El período valencioide y la producción y uso del arte rupestre tacarigüense

Como ya advertimos en una anterior entrega (ver https://tacariguarupestre.blogspot.com/2024/03/los-proto-arawak-y-la-produccion-de.html), para finales del primer milenio de la era cristiana, el contexto social de la región Tacarigüense (centro-norte de Venezuela) sufrió alteraciones. Se transformaron los patrones de asentamiento y la producción material y tecnológica, aunado a un aumento y diversificación poblacional. Se trató de un fenómeno cuya causa principal quizá estuvo en las interacciones étnicas interregionales de carácter comercial, intensificadas por alianzas y lazos de parentesco. Los datos apuntan que una nueva comunidad de cultura emergió en las riberas lacustres del lago a partir de procesos de miscegenación e hibridación fundamentalmente entre grupos proto-arawak tacarigüenses y proto-caribe del medio Orinoco y los llanos centrales y occidentales. 

Resto de figulina cerámica de la cultura valencioide recuperada del lago de Valencia. Colección cronista de Güigüe, municipio Carlos Arvelo, estado Carabobo. Foto: Leonardo Páez, 2003.

En base a este nuevo escenario, cabe la posibilidad que las tramas relacionadas con el arte rupestre tacarigüense también hayan sufrido transformaciones. Es así que planteamos un nuevo período de la etapa Guyano-amazónica de producción y uso de arte rupestre en la región: el período de confluencia proto-arawak/proto-caribe, o, resumidamente, período valencioide (870 d.C. – 1200 d.C.). Se trata de un estadio signado por la emergencia de una nueva comunidad de cultura en la cuenca del lago de Valencia, conocida arqueológicamente como valencioide. Queda entonces desarrollar una aproximación interpretativa sobre esas posibles tramas motorizadas en torno al arte rupestre tacarigüense durante ese momento histórico.  

La cultura valencioide tiene su origen en las transformaciones experimentadas en el contexto social proto-arawak preexistente en la región Tacarigüense. La información arqueológica sugiere cambios en la manufactura cerámica, los patrones de asentamiento y los rituales funerarios, por ejemplo. Las fuentes histórico-documentales evidencian el carácter hegemónico de la lengua caribe al momento de la ocupación europea, lo que permite suponer que la lengua proto-caribe habría sido un atributo valencioide. Así que el trastocamiento de los referentes propiamente proto-arawak pudo ocurrir  en otros ámbitos de la cultura material, incluyendo los relacionados con el arte rupestre.   

De modo que los datos compilados in situ sugieren, por ejemplo, la probabilidad de que las técnicas de ejecución y los elementos figurativos del arte rupestre hayan sufrido cambios con la emergencia de la nueva identidad valencioide. Los mismos pudieron abarcar aspectos tecnológicos y formales, así como los contenidos implícitos en las representaciones (los mensajes a transmitir), en correspondencia con las transformaciones generales gestados a nivel de la producción social de bienes culturales. Se hace referencia a la creación de una nueva estética asociada con la nueva identidad valencioide impactando la producción de arte rupestre. He ahí entonces dos elementos (tecnológico y formal) que quizá puedan ayudar a la diferenciación de los materiales rupestres de los dos períodos considerados en la etapa Guyano-amazónica

Sin embargo, es probable que luego de la etnogénesis valencioide, de algún modo ciertas actitudes, costumbres, pautas, usanzas y/o creencias (aspectos simbólicos) esencialmente proto-arawak hayan persistido en las formas de concebir el arte rupestre. Es decir, con todo y las posibles distinciones socio-culturales existentes entre los dos grandes troncos lingüísticos involucrados (proto-arawak y proto-caribe), se pudiera pensar las tales distinciones desde la perspectiva de ser tributarias de la misma base ontológica y las mismas condiciones cognoscitivas. Se trata de un planteamiento que permite comprender las posibles transformaciones en el arte rupestre tacarigüense como el trasiego propio del devenir histórico de las sociedades guyano-amazónicas. Dicho de otro modo, los sugeridos cambios pudieran representar un continuum cultural signado por la herencia genética y la experiencia social propia de los pueblos y comunidades guyano-amazónicas extendida por el ámbito de las tierras bajas del norte de Suramérica y las Antillas.  

Así pues, se sugiere que las comunidades valencioides estaban de algún modo inscritas dentro de las mismas formas de ser y estar en el mundo de los proto-arawak tacarigüenses. Por tanto, aunque quizá con ciertas variantes, antiguos referentes proto-arawak pudieron seguir operativos luego de la emergencia valencioide. Se trataría entonces de transmisión, interacción y cambio cultural y no de ruptura radical lo producido con la emergencia valencioide. En otras palabras, se entiende, tal cual se viene acotando, la génesis valencioide como el continuum cultural que en buen grado permitió la pervivencia del paisaje conceptualizado proto-arawak en suelo tacarigüense.   

Consecuentemente, se sospecha que, en buena medida, los sitios con arte rupestre producidos y/o usados por los proto-arawak tacarigüenses hayan cumplido la misma función social durante el período valencioide. Quizá se trocaron algunos aspectos que en definitiva no modificaron sustancialmente su condición originaria. Es decir, seguirían funcionando como herramienta para la cohesión social, como lugar de memoria, para el afianzamiento de la autoridad y de los lazos espirituales o como puntos de referencia en el paisaje socialmente compartido. En suma, mantuvieron, de suyo, su otrora operatividad, acaso con ciertos matices distintivos que al final se enmarcarían en el mismo sistema representacional que les dio origen y les otorgó significados durante el tiempo de hegemonía proto-arawak.

La presunción de operatividad de los sitios con arte rupestre durante el período valencioide pudiera sustentarse con algunos datos recabados in situ. Por ejemplo, estaría la ausencia de marcas que muestren intentos de destrucción de sitios, o de ejemplos explícitos de superposiciones figurativas en los soportes rocosos trabajados (imagen 109). Otra prueba sería las diferencias técnico-estéticas en las representaciones visuales en diferentes rocas de un mismo sitio, suponiendo que pudieron haber sido ejecutadas en diferentes momentos históricos (imagen 110). Asimismo, en casos donde el mismo patrón figurativo pareciera haberse conservado en el tiempo, no obstante trocar la técnica de ejecución (ver imagen 40). O en ejemplos donde se observan diferencias en el tamaño de los soportes rocosos grabados de un mismo sitio concordantes con la presencia de particulares tipos de ejecución y de diseños (ver imagen 69).   

 

Vista parcial de la “Piedra de la Diosa”, sitio con arte rupestre Piedra Pintada, municipio Guacara. Aunque se encuentra cubierta con marcas de surcos, éstos no se observan superpuestos. Foto cortesía Luis Ureña, año 2020.


Izquierda: representaciones de surco superficial del sitio Corona del Rey, municipio Guacara (foto Leonardo Páez, 2009). Derecha: representaciones de surco profundo del sitio Las Lajitas, municipio Puerto Cabello (foto: Gustavo Pérez, 2007).

Asimismo, la operatividad de los sitios con arte rupestre durante el período valencioide vendría en paralelo con la continuidad de uso de los caminos terrestre-fluviales y transmontanos de la región. Los datos sugieren entre 1000 y 1200 d.C. un auge en el tráfico, producción e intercambio interregional de bienes y materias primas terrestres y marinas. Los caminos trasmontanos y terrestres-fluviales se habrían convertido entonces en verdaderas “autopistas” etno-culturales. Las evidencias muestran también el impacto que la identidad cultural valencioide comenzaría a tener fuera de los límites de la cuenca del lago de Valencia, tanto por el norte, sur, este y oeste. A partir del año 1200 d.C. toda la región tacarigüense, por convicción y por coacción, habría estado de algún modo impactada por los estertores de la cultura valencioide, afianzándose incluso en otros espacios del centro-norte del país. Algunos autores vienen llamando esfera de interacción Valencioide a esta nueva manera híbrida de expresión socio-cultural extendida incluso más allá de las fronteras tacarigüenses.

          Se trataría entonces de un escenario signado por las óptimas condiciones materiales y socio-políticas existentes, donde quizá la producción de arte rupestre experimentaría un apogeo. En cuanto a la funcionalidad de los sitios, tal vez estuvo marcada por la necesidad de afianzar o expresar las identidades en el paisaje conceptualizado socialmente compartido. Ello incluiría tanto la nueva identidad valencioide en expansión como los sobrevivientes enclaves proto-arawak que aún expresaban sus tradiciones vernáculas. 

        A pesar de ello, entre el 1300 d.C. y el asentamiento de los europeos en 1547 d.C., las tramas socio-culturales de la región Tacarigüense se conservan ignotas o enrarecidas a la comprensión del observador contemporáneo. Es posible, entre otras cosas, que las lenguas proto-arawak tacarigüenses iniciasen un proceso de extinción, producto quizá del afianzamiento de las lenguas proto-caribe como la mayoritariamente hablada por las comunidades asentadas. Desde la cuasi total ausencia de datos, la presunción es que, por razones aún inexplicables, la esfera de interacción valencioide experimentaría serias transformaciones. Se trataría de cambios que tendrían que ver propiamente con la etnogénesis de las comunidades étnicas que a partir del siglo XVI se enfrentaron y sufrieron la invasión europea. En definitiva, los datos históricos del siglo XVI serían incompatibles con los datos arqueológicos de los siglos X-XIII.

      De igual modo, las fuentes documentales tempranas son nulas respecto a la operatividad del arte rupestre durante los siglos XVI-XVIII, dejando entrever el cese de su función social a causa de esas supuestas transformaciones en el seno de la cultura valencioide. Lo cierto es que no hay pruebas sobre la operatividad de la esfera de interacción valencioide después, poco más o menos, del siglo XIII, como también del arte rupestre tacarigüense.

       En suma, los planteamientos esbozados recrean de manera preliminar lo que pudo ser el contexto de producción y uso-función del arte rupestre tacarigüense en los tiempos valencioides. Se trata de un modelo tentativo basado en las evidencias arqueológicas y lingüísticas comentadas en capítulos anteriores. Se sugiere, grosso modo, un período que supone un continuum cultural respecto a la operatividad y funcionalidad del arte rupestre. Sin embargo, quedan más incertezas que certidumbres. Aun así, es posible haber avanzado un trazo del camino hacia la comprensión de los fenómenos que se quieren aprehender. 

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El siguiente artículo es una versión modificada de una sección del libro "Etnohistoria del arte rupestre tacarigüense: producción, uso y función de los petroglifos de la región del lago de Valencia, Venezuela (2450 a.C.-2008 d.C.)". Ediciones Dabánatà, Universidad de Los Andes. 2021. Disponible: http://www.saber.ula.ve/handle/123456789/47672

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