares y manifestaciones obtienen en la praxis cotidiana una legitimación al interior de las comunidades, con contenidos y significados previos medianamente independientes al propio discurso de la patrimonialización. Este es un aspecto importante de considerar en las activaciones patrimoniales, pues ...“nos revela la verdadera naturaleza del patrimonio local, que se basa en la memoria” (Ibíd.: 26).

Siguiendo entonces estas ideas, pudiera entenderse a la memoria compartida como un agente de la musealización del patrimonio arqueológico. Pues, si bien la activación patrimonial no surgiría de los discursos cambiantes que la comunidad tendría sobre sí misma, la memoria compartida intervendría como elemento de coacción en las actuaciones del poder político, las cuales deben hacerse eco de las particularidades identitarias de la población, ...“so pena de perder apoyos políticos” (Idem.). No obstante, a pesar que la memoria establece los referentes con los cuales los individuos de una localidad, cualesquiera sean sus dimensiones, determinan sus discursos y contenidos identitarios (Ídem.), hay que tomar en cuenta que ésta no estaría libre de las influencias de la acción política-historiográfica. El fino proceso de recordar u olvidar es, dice Cuesta (2011), ineludiblemente creado o influido por espacios de poder que ordenan el presente acorde a ...“una economía política del recuerdo y de una lógica de gestión del pasado” (p. 19).

El SAR Piedra Pintada: breve historia de su musealización

El Sitio con Arte Rupestre (SAR) Piedra Pintada, es un yacimiento arqueológico del territorio Centro-norte de Venezuela, situado en el llamado Paisaje con Arte Rupestre del Área Noroccidental Tacarigüense(1), un singular paisaje cultural de la región geohistórica del lago de Valencia. Se ubica puntualmente al pie del cerro Las Rosas, en la comunidad de Tronconero del valle del río Vigirima, en el municipio Guacara del estado Carabobo, comprendiendo un área alrededor de doce hectáreas pertenecientes a la zona Sureste del Parque Nacional San Esteban(2).


Centro de Interpretación del Museo Parque Arqueológico Piedra Pintada, año 2020. Foto: Luis Ureña (sólo para esta versión).

La distinción de Piedra Pintada se debe a la presencia conjunta de una importante cantidad de rocas grabadas con inscripciones simbólicas (petroglifos), además de la existencia de monumentos megalíticos y demás construcciones pétreas, rastros de antiguas caminerías y vestigios cerámicos. Según el inventario realizado por el Instituto del Patrimonio Cultural (IPC), Piedra Pintada contiene ...“más de 165 conjuntos de figuras [diseños o grabados] distribuidos en varias estaciones (áreas con grandes concentraciones de grabados) y, por lo menos, dos alineamientos de piedras”... (Rivas, 1999 [1997]: 9). Todo ello, da cuenta de una humanización del espacio realizada por comunidades aborígenes que habitaron la región tacarigüense antes del arribo de los europeos a América.

Manifestaciones rupestres del sitio Piedra Pintada. Foto: Leonardo Páez, años 2002-2004 (sólo para esta versión).

Desde mediados de siglo XIX hasta 1939, posiblemente Piedra Pintada se habría mantenido como un espacio medianamente distinguido en los medios locales, desconociéndose con propiedad los imaginarios y contactos asociados a los pobladores de sus cercanías. Luego de esa fecha saltaría a la palestra pública, con la presentación de los estudios de Luis Oramas (1959 [1939]) en el 27° Congreso de Americanistas, celebrado ese año en México. Sacado del anonimato público en el que se encontraba, comenzaría entonces un relevante periplo en el ámbito académico y científico venezolano, acrecentando en esas esferas el interés y la fama de la región tacarigüense como importante centro de confluencia de culturas indígenas precoloniales (ver Cruxent y Rouse, 1982 [1958]; Sanoja y Vargas, 1992 [1974]; entre otros). Esto se evidencia con los posteriores trabajos de campo hechos por insignes investigadores, que recabaron y documentaron importantes datos gráficos y métricos del yacimiento, así como con las visitas periódicas de instituciones educativas (medias, universitarias) para prácticas de prospección, charlas y recorridos con fines didácticos (Páez, 2016). De esta manera, los agentes de la musealización -en este caso del poder académico- sentarían las bases que desembocaron a la activación patrimonial de Piedra Pintada, materializada en su posterior declaratoria patrimonial y conversión a parque arqueológico.

Así, el poder político, en los años 90 del pasado siglo, luego de medio siglo de exaltaciones de los factores de poder académico e influenciado por los movimientos y corrientes de pensamiento globales que declaraban la significación del patrimonio para el desarrollo sostenible de los pueblos, activaría los mecanismos necesarios para la patrimonialización de Piedra Pintada. En principio, el sitio arqueológico obtendría estatus dentro del Plan de Ordenamiento y Reglamento de Uso del Parque Nacional San Esteban (decreto presidencial Nº 1.368, 12 de Junio de 1996). Luego, se alzaría con una declaratoria como Bien de Interés Cultural de la Nación (Gaceta Nº 5.299 Ext. del 29 de enero de 1999). Y, en el mismo año de su declaratoria patrimonial -y como corolario de todo el proceso-, pasaría a conformar parte de la Red de Circuito de Museos del Estado Carabobo, en la categoría de museo parque arqueológico.

4. La gestión patrimonial de Piedra Pintada

A casi veinte años de su apertura, el Museo Parque Arqueológico Piedra Pintada se presenta hoy como un caso fallido de gestión del patrimonio arqueológico venezolano. Esto se manifiesta, por ejemplo, en la desidia gubernamental sostenida en los últimos años frente a los graves problemas infra-estructurales que lo aquejan, sumado a su desvaloración patrimonial entre los colectivos sociales, locales, regionales o nacionales. Frente a este panorama, importaría ensayar tentativamente una explicación sobre los factores concomitantes de este negativo desempeño.

En primer lugar, cabría destacar la hipótesis del manejo oficial de la historia. En este caso, la adversa gestión patrimonial de Piedra Pintada pudiera relacionarse directamente con la influencia del discurso historiográfico oficial en las actuaciones del poder político. El planteamiento supone que el manejo oficial de la historia estaría lanzando estereotipos negativos hacia los valores de la cultura indígena y, en contraposición, encumbrando los valores de la clase europea a través de la exaltación -por ejemplo- de los sucesos de la llamada Guerra de Independencia. Los acontecimientos de esta “gesta heroica” condensarían, de acuerdo a la versión oficial, los hechos fundamentales de la “historia patria”, manifestados en principios esenciales e indivisibles a la existencia misma del país como ..“la nación, la ciudadanía, la libertad, la soberanía, la igualdad, la república, la identidad, y otros muchos elementos” (Altez, 2011: 22).

De manera que la cualidad de sitio arqueológico precolonial de Piedra Pintada, se presume, estaría afectando cualquier intento de patrimonialización, en tanto que entraría en disonancia con la visión sesgada del concepto de nación formada por el discurso político-historiográfico oficial. Esta visión, aparte de permear las actuaciones del poder político, también intervendría en los recuerdos y los olvidos de los individuos.

En segundo lugar, pudiera plantearse la hipótesis del desinterés identitario local. Este argumento asume que la licencia otorgada inicialmente por los factores de poder político y social para llevar a efecto la musealización de Piedra Pintada, se habría desarrollado a espaldas de los intereses identitarios de la población tacarigüense. Esta consideración tendría sus bases en los datos etnográficos recabados por quien escribe en la comunidad de Tronconero y zonas aledañas, donde los testimonios dan cuenta del mantenimiento, arraigado hasta hace pocas décadas, de una aparente condición agorera asociada a los sitios con arte rupestre de la región (Páez, 2016). De manera que la posible categorización nefasta o funesta del sitio contrastaría con una resignificación patrimonial, auspiciada externamente por los factores de poder político y social. El carácter apartado y en apariencia incólume de Piedra Pintada en 1939 (puesto en evidencia en el trabajo de Oramas, antes referenciado), reforzaría esta presunción.

Por último, estaría la hipótesis de los factores externos de la globalización. La ampliación de la noción de patrimonio cultural y de los límites espaciales de los museos, los cuales otorgarían preponderancia a los sitios arqueológicos precoloniales como potenciales lugares de patrimonio, se encontrarían lejos de obtener un sitial preponderante dentro de las políticas públicas culturales de los gobiernos nacionales, regionales o locales del país. Esto se evidenciaría en las desventajas comparativas de Piedra Pintada frente a las demás instituciones museísticas que conforman la Red de Circuito de Museos del Estado Carabobo, fundada ésta con espacios edificados que representan referentes patrimoniales que remiten a la historia de la clase blanco-criolla Colonial y Republicana, por ejemplo.

En síntesis, se sostiene preliminarmente que el estatus jurídico patrimonial otorgado a Piedra Pintada sería una construcción social desvinculada de los intereses identitarios de la población tacarigüense en general. Al contrario, tal estatus se habría gestado por factores externos en principio asociados con la mediación de factores político-sociales nacionales y, luego, con las influencias globalizantes que propugnan la importancia del patrimonio como recurso para la cohesión social y la identidad de los pueblos. De allí devendría entonces el estado de desidia gubernamental y de olvido social en que se encuentra esta institución museística. Sirvan estas palabras preliminares como insumo e inspiración a futuros trabajos exploratorios.

Referencias

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Notas

1 Un particular paisaje cultural de una extensión aproximada de 560 km2, el cual aloja hasta ahora 40 Sitios con Arte Rupestre (SAR) contentivos de petroglifos, morteros, puntos acoplados y monumentos megalíticos (Páez, 2017).

2 el Parque Nacional San Esteban es un Área Natural Protegida para la conservación de sus recursos naturales y culturales (Artículo 35 de la Ley Orgánica para la Planificación y Gestión de la Ordenación del Territorio) bajo la administración del Instituto Nacional de Parques.

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