José María Cruxent y el alma de los objetos. Un acercamiento a la arqueología de la Cuenca Tacarigüense

José María Cruxent en Piedra Pintada. Fuente: http://fundacionjmcruxent.blogspot.com
Ponencia presentada en el III Congreso Venezolano de Historia, Etnohistoria, Arqueología, Crónica y Tradición, organizado por el Centro de Investigaciones Antropológicas, Arqueológicas y Paleontológicas de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda. Coro, estado Falcón. Año 2010.
Publicada en Cuba Arqueológica, revista digital de arqueología de Cuba y El Caribe, en homenaje al centenario del nacimiento del insigne precursor de la arqueología venezolana. Año III, número 2, julio-diciembre de 2010. www. cubaarqueologica.org
Resumen
El siguiente estudio se circunscribe a las investigaciones realizadas por José María Cruxent en la cuenca del lago de Valencia. De manera sucinta se mencionan los resultados de sus estudios, incluyendo algunas consideraciones, propias y ajenas, emanadas de su pionera labor. Insigne precursor en la investigación arqueológica y antropológica del país, sus aportes para la comprensión de los procesos formativos de las sociedades aborígenes mantienen plena vigencia y son de obligada consulta para los que, como él, desean emprender con fervor el estudio del tiempo prehispánico venezolano.
Palabras clave: Lago de Valencia, Cruxent, arqueología.

J.M. Cruxent en trabajo de campo. Cortesía Alvira Mercader
Como muchos otros especialistas, Cruxent inicia sus actividades de investigación arqueológica en el territorio de la Cuenca del lago de Valencia. Antes de él, a finales del siglo XIX y principios del XX, precursores de la talla de Arístides Rojas, Vicente Marcano, Adolfo Ernst, Alfredo Jhan, Luis Oramas, entre otros, inician las exploraciones y publicaciones sobre la materia (Rojas, 1907 [1878]; Ernst, 1987; Cruxent y Rouse, 1982 [1958]; Antczak, A. y Antczak, M., 2006). Pero es en la década de los años 30 del pasado siglo cuando se inicia un exacerbado interés por el tema arqueológico de la cuenca del lago. Las excavaciones realizadas en 1930 por el profesor Mario del Castillo en la zona nororiental del lago, bajo la dirección de Rafael Requena, pusieron al descubierto numerosos restos arqueológicos que sirvieron de asiento y estimulación para que el gobierno de la época invitara a los arqueólogos estadounidenses Wendell Bennett, Cornelius Osgood y Alfred Kidder, a profundizar las investigaciones, haciendo excavaciones en la zona durante la década de los 30 y principios de los 40 (Cruxent y Rouse, 1982).
En 1942, a sólo tres años de llegar al país, Cruxent realiza una serie de excavaciones en el sector Camburito, cerca del poblado de Palo Negro, al este del lago, donde logra extraer cuatro urnas funerarias (Antczak A. y Antczak M., 2006). Allí comienza su prolífica carrera que lo catapulta al lugar de honor que hoy ocupa en el parnaso de la arqueología venezolana y americana. Según el documental “José María Cruxent un investigador” (2008) comienza a relacionarse con conocidos investigadores del área, presentando sus hallazgos e intercambiando experiencias. Participa en trabajos de campo en compañía de especialistas, donde demuestra sus dotes, ímpetu, temple y fortaleza (Tv UNEFM, 2008).      
    De esta manera, en 1945, a seis años de su arribo, es nombrado director del Museo de Ciencias de Caracas, cargo que le permite apuntalar su trabajo investigativo y ampliar su radio de acción a todo el país (Cruxent y Rouse, 1982). Un año después tiene la oportunidad de regresar al territorio lacustre, esta vez con integrantes de la Comisión de Arqueología de la Sociedad de Ciencias Naturales La Salle, encargado de guiar los trabajos de excavación en la zona de Tocorón, al sureste del lago, donde actividades humanas ponían en riesgo de destrucción restos arqueológicos prehispánicos (Antczak A. y Antczak M., 2006). Los resultados arrojaron gran cantidad de objetos rescatados, a la vez de similares deducciones en la estratigrafía presentadas por Osgood en los estudios del sitio (Antczak A. y Antczak M., 2006).

Detalle de las vasijas del río Vigirimita. Fuente:
Hallazgo de vasijas funerarias en el río Vigirimita
En 1947 publica un estudio sobre un hallazgo casual hecho en el valle del río Vigirima, al noroeste del lago, donado al Museo de Ciencias Naturales. El descubrimiento, consistente en un cráneo humano contenido dentro de dos vasijas, lo considera “atípico” en la zona, y “...pone por delante la posibilidad de la presencia de un nuevo complejo cultural en la región del lago de Valencia...” (Cruxent, 1947: 2). El informe presenta una descripción sólo de las vasijas, pues el cráneo no conformó parte de la donación por estar “incompleto y fracturado” (Cruxent, 1947: 1). El trabajo incluye medidas métricas, diseños y colores presentes, formas, apéndices, dibujo a mano alzada y, dentro de las consideraciones, la opinión de que “...existe en la región del Lago de Valencia mucho material por descubrir y que un reconocimiento a fondo de la zona de Vigirima y Guacara podrán dar algunas sorpresas...” (Cruxent, 1947: 2). Incluye a su vez el comentario del hallazgo “hace tiempo” en las bocas de la quebrada de Tacagua y en el lago de Valencia, de cráneos humanos entre dos vasijas, refiriendo del primero similitudes en la pintura polícroma de uno de los recipientes, sin presentar más datos. Se presume que la referida quebrada sea la misma que desagua en el mar Caribe a la altura de Catia La Mar, en el estado Vargas.

Detalle de las vasijas del río Vigirimita. Fuente:
Hallazgo de vasijas funerarias en el río Vigirimita

El reporte de este descubrimiento, a orillas del río Vigirimita, efectuado fortuitamente mientras se extraía arena en uno de sus márgenes, hace suponer la existencia en el área de otros objetos de interés arqueológico. Sin embargo, la explotación minera desarrollada desde hace décadas en esos predios posiblemente haya barrido con la mayoría de los vestigios, perdiéndose de esa manera los aportes que hubieran arrojado en la reconstrucción del pasado prehispánico de la región.
      En 1948 nuevamente Cruxent hace presencia en la cuenca Tacarigüense, realizando un trabajo de campo en el poblado de Mariara, al norte del lago, en compañía de colegas de la Comisión de Antropología de la Sociedad de Ciencias Naturales La Salle. Allí examinaron “una gran laja de piedra con una serie de profundas concavidades artificiales”, aseverando estos autores “...que probablemente [las concavidades] servían para moler granos y otras sustancias como sal marina, colorantes y semillas...” (Antczak A. y Antczak M., 2006: 426). De seguro que Cruxent y sus colegas describen a la famosa “Piedra de los Pilones”, ubicada en el cauce del río Mariara, a escasos metros de la plaza Bolívar de la localidad homónima.
Piedra de los Pilones. Cauce del río Mariara, zona
nororiental del lago de Valencia. Foto: Leonardo Páez
Es probable que el hallazgo del río Vigirimita,  aunado a los trabajos de Luis Oramas (1939) que sacan a la palestra la existencia de un importante conjunto de petroglifos y alineamientos pétreos, haya generado el interés del Precursor por arremeter cabalmente prospecciones en la zona. Es así como en 1952 presenta algunas notas y dibujos sobre los alineamientos pétreos de los sitios de Vigirima y “Cerro Pintado” (Painted Hill, en el original en inglés), incluyendo los “litoglifos”, así denominados por él. En sus observaciones, ubica la longitud total de las cuatro construcciones pétreas de “Cerro Pintado” en un aproximado de  42, 142, 59 y 28 metros, sin señalar datos sobre su ubicación; y de 234,5 metros para el alineamiento de Vigirima, con una “diferencia de nivel entre la llanura y la colina de unos 66 metros”, en su traducción al español (Cruxent, 1952: 293). Se infiere que este dato corresponde a la diferencia de altura sobre el nivel del mar, entre su inicio, en la “llanura”, y su final, en la “colina”.    
Detalle de los alineamientos pétreos de Vigirima. Fuente: Notes on venezuelan archeology
Monolito derribado y muescado en Piedra Pintada
Asimismo advierte algunas muescas en el alineamiento de 28 metros de “Cerro Pintado”, pudiendo relacionarse con la cuarta hilera pétrea descrita por Oramas (1959 [1939]), correspondiente al estribo montañoso del complejo arqueológico, conocido en la actualidad como Piedra Pintada, de la cual escribe éste: “...encuéntrase una explanada natural (...) partiendo de aquí una hilera de monolitos largos y planos (...) alineados a sesenta metros (...) el extremo superior tiene un corte o escotadura en forma de media luna...” (Oramas, 1959: 219-220). En nuestros días esta construcción se encuentra derruida, hallándose sólo a ras de tierra tres monolitos muescados en uno de sus extremos. Oramas aporta datos que plantean la posibilidad del uso de estos monumentos megalíticos en la observancia de los fenómenos de la bóveda celeste: “...puede ser que por el extremo de la escotadura, a todo lo largo, se mantuviera una viga recta, para de este modo, con la sombra del sol que se arrojara, poder determinar el cómputo del tiempo, o los solsticios...” (Oramas, 1959: 222). Al respecto, concluye Cruxent que mientras no se hagan excavaciones que permitan estudiar los restos arqueológicos subyacentes en la vecindad inmediata a las construcciones, no es posible concluir el origen y propósito de los “litoglifos y paredes del Cerro Pintado y Vigirima”, asentando la existencia de dos sitios prometedores en los barrancos de la quebrada Cucharonal (Cruxent, 1952: 294).

Monumento en conmemoración a la Batalla de Vigirima. En segundo plano, el alineamiento pétreo. Foto: Leonardo Páez
No obstante, descarta la posibilidad de haberse realizado las construcciones pétreas con fines militares o limítrofes, señalando la creencia de los lugareños (aún mantenida) que son “trincheras españolas” (Cruxent, 1952: 293). La opinión generalizada es que los alineamientos de piedra fueron construidos, en especial el de Vigirima, por los soldados patriotas durante las escaramuzas de la nombrada Batalla de Vigirima, acción bélica de la Guerra de Independencia. Pero, ésta nunca se libró en la parte baja de Vigirima, como lo señala el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar (1988), del que se recogen algunos datos: “…El 23 de noviembre [1813], en la mañana, coronaron [las tropas realistas] las alturas de Vigirima. Sólo hasta allí llegó aquella ofensiva, porque entre el comandante realista y sus objetivos se interpuso el general de división José Félix Ribas…”. Para completar el desacierto, en 1958 la municipalidad guacareña erigió un pequeño obelisco trunco al lado del alineamiento, donde todos los años por el mes de noviembre se realizan actos en honor a la citada gesta independentista. Cabe mencionar, sin embargo, que esta equivocación ciertamente ha contribuido a la parcial conservación de la construcción, rodeada ya por sitios de habitación que han iniciado su lapidación y degradación.
Para el año 1955 Cruxent es invitado a examinar los trabajos de remoción de tierra en la construcción de la fábrica de industrias Palmolive, en el sector Michelena de la actual ciudad de Valencia, al oeste del Lago, donde aparecieron una serie de artefactos líticos a una profundidad de dos metros (Cruxent y Rouse, 1982). Aunque la mayoría de los objetos permanecieron en manos de quienes los encontraron, Cruxent pudo prender una muestra representativa de todos los tipos encontrados, siendo éstos la mitad de una piedra de moler, dos manos de morteros, dos hachas y un hacha lítica (Cruxent y Rouse, 1982). Con la información de las capas estratigráficas descritas por él, Sanoja y Vargas (1999), basándose en los contextos arqueológicos de Las Varas, Manicuare y Pedro García, de la región noreste de Venezuela, especulan sobre el fechamiento de este yacimiento, ubicándolo entre el 1.600 y 600 años antes de Cristo. Según estos autores, las evidencias hacen suponer que ya para este temprano período, en la Cuenca del Lago existían posibles campamentos de recolectores-cazadores en proceso de tribalización, es decir, con poblados semi-permanentes e incipientes prácticas agrícolas, en clara asociación con los que denominan modo de vida III, característico del sitio de Las Varas (Sanoja y Vargas, 1999).

Artefactos líticos del Complejo Michelena. Fuente: Arqueología Cronológica de Venezuela
Las excavaciones arqueológicas, extensivas y sistemáticas, llevadas a cabo en el área lacustre del Lago por Bennett, Kidder y Osgood, hacen fijar la mirada de Cruxent hacia otras regiones, a manera de poder ampliar los resultados y conclusiones de estos estudios (Antczak A. y Antczak M., 2006). Es así como en 1945 realiza excavaciones, en compañía de Antonio Requena y Walter Dupouy, en la desembocadura del río Aguas Calientes, en la población de El Palito, área costera del estado Carabobo (Cruxent y Rouse, 1982). Basándose en la publicación hecha por Kidder (1944) sobre los trabajos realizados en el sitio de Los tamarindos, en la Península La Cabrera y el análisis de la colección de los objetos obtenidos de la excavación de ese sitio que reposa en la Universidad de Harvard, Cruxent, en compañía de Rouse (Cruxent y Rouse, 1982), realizan comparaciones estilísticas entre la alfarería de La Cabrera y El Palito con el estilo Barrancas del bajo Orinoco, concluyendo que poseen estrechas semejanzas, asociando ambos estilos con la Serie Barrancoide, con una cronología perteneciente a la parte tardía del período II (1.050 a.C. – 350 d.C.). Estas aseveraciones son suscritas por Sanoja y Vargas (1992 [1974]; 1999) cuando plantean las influencias barrancoides en la aparición de la alfarería y la agricultura en la costa central de Venezuela, haciendo referencias a las formas de organización social de estos grupos, el ceremonialismo asociado al consumo de tabaco en pipas de barro, a las aldeas palafíticas a orillas del lago, con una cronología entre 260 y 290 d.C. Estos enfoques, iniciados por Cruxent y Rouse hace más de cincuenta años, incluyendo los asociados con el estilo Valencia y otros no abordados aquí por razones de espacio, mantienen plena vigencia y actualidad, suscritos por los más conspicuos autores.

Piedra de los Delgaditos. Fuente: Litoglifos de la Piedra
de los Delgaditos en la fila de Los Apios, Vigirima, Carabobo
     Continuando sus investigaciones, en el año 1960 Cruxent presenta una descripción, codificación y clasificación de los grabados de la “Piedra de los Delgaditos”, ubicada en la fila Los Apios, en las montañas de Vigirima. Según sus aseveraciones los petrosímbolos se encuentran tallados en un afloramiento rocoso de dos metros por tres de alto, en perfecta posición vertical, orientados al sureste y a una altura de mil m.s.n.m. Al parecer el trabajo de campo efectuado fue producto de la información de baqueanos, pues apunta la localización en el área de otros “litoglifos” que por lo irregular del relieve y la densa vegetación no pudieron ubicarse. A pesar de que realiza una codificación de cuarenta símbolos, hace una clasificación a cuarenta y tres, añadiendo interpretaciones a cada una de ellas. El trabajo incluye tres imágenes, una de ellas mostrada al inverso, observándose ya el desprendimiento o descascarillado de parte de la superficie rocosa que fracturó varios de los diseños, y posiblemente causó la desaparición de otros. De igual manera las imágenes muestran un diseño antropomorfo en forma de impronta de mano, actualmente desaparecido producto igualmente del desprendimiento de una porción del soporte rocoso. Ambas fracturas parecieran ser fruto de la degradación originada por la meteorización física, resultado de los cambios de temperatura producidos por los incendios forestales.

Codificación de las grafías de la Piedra de los Delgaditos.
Fuente: Litoglifos de la Piedra de los Delgaditos en la
fila de Los Apios, Vigirima, Carabobo
Entre las clasificaciones e interpretaciones, Cruxent utiliza algunos términos hoy día inusuales, como “artimorfo”, “geomorfo”, “organomorfa”, “puntimorfa”, “oculomorfa”, “androposopa”, entre otras. A su vez destaca su interpretación de la grafía conocida como “la huella del jaguar”, muy extendida en la región centro-norte venezolana y otras zonas del país, definiéndola como una representación asteromorfa, en concordancia a lo establecido por Idler (2007) luego de desechar éste la interpretación dactilar félida fundamentándose en los estudios de los mitos colectados entre los grupos caribes de la región orinoquense y a los trabajos del explorador Theodor Koch Grümberg (1924), quien, luego de su estadía entre las etnias Taulipang y Arekuna, de filiación  lingüística caribe, representó por primera vez a las Pléyades como un círculo central envuelto de nueve círculos menores.
     Y, para finalizar el análisis de esta obra de Cruxent, el autor, en una visión prospectiva, refiere que “...solamente poco a poco se irán conociendo todos estos documentos arqueológicos, que en un futuro serán útiles para el mejor conocimiento de la historia de nuestros orígenes remotos...” (Cruxent, 1960: 21). De aquí se desprenden varias reflexiones: Por una parte, la sapiencia del Precursor en reconocer el trabajo de investigación como una labor acumulativa, en donde el tiempo y el aporte de hombres que como él vibran con “el alma de los objetos”, van “poco a poco” desentrañando las incógnitas y colocando el conocimiento al alcance de todos. Y por otra, el valor que le otorga a las Manifestaciones Rupestres como objetos arqueológicos de significativa importancia para el conocimiento de la historia de la Nación, pudiendo su estudio contribuir al esclarecimiento de los procesos iniciales que intervinieron en la formación de la venezolanidad.

Piedra de Los Delgaditos, Fila Los Apios, Vigirima. Infografía: Leonardo Páez
De acuerdo a esta visión, resulta incongruente el estado de ignominia en que se encuentran las Manifestaciones Rupestres del país, haciéndose imperativo realizar acciones que redunden en su defensa, rescate y conservación. Acosta Saignes (1956) advierte, hace más de cincuenta años, la tarea urgente de realizar publicaciones de registros sistemáticos fidedignos, la elaboración de comparaciones, clasificaciones, y el análisis de relaciones entre zonas contiguas y otras de América. Todo lo anterior, hoy día, está por hacerse. Con el esfuerzo de muchos especialistas en la materia, se ha avanzado en el conocimiento de las Manifestaciones Rupestres del valle de Vigirima. Tiempo y aportes de hombres, como lo asevera Cruxent, arrojan un inventario de 19 yacimientos con cientos de rocas y grafías que aún están a la espera de registro, clasificación, análisis, inventario y demás tanteos que permitan su comprensión. 

Cortesía Alvira Mercader
En fin, adentrarse en el estudio de la arqueología de la Cuenca del lago de Valencia es referirse a José María Cruxent. Quedan por fuera otros temas desarrollados por el autor en su paso por esta geografía. Sin embargo, en todo lo anterior está reflejado su espíritu fecundo y servicial, el legado que servirá de base a los estudios por venir. Su amplia trayectoria como investigador, docente y científico, sus aportes en el estudio del tiempo prehispánico venezolano, su ímpetu en la formación de instituciones de carácter científico, entre otras contribuciones, nos hablan de un ser excepcional que ha dejado su huella indeleble en el mundo de la arqueología y la antropología de nuestro país. 

Referencias

Acosta Saignes, M. (1956). Introducción a un análisis de los petroglifos venezolanos de B. Tavera Acosta. Caracas, Venezuela.

Antczak, A. y Antczak, M. (2006). Los ídolos de las islas prometidas. Arqueología prehispánica del archipiélago de los roques. Editorial Equinoccio, Universidad Simón Bolívar, Venezuela.

Ernst, A. (1987). Obras Completas. Tomo VI. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas, Venezuela.

Cruxent, J. M.

(1947). Hallazgo de vasijas funerarias en el río Vigirimita (Guacara. Edo. Carabobo). Separata de Acta Venezolana, tomo III, julio 1947 – junio 1948. Caracas, Venezuela.

(1952). Notes on venezuelan archeology. Vol. III del 29º Congreso Internacional de Americanismo, Universidad de Chicago, EE.UU.

(1960). Litoglifos de la Piedra de los Delgaditos en la fila de Los Apios, Vigirima, Carabobo. Boletín Informativo nº 1, octubre. Departamento de Antropología, Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, Caracas.

(1982). Arqueología cronológica de Venezuela Vol. I.  Ernesto Armitano Editor. Caracas, Venezuela.

Idler, O. (2007). La simbología pleyádica en los glifos carabobeños. Ponencia presentada en el III Congreso Suramericano de Historia. Universidad de los Andes, Mérida.

Oramas, L. (1959). Prehistoria y arqueología de Venezuela. Boletín de la Sociedad de Ciencias Naturales. Tomo 20, nº 93. Reproducción del artículo aparecido en las Actas de la Primera Sesión del 27º Congreso Internacional de Americanismo, México. 1939. Págs. 277 a 302.

Rojas, A. (1878). Estudios indígenas. En: Rojas, A. (1907). Obras escogidas. Garnier Hermanos, Libreros-Editores. París, Francia. 

Sanoja, M. y Vargas, I.

(1992). Antiguas formaciones y modos de producción venezolanos. 3ª Edición. Monte Ávila Editores. Caracas, Venezuela.

(1999). Orígenes de Venezuela. Regiones geohistóricas aborígenes hasta 1500 d.C. Comisión Presidencial V Centenario de Venezuela. Caracas, Venezuela.

TV UNEFM (2008). José María Cruxent un investigador. Documental dirigido por Nicole Richard y producido por Francisco Yegres. Consultado el 22 de Diciembre de 2009 en: http://www.youtube.com/watch?v=ESEqc1598E8

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