Rutas fluviales, relaciones interétnicas y el surgimiento de la serie valencioide

En: Páez, Leonardo (2021). Etnohistoria del arte rupestre tacarigüense. Producción, uso y función de los petroglifos de la región del lago de Valencia, Venezuela. Ediciones Dabánatà. Museo Arqueológico Gonzalo Rincón Gutiérrez, Universidad de Los Andes. pp. 440-40


Según el consenso de especialistas arqueólogos, la etapa de supremacía proto-arawak en la región tacarigüense llegaría a su fin con la aparición de diferenciados grupos culturales que con ímpetu se venían expandiendo desde el sur: los proto-caribe. Esta presencia habría causado a su vez procesos etnogenéticos aún no explicados satisfactoriamente, evidenciado en los cambios generados en el material cerámico de la región. Estas diferencias dieron pie para la enunciación de una nueva tradición cerámica, cuya génesis habría ocurrido en la cuenca del lago de Valencia durante los crepúsculos del primer milenio de la era cristiana. Se trataría de la denominada serie valencioide, relacionada entonces -según los modelos más aceptados- con grupos proto-caribe que migraron de sus sitios habitacionales en el área de los llanos occidentales (cuenca del medio Orinoco), abarcando paulatinamente el lago de Valencia y desde allí los demás espacios del centro-norte venezolano (Zucchi, 1985: 39; Tarble, 1985: 68; Rivas, 2001: 223). Cruxent y Rouse precisaron siete estilos cerámicos de esta serie (Valencia, Las Minas, El Pinar, El Topo, Río Chico, Cementerio Tucacas y Krasky), dispersos por toda la región Central y Capital de Venezuela, incluyendo áreas insulares y continentales, con un estilo cabecero en la culata oriental del lago de Valencia (sitio La Mata), llamado por estos autores Valencia (Cruxent y Rouse, 1982 I [1958]: 63, 450-452). 

Es importante advertir que las características estéticas y demás atributos de la cultura material valencioide, incluyendo cerámica, patrón de asentamiento y prácticas funerarias, no encontrarían su par entre los grupos indígenas históricos conocidos por los europeos en el contexto tacarigüense del siglo XVI. Ello traduce un problema aún no resuelto por la arqueología, en términos de explicar satisfactoriamente posibles trazas de continuidad entre las comunidades arqueológicas e históricas en el ámbito espacial de esta investigación. 

Cronológicamente, sobre la base de investigaciones sistemáticas propias y de terceros, Cruxent y Rouse (1982 I [1958]: 63, 450-452) ubicaron la génesis valencioide un tanto más tardía, entre el 1.150 d.C. Es probable, no obstante, que esto se haya generado más temprano a estas fechas, tomando en cuenta los resultados de pruebas de C14 que arrojaron datas entre 870 d.C. y 1.070 d.C. (Herrera Malatesta, 2009: 53). Ello estaría en concordancia con los señalamientos de Antczak et al. (2017: 145) sobre una migración proto-caribe entre 800 d.C. y 900 d.C. desde el medio Orinoco en sentido oeste, norte y este durante ese mismo período. 

Tal cual lo dicho en líneas precedentes, si bien los datos arqueológicos sugieren una movilización marítima y terrestre en la penetración proto-arawak a la región Central y Capital venezolana (mejor documentada en los barrancoides), en el caso proto-caribe pareciera que sus desplazamientos se hicieron por rutas fluviales y terrestres. De acuerdo con Tarble (1985: 69), los ancestros del denominado subgrupo caribe de la costa se habrían movilizado desde el medio Orinoco a la región del lago de Valencia utilizando principalmente la unión de los ríos Portuguesa y Pao (estado Cojedes), y desde allí, vía terrestre, a las demás zonas del centro-norte del país. Se trata de una ruta de acceso dispuesto por un corredor fluvial que hasta tiempos recientes se generaba entre la cuenca del lago de Valencia y la cuenca del Orinoco (mapa 25 y 26), participando de ésta el caño Juan Barinas y los ríos Paíto (culata occidental del lago), Pao y Portuguesa (Cruxent y Rouse, 1982 I [1958]: 293). En efecto, hasta tiempos recientes, en la época de lluvias “…hay bastante agua en El Paíto como para poder pasar en canoa del lago de Valencia al Orinoco, de manera análoga a como puede pasarse del Orinoco al Amazonas por el canal Casiquiare…” (Cruxent y Rouse, 1982 I [1958]: 293).
Mapa 25. Rutas de comunicación fluvial entre el medio Orinoco y la región tacarigüense. Autor: Lino Eduardo Meneses.
 
Mapa 26. Escurrimiento del agua de dos cuencas en el contexto de la investigación. Autor: Lino Eduardo Meneses.


Otro enlace fluvial, quizá de ancestral utilización, pudo tener protagonismo en la expansión y posterior comunicación proto-caribe desde la cuenca del Orinoco. Se trata de una ruta especialmente ventajosa para la entrada a la culata oriental del territorio lacustre, espacio donde se han excavado importantes sitios de habitación precoloniales (Zucchi, 1985: 34; Tarble, 1985: 69; Antczak et al., 2017: 154). Se hace referencia al corredor fluvial Apure-Guárico-Tucutunemo (ver mapa 28), una vía de acceso al sector suroriental del lago de Valencia por los llanos del estado Guárico que empalma con la cuenca valenciana a través del abra de Villa de Cura (estado Aragua). Para Antczak et al., aún sin ser la ruta de menor costo hacia la región tacarigüense, este corredor fluvial quizá fue el mayormente utilizado por los proto-caribe en sus travesías desde el medio Orinoco. Al parecer de estos autores, la navegación por estos ríos habría sido menos dificultosa que por el Apure-Portuguesa-Pao, incluso menos peligrosa, pues así se evitaba “…la posible competencia e interacciones violentas con los grupos de habla Arawak establecidos en [el área del río Pao]” [traducción propia del original en inglés] (Antczak et al., 2017: 155). 

Un dato interesante posiblemente relacionado con las movilizaciones ancestrales por el corredor fluvial Apure-Guárico-Tucutunemo, tiene que ver con la existencia de sitios con arte rupestre en la cuenca alta del río Guárico, precisamente por el abra de Villa de Cura (De Valencia y Sujo, 1987: 229-230). Algunas someras referencias de esta presencia, publicadas en el sitio Web Letra y artes de Zamora y Aragua. Venezuela, aluden la existencia de petroglifos en los alrededores del poblado de Villa de Cura (capital del municipio Zamora del estado Aragua), específicamente “…en los sectores de El Chino, El Carmen, Tucutunemo, El Cortijo, Múcura y en un sitio llamado La Vega, al sur de la ciudad por un camino vecinal que conduce al río Guárico, Tierra Blanca” . No habría mayor información adicional sobre estos sitios, sólo dos fotografías que, se sospecha, hayan sido tomadas por Hellmuth Straka en sus correrías de campo por la década de 1970 (imagen 106). Queda entonces la tarea de registrar y documentar estos importantes enclaves rupestres de la región tacarigüense. 

Imagen 106. Petroglifos del municipio Zamora (estado Aragua) asociados con el corredor fluvial Apure-Guárico-Tucutunemo. Fuente: posiblemente Hellmuth Straka, años 1970. 

Pero hay más que señalar sobre esta vía de comunicación fluvial-terrestre entre el lago de Valencia y la cuenca del Orinoco. En efecto, conviene advertir lo señalado en las fuentes histórico-documentales, lo cual deja entrever la factibilidad operacional de este corredor a finales del siglo XVI. Se trata de las reseñas sobre los asedios que en 1577 y 1583 huestes guerreras provenientes del Orinoco de lengua caribe perpetraron a la ciudad de la Nueva Valencia del Rey (actual capital del estado Carabobo) y a toda la comarca tacarigüense. Según, esta expedición bélica utilizaría el río Guárico para entrar y salir de las tierras del lago de Valencia (Oviedo y Baños, 1992 [1723]: 300-301; Saturno Guerra, 1960: 49). 

Con respecto a lo aducido sobre las mayores ventajas de navegación ofrecidas por el río Guárico que por el Portuguesa-Pao, quizá ello se producía solamente en la estación de sequía. De acuerdo a los reportes de Cruxent y Rouse (1982 I [1958]: 293), en época de lluvias la remontada río arriba por el Apure-Portuguesa-Pao-Paíto-Juan Barinas proporcionaba una entrada directa al sector suroccidental lacustre, acaso deshabilitada con el descenso sustancial de los caudales hídricos en los períodos de menor pluviosidad. Por ejemplo, era tanto el aumento estacional del caudal del Pao y demás ríos del estado Cojedes, que a principios del año 1900 d.C. grandes barcos de vapor penetraban desde el Orinoco a esa entidad para traficar productos cárnicos, plumas de aves y otros rubros (Agüero et al., 2015-2016: 20). 

En relación con la posible hostilidad u oposición de comunidades proto-arawak al tránsito proto-caribe por el río Pao, los datos histórico-documentales tempranos proporcionan también valiosa información. En ese sentido vale destacar el testimonio del alemán Nicolás Federman, correspondiente a la tercera década del siglo XVI, cuando incursionó por las tierras del actual estado Cojedes al mando de una de las primeras campañas exploratorias europeas por el suelo hoy venezolano. En aquel tiempo, dice Federman, comunidades caquetío (arawak-hablantes) y guayquerí (caribe-hablantes) se avecindaban en las tierras inmediatas al río Cojedes, manteniendo relaciones de interdependencia y complementariedad: 

Cuando llegué a dicho río, llamado Coaheri [actual Cojedes], encontré al otro lado cerca de seiscientos indio Guaycaries, […] Todas sus casas de pesquería están en la orilla del agua y allí hacen sus mercados, porque la nación de los Caquetíos, que habita en ambas orillas del río, les compra su pescado a cambio de frutas y de otros alimentos; pues la nación de los Guaycaries es sólo pescadora y es señora del agua. Ambas naciones viven pacíficamente entre sí porque una necesita de la otra, pero cada una ocupa pueblos o lugares distintos. […] Nos acompañaban dos indios Guaycaries que conocían también la lengua de los Caquetíos, pues ambas naciones, como he dicho, viven juntamente (Federman, 1988 [1557]: 210, 214). 

Se tiene entonces, en base a evidencia histórico-documental, que comunidades arawak y caribe de la primera mitad del siglo XVI convivían en términos de reciprocidad y de coexistencia pacífica en un contexto espacial aledaño al corredor fluvial Apure-Portuguesa-Pao-Paíto. Esto pudiera rebatir la tesis sobre posibles acciones bélicas de grupos proto-arawak frente a eventuales movilizaciones proto-caribe por los ríos de la zona. Nótese, incluso, que el relato de Federman señala a la población guayquerí en términos de señora del agua, dando pie para pensar un control caribe-hablante sobre la navegación, o por lo menos sin oposiciones, entre el Orinoco y las tierras del norte, incluyendo el lago de Valencia. En todo caso, ese supuesto control de uso no supondría el dominio territorial de unos sobre otros, sino parte de un mecanismo en el cual caribes y arawaks, a partir de sus distinciones étnico-culturales, intercambiaban bienes y explotaban los recursos existentes en función de suplir sus necesidades, más allá, sin duda, de las meras alimentarias. 

Los datos histórico-documentales tempranos antes mencionados, serían también consistentes con hallazgos arqueológicos que advierten la posibilidad de una cohabitación pactada y pacífica proto-arawak y proto-caribe en el tramo fluvial Portuguesa-Pao durante la etapa tardía precolonial. Por ejemplo, en el área se han recuperado restos cerámicos con atributos semejantes a las tradiciones arauquinoide, valloide y valencioide (proto-caribe) (Gómez Espíndola y Gómez, 1996: 83-84, 91; Agüero et al., 2015-2016: 102-103). Pero además, en sitios arqueológicos como La Cajara (orillas del río Pao), estos materiales fueron localizados en asociación con vestigios de alfarería arqueológicamente atribuida a componentes proto-arawak, entre ellos cedeñoide, tierroide, osoide y tocuyanoide (Gómez Espíndola y Gómez, 1996: 83-84, 85, 91). 

Se tendría así un escenario de ocupación conjunta del tramo fluvial Portuguesa-Pao por grupos (proto)históricos de lengua (proto)arawak y (proto)caribe. Ello pudiera remontarse incluso hasta la segunda mitad del primer milenio de la era cristiana, de acuerdo con las dataciones atribuidas a los estilos cerámicos recuperados. Lo interesante a destacar es la posibilidad que los avecindados de este corredor fluvial, en líneas generales y aunque se precise de mayores datos en ese sentido, hayan establecido relaciones pactadas de interdependencia y complementariedad. Otro elemento a resaltar sería que, a partir de esta conjunción interétnica e interlingüística, de algún modo el área del Pao se haya convertido en punto de convergencia e irradiación de ideas y experiencias tecnológicas de y hacia el sur, norte, este y oeste. Quizá se destacó, en sitios como La Cajara, como un centro de comercio multilingüe, donde convergían diferentes grupos en función de intercambiar bienes de disímiles procedencias. Nótese que las fuentes histórico-documentales colocan a los achagua y caquetío -dos parcialidades arawak-hablantes del área-, así como grupos caribe, como participantes de una extensa red comercial que abarcaba los Andes, las Antillas, las Guayanas, la costa norte venezolana y las cuencas del Amazonas y del Orinoco (Eriksen, 2011: 164, 192, 201, 202; Hornborg, 2005: 594). 

De manera que la evidencia histórica y arqueológica muestra un panorama signado por el longevo uso del corredor fluvial Apure-Portuguesa-Pao-Paíto como ruta comercial, incluyendo, quizá, poblados de convergencia multiétnica y multilingüe como La Cajara, dispuestos para la transacción directa de bienes y productos. De ser así, se trataría entonces de una dinámica que habría contribuido a la difusión de particulares atributos culturales que generaron transformaciones en el seno de las identidades sociales de las regiones venezolanas del Orinoco, Centro, Centro-occidente y los Andes. Esto es significativo de advertir, pues ello quizá tenga que ver con los cambios esenciales que se escenificaron en el contexto espacial de esta investigación, reflejado con la aparición de la cerámica valencioide. En consonancia con esta presunción vale citar lo dicho por Agüero et al.: “…Cojedes -y no sólo Guárico- pudo ser un centro de experimentación y producción de innovaciones tecnológicas que influyó en la génesis de la serie Valencioide…” (Agüero et al., 2015-2016: 100). 

Por otro lado, nótese también la factible antigüedad de uso del corredor Apure-Portuguesa-Pao-Paíto, deducible a partir de la presencia de manifestaciones del arte rupestre asociados al curso del río Pao. En efecto, hasta el momento se han documentado cinco sitios con arte rupestre en el municipio Pao de San Juan Bautista , de los cuales tres se encuentran en la cuenca del Pao, incluyendo uno en el propio lecho rocoso del río y otro que quedó sumergido con la construcción de un embalse en su curso (embalse El Pao-La Balsa). Entre los tipos de manifestaciones reportados destacan varios petroglifos, algunos con representaciones visuales que ostentan similitudes gráficas y técnicas con sus pares de la región tacarigüense. Asimismo, se encuentra una construcción, tipo monumento megalítico, digna de advertir en cuanto su carácter exclusivo dentro del arte rupestre y la arqueología venezolana en general: el ya mencionado batey El Venado, localizado en un menudo valle cercano al río Pao y que pudiera estar sumando evidencias de una operatividad del corredor fluvial asociado con los tiempos de ocupación proto-arawak (Agüero et al., 2015-2016: 26, 29, 34, 44, 61, 66). 

Lo importante a destacar entonces, sería la posibilidad que variados enlaces fluviales hayan fungido como vía para el desplazamiento, el intercambio comercial y las relaciones interétnicas entre contingentes poblacionales de las cuencas orinoquense y valenciana, incluso desde mucho antes de la presumida ocupación proto-caribe del territorio lacustre. La presencia de manifestaciones del arte rupestre en los predios de estos corredores hace presumir esa longeva funcionalidad, cumpliendo incluso con un patrón -observable en otros sectores de la región tacarigüense- que relaciona arte rupestre y caminos fluvial-terrestres usados para la comunicación intra e interregional. Quizá la presencia de materiales rupestres indique, más allá del cumplimiento de usos seculares, la posibilidad de que estos enlaces fluviales hayan funcionado también como espacios para el desarrollo de eventos culturales y religiosos interétnicos, tal cual está documentado con la llamada ruta del Kuwai del noroeste amazónico (Eriksen, 2011: 208). En todo caso, lo más palpable es que el tránsito por estos ríos se motorizaría en vista de las facilidades que proporcionaban para la navegación desde el Orinoco al lago de Valencia y viceversa (Zucchi, 1985: 39). En algún momento de la historia, según el consenso de los especialistas, los grupos proto-caribe comenzaron a tomar relevancia en el uso de estas rutas, lo que convirtió a la cuenca del lago de Valencia en la cuna de una nueva forma de concebir la cultura material, la misma que fue capaz de irradiar con fuerza sus influencias a los territorios adyacentes. 

En suma, como en el caso de los pretendidos alfareros proto-arawak, el estudio de la ocupación espacial proto-caribe, tanto en la cuenca del lago de Valencia como en su área costera de influencia (incluyendo el área pseudo-divisoria de la cordillera de La Costa), constituye parte esencial del camino a recorrer hacia una aproximación al contexto de producción y uso del arte rupestre de este territorio. Se trataría, en última instancia, y con base en las evidencias arqueológicas a disposición, de ensayar interpretaciones sobre las posibles tramas socioculturales sucedidas a partir del surgimiento de la cerámica valencioide en la región tacarigüense. Para esta labor, resultaría útil tomar en cuenta la división planteada por Antczak y Antczak (2006: 543), donde se entiende el desarrollo de esta tradición cerámica en función de dos períodos espacio-temporales: el valencioide de la cuenca del lago de Valencia y el valencioide de la costa, tratados a continuación.

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