Crónica de un deterioro anunciado: los petroglifos de La Cumaca, veinticinco años después
En el año 2000, un equipo de investigadores, activadores culturales y vecinos del sector Lambedero, en la comunidad La Cumaca (municipio San Diego, estado Carabobo), emprendimos una serie de labores destinadas a registrar, documentar y preservar el valioso conjunto de petroglifos del sitio con arte rupestre La Cumaquita. Estas acciones surgieron como respuesta a la amenaza creciente del avance urbanístico sobre el patrimonio arqueológico de la cuenca del lago de Valencia, particularmente en un espacio que en pocos años pasó de ser un área de uso pecuario a convertirse en una zona habitacional de densidad acelerada. El proceso incluyó trabajo de campo sistemático con levantamientos fotográficos, calcos y frottages, además de actividades de concienciación comunitaria en reuniones con vecinos y cultores. En 2010, se sumó el desarrollo de propuestas formativas que buscaban articular el patrimonio rupestre con un plan de desarrollo turístico-cultural de carácter endógeno, integrando la producción artesanal, la educación patrimonial y la creación de una ruta turística-artesanal, bajo la premisa de que la puesta en valor del pasado puede convertirse en un motor de desarrollo local.
Diez años después de aquella pionera intervención, en 2010 se llevó a cabo una nueva exploración en Lambedero, esta vez dirigida por Leonardo Páez, quien había participado en el registro inicial de Ydler. Sobre la base de aquel primer inventario, se efectuaron visitas de campo más detalladas que permitieron actualizar y ampliar la información existente: se documentaron diecisiete petroglifos (rocas grabadas) distribuidas en nueve estaciones, con un total de cincuenta y ocho representaciones visuales grabadas registradas, además de numerosos percutidos y surcos indeterminados. Esta segunda intervención constató tanto la permanencia de la mayoría de los soportes inventariados en el año 2000 como la aparición de nuevos hallazgos, pero también puso en evidencia un deterioro creciente debido a la ocupación residencial del sector, el trazado de calles, la construcción de viviendas y el uso doméstico del terreno. A diferencia de la primera experiencia, el estudio de 2010 incorporó un diagnóstico crítico de los riesgos patrimoniales y propuso la musealización comunitaria in situ, con el fin de articular la preservación del arte rupestre con el desarrollo endógeno de la localidad.

El registro fotográfico de la estación conocida como Piedra Las Caritas permite observar con nitidez el proceso de transformación del contexto inmediato en apenas cuatro años. En 2007 la roca se encontraba en una ladera cubierta de vegetación baja, apenas perceptible entre la gramínea, con sus grabados tenues todavía reconocibles. Para 2010, durante las jornadas de registro y documentación, el soporte ya aparecía rodeado de viviendas en expansión y sometido a la presión de cercados, banqueos de terreno y apertura de pozos sépticos, lo que evidenciaba el avance del urbanismo doméstico sobre el espacio arqueológico. Un año más tarde, en 2011, la situación alcanzó un punto crítico: la remoción masiva de tierra para desbancar el cerro con fines de construcción modificó de manera drástica el relieve original, dejando la roca expuesta en un terreno inestable y erosionado. Este proceso resume, en escala micro, las tensiones entre patrimonio y urbanización en La Cumaquita: un bien arqueológico de alto valor simbólico convertido en obstáculo material dentro del nuevo ordenamiento urbano, condenado a su deterioro progresivo en ausencia de medidas de conservación. A la fecha, se desconoce si el petroglifo en cuestión aún se conserva.
Quince años después, las nuevas imágenes del año 2025 confirman un deterioro acelerado. Las fisuras que en 2010 eran incipientes aparecen hoy más abiertas y extendidas, debilitando la estabilidad de los soporte. Los surcos grabados, aunque conservan su trazo general, en buena medida presentan bordes menos definidos y pérdida de volumen en algunos segmentos, producto del efecto combinado de erosión natural, intemperismo y roce humano. La colonización biológica es menos intensa, quizás por limpiezas no técnicas. Todo ello ocurre en un entorno donde la urbanización circundante incrementa la presión sobre el sitio y sus representaciones visuales: visitantes y vecinos interactúan sin control con las rocas, exponiéndolas a un desgaste continuo. Las fotos a continuación fueron tomadas por Antonieta López y Alba Monasterios en el marco del curso Investigacion y Conservacion Preventiva del Arte Rupestre auspiciado por la Sociedad para el Estudio de las Manifestaciones Rupestres de Venezuela (SEMARVE) y la Universidad de Carabobo.

El contraste entre las imágenes de 2010 y 2025 pone en evidencia la vulnerabilidad del conjunto rupestre y la pertinencia de las propuestas elaboradas en su momento. Ya en 2011, un informe técnico recomendaba la activación del espacio comunitario conocido como "Parquecito El Mastranto" para desarrollar una musealización in situ que permitiera salvaguardar los petroglifos más amenazados, conjugando conservación, educación patrimonial y turismo cultural (Páez, 2011). Sin embargo, la falta de acciones sostenidas por parte de las instituciones competentes dejó al sitio La Cumaquita en situación de abandono, confirmando lo que entonces se advertía: los petroglifos quedaron relegados frente al avance urbanístico, invisibilizados en medio de calles y viviendas, sin el resguardo ni la valorización que merecen.
El caso de La Cumaquita muestra con claridad las tensiones entre la puesta en valor del patrimonio, el avance urbanístico, la desidia gubernamental y un imaginario popular que desestima y/o desconoce el legado amerindio.
En efecto, los petroglifos de este sitio no desaparecen por causas naturales, sino por la presión de un urbanismo desordenado, la ausencia de políticas efectivas de conservación y de empoderamiento comunitario de los valores amerindios. Más que una denuncia, este ejercicio busca abrir nuevamente el debate sobre la necesidad de acciones concertadas de preservación, educación y puesta en valor en el sector Lambedero. Si algo enseñan los trabajos de acompañamiento comunitario de la década de 2000 es que la protección del arte rupestre no puede desligarse de la gente que habita sus entornos. Solo desde la integración de patrimonio, comunidad y desarrollo será posible garantizar que los petroglifos de La Cumaca dejen de ser símbolos erosionados de un pasado en riesgo y se conviertan en ejes de un futuro culturalmente sostenible.
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